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Selección

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 1 de julio de 2016 a las 04:00 hrs.
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Es el acto y efecto de elegir a algunas personas, separándolas y prefiriéndolas respecto de otras. Darwin llamó “selección natural” al ecosistema que busca asegurar, mediante la lucha o en la reproducción, la prevalencia de los seres y especies con dotación superior. Esta natural ley genética no autoriza ley o conducta ética alguna que condene a muerte o marginación a personas inferiormente dotadas. Por el contrario, su fragilidad será motivo e incentivo para que el tejido familiar y social asuma su especial protección. Olvidar este reparo ético a una ley genética conduce a la irracional decisión de eliminar personas por ser miembros de una raza, credo, nación, ideología o portadores de un genotipo supuestamente inferiores, decadentes e inmerecedores de seguir viviendo.

Salvado este reparo, sigue siendo ley natural que la sociedad seleccione a los mejor dotados para desempeñar funciones de alta complejidad y poderosa incidencia en el bien común. En el campo político lo hace mediante “elecciones”, que importan elegir a unos por sobre otros, tras una ponderación de múltiples cualidades como edad, inteligencia, experiencia, independencia, liderazgo, honestidad, vocación de servicio, confiabilidad. Profesionales que cuidarán de la salud, los derechos, la educación, la habitación, la comunicación, la alimentación, la seguridad, el patrimonio material y espiritual de las personas se someten a varios años de rigurosa selección, donde no todos aprueban. Y en el ámbito deportivo, para vestir la camiseta de la propia nación se debe bregar y perseverar largo tiempo y todos los días, sin concesión a la pereza ni estancamiento en la mediocridad. Un futbolista naturalmente dotado pero reacio a entrenar e incapaz de adecuar su ego a las exigencias y superior interés del equipo, no llegará la selección o será prontamente despedido de ella.

Nuestros seleccionados han ganado dos sucesivos trofeos continentales. Proceden, en mayoría, de familias modestísimas. Varios confiesan que el deporte los liberó de una pendiente que parecía condenarlos a la droga o al delito. Necesitaron que alguien creyera en ellos, y responder ellos mismos a esa confianza trabajando, entrenando, perseverando, escalando grada por grada, derogando la ley del menor esfuerzo, agradeciendo elogios y aprendiendo de críticas y fracasos, la mirada fija en el horizonte lejano pero accesible e irrenunciable : ser los mejores. Nadie les regaló nada. No se arrimaron a bonos, auspicios o tutelas gubernamentales ni vendieron su alma a causas extradeportivas. Millonarios, por dineros que ellos mismos contribuyeron a generar, nunca olvidaron sus orígenes ni su deber de retribución solidaria. Jugando por la selección ganan menos dinero que en sus clubes pero conservan su espíritu “amateur” y la alegría de ilusionar y alegrar a su pueblo.

A la luz de esta ejemplar, victoriosa manera de entender la selección es congruente que ante una eventual visita al palacio de la Moneda se responda que nuestros seleccionados están “en otra”.

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