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El experimento de Inglaterra con la austeridad

El ministro de Hacienda británico, George Osborne, está impulsando un plan de austeridad que puede tener serias repercusiones en el mediano y largo plazo.

Por: | Publicado: Miércoles 9 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
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Entre 2010 y 2015, se espera que el Reino Unido tenga la tercera mayor reducción en la participación del endeudamiento nacional en los ingresos nacionales entre 29 países de altos ingresos: sólo Islandia e Irlanda recortarán más. La reducción en un endeudamiento cíclicamente ajustado, según el admirable Green Budget del Instituto para Estudios Fiscales, será la segunda mayor después de Grecia.



Pero el Reino Unido no ha tenido una crisis fiscal. Eso hace más notable su austeridad. Cuán notable quedó en evidencia en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos. Allí, George Osborne, el ministro británico de hacienda, estuvo de acuerdo con Wolfgang Schäuble, ministro de Hacienda de Alemania, y en desacuerdo con Tim Geithner, secretario del Tesoro de Estados Unidos. Las crisis crean alianzas extrañas.

¿Qué explica la impactante austeridad británica? El punto de partida debe ser el tamaño del déficit. En 2010, la participación del Reino Unido en el ingreso nacional fue el tercero mayor entre los países de altos ingresos, después de Estados Unidos e Irlanda. Ajustado cíclicamente, está en segundo lugar junto con Estados Unidos. ¿Qué tienen en común Estados Unidos, el Reino Unido e Irlanda? Todos tienen sistemas financieros dañados, precios de las viviendas en declinación y problemas con las finanzas de los hogares.

Las cuentas fiscales del Reino Unido muestran un alza repentina en el gasto del gobierno y una modesta caída en los ingresos, en relación con el producto interno bruto: en 2007-08, el último año relativamente no afectado por la crisis, la relación de gasto total del gobierno al PIB fue de 41%, mientras el ratio ingresos/PIB fue de 38,6%. El déficit ciertamente fue demasiado grande para esa etapa del ciclo, aún considerando las perspectivas que se tenían entonces. Pero no era un desastre. Luego vino la implosión: el ratio de gasto en relación con el PIB saltó a 47,6% en sólo dos años, mientras que la recaudación bajó a 37,2% del PIB. El resultado fue un agobiante déficit de 10,4% del PIB en 2009-10.

La conclusión natural es que la fuerza tras el gran deterioro fiscal, que se tradujo en el mayor déficit fiscal en tiempos de paz, fue la explosión en el gasto. No es así. El incremento en el gasto se aceleró un poco como resultado directo de la recesión. Pero lo que hizo que el ratio gasto/PIB saltara tanto fue la inesperada caída en el PIB. Entretanto, los ingresos del fisco cayeron aún más. Entre 2007-08 y 2009-10, el PIB nominal declinó en 20.600 millones de libras (1,4% del PIB), mientras que los ingresos cayeron en 5% a 27.300 millones.

Resulta esencial comprender los supuestos hechos por el gobierno británico para decidir su estrategia fiscal. Tiene cinco, algunos visibles y otros no tanto.

Primero, el gobierno decidió que parte sustancial del PIB perdido en la crisis nunca regresaría. La recién establecida Oficina para la Responsabilidad Presupuestaria (una innovación bienvenida) está de acuerdo. Aplicando los conservadores supuestos para el crecimiento económico que difundió en noviembre a la decepcionante estimación actual del resultado de 2010, uno descubre que el PIB no superará los niveles de 2007 hasta 2012. En 2015, el PIB será apenas más alto que en 2007 – una tasa compuesta de sólo 1,2% al año. Esto es 7% por debajo de una extrapolación de la tendencia 1989-2010 y casi 12% por debajo de la tendencia 1989-2007. En estos días, como nota Michael Dicks de Barclays Capital, las estimaciones de la “brecha de producción” – la diferencia entre el producto real y el potencial, como porcentaje de este último- para 2010 está en torno a 4% o menos. Las suyas son de hasta un mínimo de 2%. Más aún, explica, en parte debido a las bajas tasas actuales y esperadas de inversión, la tasa subyacente de crecimiento puede estar ahora bajo 2% al año. En suma, la economía post crisis será por largo tiempo significativamente más pequeña que antes de la crisis.

El segundo supuesto es que el ratio gasto/PIB debería volver a cerca de 40% en 2014-15. Eso estaría bien por debajo del promedio de casi 43% entre 1970-71 y 2008-09, que fue a su vez, cercano al promedio bajo Margaret Thatcher y John Major. Tales niveles de gasto son un reflejo de valores sociales y políticos, no de necesidad económica. Pero, por favor tome nota, los objetivos de los gobiernos laboristas previos eran casi igual de duros: anticipaban un gasto total de 41,1% del PIB en 2014-15. Este nivel parece representar un consenso político sobre lo que pueden tolerar los contribuyentes británicos.

Tercero, el gobierno está decidido a elevar la tasa de recaudación respecto del PIB de vuelta a los niveles pre-crisis, a poco menos de 39% del PIB. Esto requiere algunas alzas de impuestos, dado lo que se asume como una pérdida permanente de prosperidad fiscal. Pero el ajuste del gasto es mucho más que el ajuste a los impuestos. En términos de efectivo, más de 70% del ajuste propuesto en la revisión del gasto de octubre es en el gasto.

Cuarto, el gobierno ha decidido dos nuevas reglas fiscales: un balance cíclicamente ajustado en el presupuesto actual para fines del horizonte proyectado y la meta de bajar la deuda como porcentaje del ingreso nacional entre 2014-15 y 2015-16. La Oficina para la Responsabilidad Presupuestaria cree que estos objetivos se cumplirán. Pero las proyecciones en el Green Budget sugieren que hay una probabilidad mayor de que no lo sean.

Por último y tal vez más importante, el gobierno decidió que, dado lo que considera un gran riesgo de colapso de la confianza en las finanzas públicas británicas, tenía que plantear y comenzar a implementar sus planes fiscales de una vez. No sólo la credibilidad estaba en peligro, sino que la publicación de buenas intenciones fiscales sería insuficiente. Esto se suma al cálculo de que los votantes, con una memoria de corto plazo, estarían más inclinados a perdonar grandes recortes tempranos que otros más adelante.

El resultado, entonces, fueron estos planes fiscales excepcionalmente duros. El gobierno tenía alternativas: podría haber decidido dejar el gasto público permanentemente más alto, por ejemplo. Pero el mayor supuesto se refiere al crecimiento. Antes, ha enfatizado el riesgo de que un rápido retiro del apoyo fiscal reduciría no sólo el PIB actual, sino las perspectivas de crecimiento, a través de su impacto negativo en la inversión en capital físico y humano. Pero aún surge una pregunta mayor: ¿cuál es el plan de largo plazo para el lado de la oferta de la economía?, ¿cómo crecerá la economía? Eso determinará en gran medida si lo que viene adelante es un breve período de miseria o una era prolongada de tristeza. 


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