Retiro
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Si alguien pregunta “¿qué está haciendo el Papa, a 7 días de poner término a su pontificado?”, la respuesta será: “el Papa está haciendo retiro”. Parece incomprensible, suena como incompatible. La entrega definitiva de un cargo supone mil diligencias que no pueden quedar inconclusas. Y la palabra “retiro” denota cesación de actividad, si uno se retira es porque deja de hacer algo.
El hecho es que por toda esta semana laboral el Papa ha estado haciendo retiro. No lo predica él, y es probable que esté siendo humilde auditor de conceptos y consejos provenientes de alguien menos versado que él en teología y en experiencia sacerdotal. ¿Tiene lógica dedicar estos postreros días útiles a “hacer retiro”?
Recordemos que un Papa es Vicario de Cristo. Cristo se retiraba con frecuencia a lugares apartados del concurso y bullicio de la gente. Trabajaba desde el amanecer hasta el ocaso, predicando en sinagogas, plazas, llanuras, montes y playas, sanando enfermos, enseñando a sus discípulos, visitando hogares, evangelizando ciudades y villorrios, dialogando con judíos, samaritanos, griegos y romanos, polemizando en Jerusalén con los custodios del Templo e intérpretes de la ley mosaica. Pero la noche era sagrada para Él y su coloquio con Dios Padre. Y de tiempo en tiempo se retiraba al desierto o al monte sólo para eso: orar. Ese apartarse de la gente y sus ruidos ¿implicaba desentenderse de las necesidades causantes de esos ruidos? Al contrario, bien sabía Jesús que la oración, aunque por sí sola no sea suficiente para colmar todas las aspiraciones y remediar todos los males, es la condición indispensable para que las acciones produzcan el fruto esperado. Más tiempo ocupó Jesús en orar que en trabajar, y mayores frutos logró con la aparente inacción de su plegaria que con sus interminables jornadas de predicación y sanación.
Pero en verdad la oración no es inacción, es acción, oficio y trabajo por excelencia; en rigor, oficio divino (así se llaman el libro y el trabajo mediante los cuales un millón de personas reza o canta diariamente y por varias horas a Dios, en parroquias, monasterios y hogares: Oficio Divino). Retirarse a orar es dedicarse a laborar, en un trabajo que demanda total y concentrada aplicación de las facultades más específicas y nobles del ser humano.
Lo mismo vale del pensar, otra actividad típica de un retiro. El pragmatismo posmoderno, lejos de minimizar el valor del pensamiento puro, ha tomado conciencia de que aún las decisiones estrictamente “seculares”, en el ámbito de la política y los negocios, exigen ser maduradas por equipos de pensadores (“think tanks”). Y se les paga por eso, por pensar.
Pienso, rezo, luego existo. Retirarse a orar y pensar es condición y garantía de supervivencia, y oficio de máxima rentabilidad. Bien lo sabe un Vicario de Cristo.