Acompañó a Donald Trump en la Casa Blanca por un año hasta junio de 2020 como presidente interino del Consejo de Asesores Económicos y aunque no fue convocado para el segundo mandato, Tomas Philipson explica y respalda la agresiva política comercial desplegada este año por el Gobierno de Estados Unidos, en la previa de su exposición el próximo miércoles en la cuarta versión del seminario con el cual la Fundación CSAV celebra el Día del Comercio Global.
El economista de la Universidad de Chicago, que también asesoró a la administración republicana de George W. Bush, asegura que el objetivo de Trump era negociar un mejor trato para las empresas estadounidenses en el extranjero y los aranceles han sido útiles para iniciar el diálogo.
En ese marco, cree que la negociación de Chile debe centrarse en las barreras no arancelarias, considerando que para el caso nacional el obstáculo no está en la balanza comercial. Ese diálogo, asegura, se podría ver favorecido si hay un cambio en el sello político del Gobierno, tras las elecciones de noviembre.
-¿Cuál es su balance de la política arancelaria que ha desplegado Trump en su segunda administración?
-Permítame comenzar explicando cómo veo lo que está ocurriendo con los anuncios del 2 de abril sobre los altos aranceles y las posteriores negociaciones. El propósito de ese esfuerzo fue responder a la percepción del Presidente de que las empresas estadounidenses no son tratadas tan bien en el extranjero como las empresas extranjeras lo son en el mercado estadounidense. Ese es el trasfondo del principio de reciprocidad que se está discutiendo actualmente.
El aumento de aranceles en abril tuvo como objetivo llevar a los países a la mesa de negociación, y en ese sentido fue un gran éxito. Aproximadamente 130 países contactaron a la Oficina del Representante Comercial de EEUU (USTR, su sigla en inglés) para iniciar conversaciones, algo que no ocurría desde hacía muchos años. Subir los aranceles y ofrecer luego la posibilidad de eliminarlos resultó una estrategia efectiva para reactivar el diálogo.
-¿Tiene sentido que su agresiva política comercial se dirija incluso a sus socios?
-Para EEUU, los cuatro grandes socios comerciales son México, Canadá, la Unión Europea y China, que representan cerca del 85% de nuestro comercio. El acuerdo con la UE fue considerado un éxito, mientras que con México aún no se ha cerrado; ese proceso está más enfocado en temas relacionados con el fentanilo y otras drogas, dado que alrededor del 90 % de la heroína ingresa a través de la frontera sur. En este caso, las negociaciones sobre comercio se entrelazan con temas de seguridad y narcotráfico. Respecto de Canadá y México, ambos son tratados de manera preferente, ya que el acuerdo T-MEC firmado durante la primera administración de Trump cubre cerca del 90% del comercio entre los tres países, por lo que sus aranceles se mantienen bajos.
Por otra parte, EEUU ve el libre comercio con China de forma distinta, dado que lo considera un adversario. Un comercio completamente libre implicaría fortalecer su economía y, por ende, su capacidad militar, lo que obligaría a EEUU a aumentar su gasto en defensa. Por eso los productos chinos enfrentan aranceles más altos: el libre comercio no tiene los mismos beneficios cuando contribuye al fortalecimiento de un competidor estratégico.
- Más allá de los objetivos hacia el exterior, ¿cómo pondera los riesgos de esta política para la economía doméstica estadounidense?
-Es importante distinguir entre el impacto en EEUU y el impacto en el resto del mundo. Para EEUU, el efecto es limitado, porque solo alrededor del 13% de nuestro PIB proviene del comercio exterior. En cambio, muchos otros países dependen mucho más de las exportaciones y las importaciones. Por eso, cuando EEUU utiliza los aranceles como instrumento de presión, es decir, como amenaza de restringir el acceso a su mercado, el daño potencial es mucho mayor para los demás que para nosotros. Dado que EEUU es el mayor mercado consumidor del mundo, esa amenaza resulta muy efectiva.
-¿No considera relevante el riesgo de presiones inflacionarias que afecten el consumo interno de EEUU?
-Se ha debatido mucho al respecto. Los datos muestran que, aunque los aranceles han aumentado durante 2025, la inflación ha disminuido a lo largo del año. Además, los ingresos por aranceles ascienden a unos
US$ 200 mil millones, una cifra muy pequeña frente al consumo total del país, que ronda los
US$ 20 billones (millón de millones). En términos relativos, eso equivale a menos del 1 % del consumo total, y no todo ese costo se transfiere a los consumidores; parte lo absorben los productores nacionales y extranjeros. Por lo tanto, el posible efecto inflacionario es mínimo.
-¿Cree que los niveles actuales de aranceles se mantendrán o debemos prepararnos para nuevos aumentos?
-No creo que exista presión por aumentarlos nuevamente. El foco ahora está en negociar reducciones, especialmente si otros países abren más sus mercados a las empresas estadounidenses.
