Los 15 primeros días del equipo económico
La reeditada dupla Larraín-Fontaine –reforzada por Moreno en el MOP y Jobet en Energía– tiene un mandato claro: revertir la percepción mayoritaria de que el país está estancado.
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Dar vuelta la mala percepción económica
El gran castigo al gobierno que muestran las encuestas es por las altas expectativas que generó en campaña el eslogan “tiempos mejores”. A Piñera lo eligieron, en buena parte, porque iba a haber más empleo, mejores sueldos, etcétera, pero múltiples factores han impedido una mejora robusta. El primer año se creció al triple respecto de Bachelet 2014-2018, se recuperó la inversión y se crearon empresas, pero los efectos de esa mejora todavía no se sienten en el bolsillo de los chilenos. Este equipo económico, por tanto, tiene que actuar para generar la sensación de que están pasando cosas positivas, de que “Chile está en Marcha”, de que vamos a ser el país que más va a crecer en América Latina este año. En definitiva, el mandato del presidente para el eje Larraín-Fontaine-Moreno-Jobet es revertir la percepción mayoritaria de que el país está estancado, desde los ministerios de Hacienda, Economía, Obras Públicas y Energía. El propio presidente está en la misma línea. “El segundo semestre va a ser mucho mejor que el primero, por tanto, yo quiero luchar contra esta ola de pesimismo”, declaró ayer en un matinal.
Fontaine empoderado
La dupla Larraín-Fontaine debutó el 11 de marzo de 2010 en el primer gobierno de Piñera y se prolongó hasta el 18 de julio de 2011, cuando Pablo Longueira reemplazó a Fontaine en Economía. En los 16 meses que coincidieron en los mismos puestos que en la actualidad, fue conocida la tensión que existía entre ambos, entre otros asuntos por las vocerías. De un perfil parecido –tanto Larraín como Fontaine provienen de la macroeconomía–, Fontaine era consultado con frecuencia por el Imacec, el desempleo, el IPC o de las tasas de interés, temas que Hacienda consideraba propios de su cartera. Ahora, ambos se han encargado de poner paños fríos y negar las tensiones. Fontaine señaló que los roces con su par de Hacienda eran “un mito”, mientras Larraín indicó que la relación entre ambos va “estupendamente”. A diferencia de hace ocho años, sin embargo, en esta ocasión Fontaine llega a Economía empoderado, con una excelente evaluación del presidente por todo lo que hizo en el MOP, lo que resulta crucial para el éxito de su gestión y su posición frente a Hacienda.
Cambios en el Ministerio de Economía
En sus primeras dos semanas de vuelta al ministerio, ontaine se hizo del equipo que había en la cartera, junto con sumar a su círculo de máxima confianza en el MOP: Joanna Davidovich (jefa de asesores, cargo que tenía Michèle Labbé), Francisco López (jefe de gabinete en el MOP, que llegó a igual cargo) y José Luis Uriarte (encargado de estrategia general y territorial). Apenas arribó, Fontaine realizó una transformación de fondo con respecto a su antecesor, José Ramón Valente, cambiando la forma de trabajar en el ministerio: sacó el foco del gabinete y lo amplió al ministerio en general. Fontaine debutó con líneas directas de comunicación con los tres subsecretarios –Economía y EMT, Turismo, Pesca y Acuicultura– y realizó un gesto importante al subsecretario de Economía, Ignacio Guerrero: juntó los dos gabinetes que estaban separados, con lo que el papel del subsecretario adquirió una importancia mayor a la que tenía en la era anterior. Adicionalmente, el ministro ha marcado diferencias de estilo. Al retornar al ministerio, una de sus primeras acciones fue visitar los servicios, algo inédito. Fue a Sercotec, por ejemplo, donde conversó y se sacó fotografías con los funcionarios. Asimismo, se reunión con Guillermo Patillo del INE, Lucas del Villar de SERNAC, Loreto Bresky de INAPI.
El sello de Fontaine: pymes, competencia y consumidores
Mientras Hacienda se enfoca en la reforma tributaria y en la macroeconomía, el MOP en la agenda de aceleración económica y Energía en recuperar las confianzas del empresariado –resquebrajadas post episodio de los medidores–, Fontaine centrará su administración en las pymes, la competencia y consumidores (fue el precursor del Sernac financiero en el primer gobierno de Piñera). Aunque mantendrá las Oficinas GPS y OPEN de Valente – destinadas a identificar y resolver cuellos de botella para las inversiones en el país y a mejorar y armonizar el entorno regulatorio, respectivamente–, una de sus prioridades será lo regulatorio y legislativo. Con mayores vínculos con congresistas que Valente, dentro de su agenda ha incorporado ir sistemáticamente al Parlamento. De hecho, el martes llegó a Valparaíso para presentar su agenda legislativa. Joanna Davidovich, su jefa de asesores, en tanto, estará a cargo de un asunto crucial para el ministro: la agenda de inversión y productividad. Se espera, adicionalmente, que Fontaine entregue un impulso fuerte al emprendimiento (creador del programa Start up, estaría pensando en un Start up 2.0). Marcando diferencias con su antecesor, el ministro ha dado señales nítidas en sus primeras actividades: el lunes desayunó en un café del barrio Yungay con los gremios pyme y lo hizo antes de reunirse con la CPC, a cuyos dirigentes recibió el martes en su oficina.
Escasa coordinación
Desde que hace 15 días asumió Fontaine, no ha habido grandes novedades conjuntas entre Hacienda y Economía. Es decir, todavía no existe un debut de la dupla como equipo. Mientras Fontaine estaban en el MOP, ambos impulsaron el programa de aceleración de obras por US$1.400 millones para impulsar la economía, pero iniciativas en la misma línea todavía no se replican desde que el pasado 18 de junio volvieron a tener los mismos puestos que en 2010-2011. Sobre la coordinación frente a determinados asuntos macroeconómicos –una de las fuentes de conflicto en el primer gobierno de Piñera–, en esta ocasión el titular de Hacienda ha reiterado que hay temáticas que son preferentemente de un ministerio, pero que podría haber mayor coordinación para salir a darle mayor densidad comunicacional a algunos asuntos. Lo cierto, sin embargo, es que hasta ahora no ha habido instancias para poner a prueba que los conflictos soterrados del pasado entre Larraín y Fontaine se encuentren superados.