Macro

Crece presión para que el Banco Mundial avance hacia una reforma completa

Paul Romer encendió otra vez las alarmas sobre una supuesta falta de transparencia en el Doing Business que elabora el Banco Mundial. Pero este ranking no es el único foco de polémica que ha enfrentado la entidad.   Académicos han advertido sobre problemas en sus políticas y en los instrumentos que utiliza.

Por: Marcela Vélez-Plickert | Publicado: Martes 6 de noviembre de 2018 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Pocas instituciones multilaterales enfrentan una presión similar para reformarse por completo. Voces de derecha e izquierda, extrabajadores y empleados actuales, intelectuales, políticos y ONG demandan cambios en el Banco Mundial. El caso más publicitado ha sido el de Paul Romer, su execonomista jefe y Premio Nobel de Economía de este año. Romer retomó esta semana sus críticas al Departamento de Investigación Económica de la entidad y, en entrevista con Pulso LT, declaró que durante su gestión no podía confiar en la forma en que manejaban el ranking Doing Business.

Imagen foto_00000002

Las críticas al ranking no son nuevas, recuerda Ngaire Woods, decana de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Oxford, quien afirma que “históricamente ha habido problemas” con este instrumento. En junio de 2013, un panel instalado por el entonces recién nombrado presidente del Banco Mundial, el surcoreano-estadounidense Jim Yong Kim, cuestionó la forma en que se consideraban y valoraban algunos de los indicadores, dando mayores puntajes a los países con escasas regulaciones o ignorando las particularidades de, por ejemplo, el sector informal en países emergentes. Una de las principales recomendaciones del panel fue mantener las mediciones por sectores y países, pero abandonar el ranking. Otra recomendación fue establecer un panel de auditoría externo.

Pero el Banco Mundial defiende el ranking, que ha sufrido ajustes y, a pesar de sus posibles fallas, sigue siendo un instrumento de referencia para países en vías de desarrollo respecto de qué reformas perseguir. “El Banco ha hecho un esfuerzo en los últimos cinco años por resolver algunos de los cuestionamientos”, afirma Woods, quien cree que el tema de fondo es otro: el foco de acción del Banco Mundial.

“En ciencias sociales se dice que cuando un indicador se convierte en un índice deja de ser un indicador”, relata Woods, para explicar cómo para algunos países la posición en el ranking se ha convertido en un objetivo en sí mismo, en lugar de resolver los problemas de fondo.

A esto hay que sumar la falta de pruebas científicas sobre la utilidad del ranking. “¿Los países que mejoran considerablemente su posición en el índice, reciben también más inversión directa? Esa es la pregunta que hay que hacer a Romer y a los economistas del Banco Mundial”, afirma Woods, quien en una comentada columna hace dos años advirtió que el organismo arriesga volverse irrelevante.

Carta de 120 académicos

El ranking Doing Business no es el único foco de polémica que ha enfrentado el banco. El pasado 29 de octubre, 120 académicos de universidades de Reino Unido, Estados Unidos, España, Brasil, Argentina y otros países, firmaron una carta cuestionando una de las políticas propuestas por el Banco. Según los académicos, la agenda de Maximización de la Inversión para el Desarrollo busca, por razones ideológicas, promover la privatización de los servicios públicos y promueve el desarrollo de instrumentos financieros complejos, considerados el corazón de la denominada “banca en las sombras”.

A este cuestionamiento reciente se suman recurrentes críticas al impacto de sus proyectos, de parte de ONG ambientalistas y defensoras de derechos humanos. Otro punto de debate es su enorme y burocrática estructura.

Una comisión creada por Paul Volcker en 2007 denunció las prácticas de corrupción al interior de la institución. Cinco años después, una investigación de Forbes reportó los escasos avances en la adopción de reformas. Desde entonces, el organismo ha implementado una nueva institucionalidad interna para recibir denuncias y analizar casos de corrupción. Sin embargo, sigue siendo visto como poco transparente.

“La proliferación de mecanismos de control interno al interior del Banco Mundial ha reducido, en lugar de mejorar, su transparencia y no la ha hecho más receptiva a las críticas externas. Por el contrario, paradójicamente, estos mecanismos han reforzado la falta de transparencia y aislamiento del Banco”, sostiene Eugenia Heldt, decana de la Escuela de Gobierno de la Universidad Técnica de Munich, y quien se ha dedicado los últimos años a investigar la estructura de control de riesgos de la organización.

Según Heldt, todos los mecanismos creados reportan directa y exclusivamente al presidente Jim Yong Kim o al directorio y algunos se autocontrolan. El Banco, sostiene, continúa aislado a las críticas y al control externo.

El plan de Kim

Efectivamente, contrario a sus dos predecesores, Kim ha acumulado más poder en su gestión. Este ha sido un resultado inesperado, dada la oposición que generó su nombramiento por parte de la administración de Barack Obama en 2012 y su posterior reelección en julio 2017. En ambas instancias, la Asociación de Trabajadores del Banco Mundial hizo público su descontento con la falta de transparencia en el nombramiento. El staff de economistas se alineó con la postura de organizaciones como Oxfam, que demandan que el presidente y otros directores del Banco sean escogidos por una entidad externa y entre un abanico variado de candidatos.