Negociación con Chile
Chile quedó gravado con el arancel mínimo del 10%. Recientemente su sector forestal recibió la noticia de una sobretasa adicional de 10% a la madera blanda y aserrada, y aunque esta vez el cobre refinado se salvó, una tarifa de 15% sobre el principal producto de exportación nacional será evaluada en 2027. Este panorama arancelario se define al mismo tiempo que funcionarios del Gobierno chileno negocian con la USTR, frente a medidas unilaterales que transgreden lo establecido en el Tratado de Libre Comercio (TLC)vigente desde 2004.
-¿Cómo puede Chile, un país pequeño, negociar en igualdad de condiciones con la primera economía mundial?
-Desde mi comprensión, la mejor vía para Chile es ofrecer concesiones que mejoren el trato hacia las empresas estadounidenses. Si existen barreras no arancelarias que afectan sectores relevantes para EEUU, eso puede ser un obstáculo. Tengo entendido que EEUU mantiene un superávit comercial con Chile, lo que es inusual, ya que la mayoría de las veces los aranceles se aplican en contextos de déficit. Sospecho que pueden existir cuestiones relacionadas con esas barreras no arancelarias que las autoridades chilenas conocen mejor y que podrían estar dificultando una reducción de aranceles.
-¿Que EEUU no respete el TLC mina la confianza necesaria para una negociación fructífera?
-Esa es una cuestión más diplomática que económica. Muchos países que enfrentan nuevos aranceles tienen acuerdos vigentes con EEUU. La clave es determinar si esos compromisos se están cumpliendo estrictamente o si hay aspectos externos al libre comercio que inciden. Cada caso es distinto.
-En noviembre Chile elegirá a su próximo Presidente, y las encuestas apuntan a un triunfo de la derecha. ¿Un cambio del sello político del Gobierno favorecería la negociación con Washington?
-Ciertamente, cualquier administración tiende a relacionarse mejor con gobiernos que comparten su orientación ideológica, y eso ha sido así tanto con demócratas como con republicanos. Por ejemplo, EEUU impuso aranceles a Brasil por considerar injusto el proceso judicial contra su expresidente. Del mismo modo, un Gobierno chileno de derecha sería visto con más simpatía, lo que podría facilitar las negociaciones. No es algo exclusivo del Presidente Trump, sino una constante histórica.
-¿Existe margen para que Chile obtenga un arancel inferior al actual 10 %, o ese será el nivel base?
-Para cualquier país, la clave está en mostrar disposición a abrir sus mercados a las empresas estadounidenses y luego solicitar reciprocidad. Si la propuesta es suficientemente atractiva, puede lograrse un trato más favorable. Ese es el punto de partida.
-La administración Trump busca limitar la influencia china en América Latina. ¿Se verán obligados Chile y los demás a elegir entre ambas potencias?
-La postura de la administración ha sido permitir el comercio con China en sectores que no comprometen la seguridad nacional -como textiles o bienes de consumo-, pero restringirlo en áreas sensibles como los semiconductores. En esos casos, no se busca el libre comercio. La posibilidad de imponer aranceles secundarios a países que comercien con China se reserva para temas vinculados a la seguridad nacional, como ha ocurrido con India por su relación con Rusia. No creo que se apliquen de manera generalizada.
-Entonces, ¿Chile se verá forzado a elegir?
-No lo creo. Dependerá del sector. Si Chile suministrara material militar a China, la situación sería diferente a la de vender productos agrícolas. Todo depende del tipo de industria.
"Había un caso sólido para otorgarle el premio" Nobel de la Paz al Presidente
Para Tomas Philipson "en términos de resultados, la labor en política exterior del Presidente Trump ha sido más significativa de lo que muchos reconocen", marco en el que destaca "los avances en Irán, los Acuerdos de Abraham y los esfuerzos por estabilizar Gaza". En función de aquello, asegura que "había un caso sólido para otorgarle el premio" Nobel de la Paz, el cual finalmente se le concedió este viernes a la líder opositora venezolana, María Corina Machado.
A su juicio, lo que impidió que el mandatario estadounidense recibiera la medalla sueca fue que "muchas veces la percepción sobre su personalidad interfiere con la valoración de sus acciones".
Philipson además analizó el enfoque de Trump hacia el Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, particularmente el despliegue naval y aéreo en el mar Caribe, frente a las costas de ese país. Al respecto, duda que esto se trate de un movimiento que responda a un enfoque para toda América Latina. "Tras haber trabajado tres años en la Casa Blanca, creo que el objetivo principal del Presidente es reducir las muertes por sobredosis de drogas en Estados Unidos, que superan las 100.000 al año. El enfoque hacia Venezuela está más relacionado con combatir el narcotráfico y declarar a las bandas de droga como organizaciones terroristas que con una estrategia geopolítica más amplia", indica el profesor de la Universidad de Chicago.