Muchos inversionistas en mercados emergentes comenzaron 2025 con cierta preocupación. Las economías en desarrollo ya se habían visto tremendamente afectadas por la pandemia y por la invasión de Ucrania.
Cuando Trump llegó a la Casa Blanca, prometió un giro radical en el comercio internacional que podría perjudicar desproporcionadamente a los mercados emergentes que se habían beneficiado de las tres décadas anteriores de crecimiento del comercio mundial.
Esto se produjo después de un largo período en el que las acciones de los mercados emergentes se habían quedado rezagadas respecto a las de las economías desarrolladas. Entre 2010 y 2024, el índice de referencia MSCI de mercados emergentes solo había subido un 8,7%, con un rendimiento inferior al del índice MSCI World en más de 200 puntos porcentuales.
Nueve meses después, la rentabilidad de los mercados emergentes ha sido espectacular. Las divisas de los mercados emergentes han disfrutado de los primeros tres trimestres del año más sólidos desde 2010, según Deutsche Bank. En lo que va de año, una cesta de divisas con la misma ponderación ha subido un 12,7 % frente al dólar.
Las acciones también han disfrutado de un rendimiento casi récord desde 2010. De hecho, el índice de referencia MSCI Emerging Market Equities ha subido un 23,9%.
La deuda local también muestra ganancias, con un alza del 6,3% en el índice Bloomberg de deuda con cobertura cambiaria. Y para la deuda de alto rendimiento denominada en dólares, la rentabilidad es del 9,3%, según un índice Bloomberg.
Cautela
Aunque las razones de estos resultados son diversas, hay que tener cautela porque se desconoce si la tendencia va a continuar.
En primer lugar, el dólar se ha devaluado. La divisa desempeña un papel crucial en el comercio de los mercados emergentes, ya que es la principal moneda de facturación de las importaciones y de los sistemas financieros, y una gran parte de la deuda aún está denominada en esta moneda. Por lo tanto, un dólar más débil contribuye simultáneamente a mejorar la balanza por cuenta corriente de las economías en desarrollo y a reducir sus pasivos externos.
Además, como señaló el Banco de Pagos Internacionales en un informe reciente, el financiamiento de los mercados emergentes se ha orientado hacia flujos de cartera y se ha alejado del financiamiento bancario. Los flujos de cartera tienden a ser más sensibles a las grandes fluctuaciones en el apetito por el riesgo.
En segundo lugar, los activos de los mercados emergentes representan una alternativa atractiva para quienes desean diversificar su exposición a Estados Unidos o les preocupan las vulnerabilidades fiscales de los mercados desarrollados.
Además de unas posiciones de deuda generalmente más saneadas, el activo de muchos balances de los mercados emergentes está orientado a materias primas reales, como metales preciosos e industriales y productos agrícolas, lo que constituye una cobertura contra el riesgo de inflación.
Mientras tanto, las economías asiáticas han evitado en gran medida los altos niveles de inflación que han afectado al resto del mundo en los últimos años.
Finalmente, la política prudente ha sido de gran ayuda. Según datos del monitor fiscal del Fondo Monetario Internacional (FMI), la mayoría de las economías de mercados emergentes han estado ajustando su política fiscal desde 2024.
En general, los bancos centrales también han sido cautelosos. Los tipos de interés comenzaron a subir en los mercados emergentes antes que la Reserva Federal a finales de 2021 y principios de 2022, y a un ritmo más rápido. Esto ha permitido a los bancos centrales de los mercados emergentes ser más generosos con los recortes de los tipos de interés durante la fase de recuperación. A su vez, esto ha generado una notable divergencia entre los rendimientos de la renta fija en los mercados emergentes y desarrollados en los últimos 12 meses.
El ingrediente que ha faltado hasta ahora ha sido el crecimiento. Un aspecto clave de la propuesta para las inversiones en mercados emergentes es el potencial de recuperación de ingresos para las economías más ricas.
Aunque algunos mercados emergentes han tenido buenos resultados —Turquía y Polonia son ejemplos—, muchos más han experimentado un crecimiento mediocre desde la crisis financiera de 2008-2009. Una pregunta importante será el éxito de las reformas "antiinvolución" en China para combatir la deflación, que parecen estar dando resultados. Otra será si los beneficios de la inteligencia artificial en términos de productividad pueden extenderse más allá de líderes tecnológicos como Estados Unidos.
Aunque estas preguntas aún no tienen respuesta, un mundo en el que se cuestione el excepcionalismo estadounidense es positivo para las inversiones en mercados emergentes. Un mayor acceso al capital extranjero podría, a su vez, proporcionar a los mercados emergentes fondos para inversiones muy necesarias, algo con lo que cuentan economías tan diversas como Arabia Saudita, Polonia y Filipinas. Podría generarse un círculo virtuoso y un retorno al optimismo sobre esta clase de activos. 