Cómo debería juzgar Occidente a una China al alza
El país es un competidor significativo, pero también es un socio esencial para asegurar un mundo cooperador, estable, próspero y pacífico.
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Los países avanzados de hoy, dominados por Estados Unidos y Europa, tienen una participación preponderante en la economía global. El 14% de la humanidad que vive en los países avanzados genera un 60% del Producto Interno Bruto mundial a precios de mercado y un 41% a paridad de poder de compra.
Esto no durará: en 1990 los países avanzados generaron un 78% del PIB mundial a precios de mercado y 64% a paridad de poder de compra. Occidente debe aceptar su declive o entrar en una lucha groseramente inmoral y probablemente ruinosa para evitarlo. Esa es la verdad más importante de nuestra era.
Por esta razón, sobre todo, los occidentales deben considerar cómo ven el mundo quienes están en las potencias al alza. Es probable que China, en particular, emerja por lejos como la mayor economía mundial. Debemos evaluar y analizar las visiones de los que la lideran. Hace dos semanas, presenté lo que escuché en reuniones de alto nivel en Beijing. Ahora analizaré lo que escuché, en el mismo contexto.
China necesita un gobierno central fuerte
Un hecho destacable fue la creencia de nuestros interlocutores de que la estabilidad política china es frágil. La historia sugiere que están en lo correcto. Los últimos dos siglos han visto muchos desastres provocados por el hombre, desde la Rebelión de Taiping en el siglo XIX al Gran Salto Adelante y la revolución cultural.
Es muy fácil por lo tanto entender por qué miembros de la élite parecen convencidos de que la renovación del Partido Comunista, bajo el control de Xi Jinping, es esencial. Debemos recordar que la revuelta de modernización y urbanización que está atravesando China desestabilizó a Europa en los siglos XIX y XX.
Sin embargo, este mayor control podría descarrilar a la economía o generar un estallido político en un país que tiene a una población más alfabetizada, interconectada y próspera que nunca. China quisiera ser una gran Singapur. ¿Puede?
Los modelos occidentales están desacreditados
La élite china tiene razón: lo están. La visión dominante solía ser que Occidente era intervencionista, egoísta e hipócrita, pero competente. Después de la crisis financiera y el alza del populismo, la habilidad de Occidente de dirigir bien sus sistemas económico y político quedó en duda.
Para aquellos que creen en la democracia y la economía de mercado como expresiones de libertad individual, estos errores son preocupantes. Sólo se pueden enfrentar con reformas. Desafortunadamente, lo que está obteniendo el Occidente en cambio es una ira improductiva.
China no quiere conducir al mundo
Sobre este punto podemos expresar dudas. Por primera vez, China se convertirá en una gran potencial dentro de una civilización global. Como todas las grandes potencias antes que ella, China probablemente quiera organizar el orden global y el comportamiento de otros Estados (y empresas privadas, también) para su ventaja.
China también tiene muchos vecinos, muchos de ellos aliados históricamente con EEUU. Ya está intentando expandir su influencia, especialmente en el Mar del Sur de China. También está intentando influenciar el comportamiento en el exterior, especialmente de los estudiantes chinos. Todo esto representa la extensión inevitable del poder chino en el extranjero.
China está bajo ataque de EEUU
La élite china está en lo correcto de que los estadounidenses perciben cada vez más a su país como un rival, de hecho como una amenaza. Los estadounidenses, por su parte, argumentan que China los está atacando, al extender su poder militar y debilitar a sus rivales, especialmente Japón.
La verdad es que el poder es inevitablemente un juego de suma cero. El alza del poder chino será visto como una amenaza por parte de EEUU, sin importar las intenciones que tenga China.
Más aún, muchos estadounidenses, y de hecho muchos occidentales, no aceptan las posiciones de China sobre el Tibet y Taiwán, sospechan de las intenciones de China y resienten su éxito. Esa desconfianza mutua abre la llamada trampa de sospecha de Tucídides entre las potencias actuales y las potencias en alza.
Las metas de EEUU en las negociaciones comerciales son incomprensibles
China tiene razón: son ridículas. Pero entre ellas hay temas genuinamente importantes, especialmente la propiedad intelectual.
China sobrevivirá a estos ataques
Esto es casi definitivamente cierto. A menos que EEUU rompa todos sus compromisos y busque imponer un embargo económico a China, la fricción actual no detendrá el progreso chino, aunque podría desacelerarlo. Una amenaza mayor para China estaría en la reacción doméstica a un ambiente externo mucho más hostil. La respuesta probable sería un control político y económico aún mayor, en lugar del cambio necesario hacia una economía más impulsada por el consumo, más liderada por el sector privado y más orientada hacia el mercado.
Este será un año decisivo
Lo será. De hecho, será un siglo decisivo. La visión correcta que debe tomar Occidente es que China es de hecho un competidor significativo. Su alza creará muchos dilemas para Occidente y especialmente para EEUU. Pero China también es un socio esencial para asegurar un mundo razonablemente cooperador, estable, próspero y pacífico.
Occidente debe pensar mucho más sobre cómo debería funcionar el mundo. La visión de la administración de EEUU -de que el ejercicio unilateral del poder estadounidense es todo lo que se necesita- fracasará. No administrará los bienes comunes globales de esa forma, aun cuando a la administración Trump no le importa, para nada. Tampoco alcanzará estabilidad: si lo pone en duda, debería mirar el hervidero en que se ha convertido Medio Oriente después de un sinfín de intervenciones.
Es esencial para los occidentales darse cuenta de que nuestra inhabilidad de administrar bien nuestros países se ha convertido en nuestro mayor enemigo. Entre tanto, el único futuro para un mundo interdependiente se debe basar en el respeto mutuo y la cooperación multilateral. Esto no significa aceptar todas las demandas chinas como legítimas. Lejos de eso. La resistencia de principios es esencial. Pero nos estamos moviendo de un pasado dominado por Occidente a un futuro post Occidente. Tenemos que sacarle el mayor provecho posible.