Estados Unidos se impuso y Kim siguió en el cargo. Durante su gestión ha implementado nuevos programas, ha hecho del combate a la pobreza el principal foco del Banco, y ha dado un nuevo giro a su mando. Kim ha abrazado la idea de convertir al Banco Mundial en un catalizador de capitales privados a países emergentes, a través de su brazo inversor IFC.

La pregunta que surge es si esta estrategia tiene sentido y, con ello, la propia existencia del Banco. El año pasado el BM entregó préstamos por unos US$ 59.000 millones, curiosamente teniendo a China como uno de sus principales clientes, el mismo país que ha comprometido un financiamiento de US$1 billón a las obras que requiera su plan de Belt and Road. Además, ese es el mismo monto que los países emergentes atrajeron en inversión extranjera en 2017, según cálculos del Instituto de Finanzas Internacionales.

En una revisión a la labor del Banco Mundial, para el que trabajó 24 años, Martin Ravallion, profesor de economía de la Universidad de Georgetown, reconoce las falencias en la evaluación del impacto de los proyectos, dificultades en la independencia de los investigadores y la falta de claridad sobre cuál debe ser el rol de la organización. Para Ravallion, sin embargo, el Banco es una organización aún necesaria. “El desarrollo de la institución debería enfocarse en generar y diseminar conocimiento relevante a nivel nacional, regional y global”, sostiene Ravallion, en su evaluación publicada en 2016.

En una propuesta que ha sostenido desde entonces, el economista dice que el Banco no debe competir directamente con el mercado de capitales, sino centrarse en utilizar sus préstamos para diseminar experiencia en la implementación de reformas y buenas prácticas de gobierno.

Esta propuesta está de algún modo recogida en las reformas presentadas por el Grupo de Expertos nombrado por el G20 para analizar el futuro de instituciones como el Banco Mundial y el FMI. El informe final de la comisión fue presentado hace dos semanas y plantea la necesidad de reformas urgentes en los gobiernos de las instituciones multilaterales de préstamo, entre otras cosas para aumentar los controles externos sobre estas y su transparencia.

Para Woods, quien participa del panel asesor del Banco Asiático para Inversión en Infraestructura, la reforma del Banco Mundial es urgente, a riesgo de perder su importancia ante la emergencia de otros bancos e instituciones mucho menos burocráticas. Este es uno de los dos puntos en los que Woods cree que el Banco Mundial debería concentrar sus esfuerzos: reducir el tiempo que demora la entrega de créditos, que alcanza hasta los 25 meses. El otro, y quizás más importante, es dejar de estar centrado en Washington.

“Al igual que otras instituciones internacionales, el Banco Mundial debe ponerse al día con los cambios en la política internacional y el cambio de rol de Estados Unidos”, afirma.

Objetivos del Banco

Creado hace 73 años, al término de la Segunda Guerra Mundial, el Banco Mundial fue concebido como parte de la agenda de multilateralismo para restituir la paz en el mundo. Su misión inicial era proveer de financiamiento a países que no podían obtenerlo del mercado, a cambio de la adopción de buenas políticas públicas, como disciplina fiscal. Desde sus inicios ha sido liderado por un representante de EEUU, su mayor financista y, por lo tanto, poseedor del mayor poder de voto. Pero con países emergentes tan fuertes como China ha aumentado la presión para que haya una reestructuración de los poderes internos, así como de las políticas del Banco.

Además, el acceso de los países emergentes a los mercados financieros ha hecho que el Banco pierda importancia como fuente de financiamiento. Analistas sugieren que el organismo se concentre en la creación y distribución de conocimientos para el diseño de buenas políticas públicas, así como en el financiamiento de proyectos enfocados en erradicar la pobreza.

Imagen foto_00000007
Jim Yong Kim, presidente del BM, y Paul Romer, execonomista jefe y Premio Nobel de Economía de este año.

Imagen foto_00000003

Imagen foto_00000004

Romer y diez meses de polémica

Casi diez meses han transcurrido desde que el execonomista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, encendió las alarmas sobre una supuesta falta de transparencia en la elaboración y entrega de resultados del ranking Doing Business, y la controversia parece estar lejos de perder fuerza.
El episodio –que partió con una entrevista suya en el Wall Street Journal en enero- dio pie en Chile a una fuerte polémica económica y también con ribetes crecientemente políticos.
Dos días despúes de publicarse sus dichos y en medio de la discusión pública, Romer entregó sus propios cálculos, en los que la posición Chile era claramente mejor en el ranking; luego se retractó; meses más tarde renunció a su cargo en el Banco Mundial y, este fin de semana, volvió a insistir en sus cuestionamientos.
"Lo que estaba tratando de decir es que si alguien viene y me dice "mira, hay un patrón un tanto sospechoso y preocupante sobre cómo Chile sube y baja bajo diferentes administraciones", a mí me habría gustado estar en una posición donde pueda decir que tengo confianza en la gente que produce el reporte. El problema es que en ese punto yo no podía decir eso. No podía confiar en la integridad de quienes producían el Doing Business", dijo a Pulso LT.

Lo más leído