Economía y Política
Crecimiento sin productividad
Por: | Publicado: Lunes 21 de marzo de 2011 a las 05:00 hrs.
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Las últimas cifras de cuentas nacionales muestran con claridad que Chile continúa creciendo, no obstante la difícil situación por la que pasan muchos países en el mundo. A la vez, devela algunos aspectos interesantes de la manera en que se enriquece el país, los cuales nos enfrentan a importantes desafíos.
Durante el 2010, el PIB aumentó 5,2%, luego de haberse contraído 1,7% durante el 2009. Esta rápida recuperación es producto en gran medida de buenas condiciones iniciales que permitieron enfrentar la crisis global con políticas macroeconómicas fuertemente expansivas: un aumento sustancial del gasto fiscal y una baja dramática de la tasa de interés del Banco Central.
Llama la atención que el ingreso nacional, que refleja mejor cuánto nos vamos enriqueciendo como país, aumentó 15,7%. Esto es consecuencia de la mejora en el precio de los commodities.
Este importante aumento de ingresos ha provocado a su vez un mayor gasto en servicios tales como comercio, transporte y servicios financieros, que justamente son de los sectores de la economía que más se expandieron el 2010. Mientras, la industria manufacturera, más allá de los efectos transitorios del terremoto, no ha logrado repuntar.
Este cuadro, me parece, es lo que está detrás del hecho que la productividad de la economía chilena continúa sin despegar. Durante el 2010 el aumento del PIB se explica mayormente por aumentos en los factores productivos y no porque nos hayamos hecho más eficientes. En efecto, el empleo aumentó en promedio 7,4%, y el stock de capital utilizado lo habría hecho en una magnitud similar (la inversión en capital aumentó 18,8% en 2010). Si hay más personas y más capital trabajando, no es raro que produzcamos más.
La manera en que Chile ha visto crecer su economía, al menos durante los últimos diez años, no emula el camino recorrido por los países desarrollados. En esos países el motor principal fueron sostenidos aumentos de productividad, lo que se asocia a innovación y mejoras de eficiencia. El caso chileno más se parece al de algunos países petroleros. El chileno está siendo un enriquecimiento que no genera una distribución más equitativa del ingreso (lo cual se ha paliado parcialmente con un continuo incremento del gasto social), y que no demanda grandes cantidades de capital humano.
Si caemos en la autocomplacencia, nos iremos convirtiendo en un país rico, pero no en un país desarrollado.
Si queremos ser un país desarrollado, es necesario recurrir a políticas públicas que generen algunos cambios profundos.
Durante el 2010, el PIB aumentó 5,2%, luego de haberse contraído 1,7% durante el 2009. Esta rápida recuperación es producto en gran medida de buenas condiciones iniciales que permitieron enfrentar la crisis global con políticas macroeconómicas fuertemente expansivas: un aumento sustancial del gasto fiscal y una baja dramática de la tasa de interés del Banco Central.
Llama la atención que el ingreso nacional, que refleja mejor cuánto nos vamos enriqueciendo como país, aumentó 15,7%. Esto es consecuencia de la mejora en el precio de los commodities.
Este importante aumento de ingresos ha provocado a su vez un mayor gasto en servicios tales como comercio, transporte y servicios financieros, que justamente son de los sectores de la economía que más se expandieron el 2010. Mientras, la industria manufacturera, más allá de los efectos transitorios del terremoto, no ha logrado repuntar.
Este cuadro, me parece, es lo que está detrás del hecho que la productividad de la economía chilena continúa sin despegar. Durante el 2010 el aumento del PIB se explica mayormente por aumentos en los factores productivos y no porque nos hayamos hecho más eficientes. En efecto, el empleo aumentó en promedio 7,4%, y el stock de capital utilizado lo habría hecho en una magnitud similar (la inversión en capital aumentó 18,8% en 2010). Si hay más personas y más capital trabajando, no es raro que produzcamos más.
La manera en que Chile ha visto crecer su economía, al menos durante los últimos diez años, no emula el camino recorrido por los países desarrollados. En esos países el motor principal fueron sostenidos aumentos de productividad, lo que se asocia a innovación y mejoras de eficiencia. El caso chileno más se parece al de algunos países petroleros. El chileno está siendo un enriquecimiento que no genera una distribución más equitativa del ingreso (lo cual se ha paliado parcialmente con un continuo incremento del gasto social), y que no demanda grandes cantidades de capital humano.
Si caemos en la autocomplacencia, nos iremos convirtiendo en un país rico, pero no en un país desarrollado.
Si queremos ser un país desarrollado, es necesario recurrir a políticas públicas que generen algunos cambios profundos.