La transición global hacia los vehículos eléctricos está comenzando a desmoronarse, como suelen hacerlo los grandes cambios: primero lentamente y luego de golpe.
Esta semana surgieron varias señales de que la era de los autos eléctricos está entrando en una fase más incierta y disputada. La Comisión Europea desechó el cronograma más agresivo del mundo para eliminar los motores de combustión interna y dio más tiempo a fabricantes y consumidores para dejar la gasolina. Un día antes, Ford Motor Co. anunció cargos por US$ 19.500 millones vinculados al retroceso de una estrategia eléctrica en la que había apostado todo hace ocho años.
El repliegue ya no se limita a unos pocos rezagados o escépticos. Desde recién llegados hasta gigantes consolidados, las señales de ajuste vienen acumulándose desde hace meses.
Por ejemplo, Tesla Inc., la empresa estadounidense que hizo más que cualquier otra para desencadenar la revolución eléctrica. Nadie pensó que el fabricante liderado por Elon Musk iba a mantener para siempre el ascenso meteórico de comienzos de la década. Sin embargo, las entregas globales de vehículos no solo se están desacelerando, sino que están cerca de caer por segundo año consecutivo. La prioridad de Musk ya no sería desarrollar un auto eléctrico de US$ 25.000, sino diseñar robots humanoides y taxis autónomos.
La empresa china BYD Co. se convertirá este año en el mayor proveedor de autos totalmente eléctricos, aunque enfrenta dificultades: sus ventas totales han caído durante los últimos tres meses. La empresa todavía produce un híbrido enchufable con motor a gasolina por cada vehículo exclusivamente eléctrico, y su avance se frena en parte porque las autoridades en Beijing examinan cada vez más sus prácticas de precios.
Ford no ha sido la única automotriz que ha tenido problemas tratando de acortar distancia con los líderes eléctricos.
Su archirrival General Motors Co. recientemente asumió cargos por US$ 1.600 millones vinculados a la reducción de su capacidad de producción eléctrica y advirtió que podrían venir más medidas similares. Stellantis NV canceló los planes de una camioneta Ram completamente eléctrica y reintrodujo motores V-8 de alto consumo. No tendrá problemas para venderlos luego que EEUU flexibilizara los estándares de economía de combustible y emisiones.
Volkswagen AG —el fabricante europeo que en su momento más buscó disputar el liderazgo a Tesla— finalizará este mes la producción del hatchback eléctrico ID.3 en Dresde, la primera vez en 88 años que la automotriz cesa operaciones en una planta de ensamblaje en Alemania. VW también ha sufrido golpes financieros importantes, incluyendo cargos por 4.700 millones de euros luego que su subsidiaria Porsche AG dio paso atrás a sus planes en vehículos eléctricos.
La Comisión Europea no tiró la toalla totalmente: exigirá que para 2035 las emisiones se reduzcan en un 90%, en lugar del 100%. La comisión condiciona este alivio a que los fabricantes compensen la contaminación adicional usando combustibles de bajas emisiones o renovables, o acero verde producido localmente.
“Es una victoria para el consumidor más que para la industria”, dijo Philippe Houchois, analista de acciones del sector automotriz en Jefferies. “Para los fabricantes, si tienen múltiples sistemas de propulsión, tendrán más tiempo para realizar inversiones, pero tendrán que distribuirlas entre varias tecnologías”.
Para Ford, los enormes cargos que anunció están vinculados a decisiones como cancelar una línea planificada de camionetas F-Series eléctricas, orientar la producción hacia vehículos a gasolina e híbridos y reconvertir plantas de baterías para fabricar sistemas de almacenamiento de energía en lugar de autos eléctricos.
“Estamos viendo lo mismo en todo el mundo”, dijo el director ejecutivo de Ford, Jim Farley, a Bloomberg Television. “Necesitamos darles opciones a los clientes y luego usar nuestra flexibilidad de fabricación para ir hacia donde estén los clientes”.