El papel de Bachelet en la oposición: ¿Cuál es la idea?
La expresidenta se ha mostrado activa en los dos meses fuera de La Moneda. Esta semana tiene previsto realizar un gesto político a Máximo Pacheco.
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El papel de Michelle Bachelet de este 2018 no es el mismo que el de 2010, cuando comenzó a ejercer de expresidenta en la oposición. A diferencia de hace ocho años, la socialista se ha mostrado activa, presente. Hace algunos días la casa de Las Condes que albergará su fundación comenzó a ser ocupada con sus primeros colaboradores de confianza.
En estos dos meses, a través de la red social Twitter ha escrito en unas 19 oportunidades, de temas bastante variados: el fallo del TC por el lucro en la educación, los éxitos de la selección femenina de fútbol, la carta del Papa Francisco sobre los abusos en Chile, un mensaje de apoyo a los familiares y víctimas del accidente del Sanatorio de Concepción y –el viernes– destacando “los logros alcanzados” en materia de gratuidad en la educación superior, la interrupción del embarazo y el aumento de áreas marinas protegidas.
El pasado domingo 29, en el homenaje que recibió en el Congreso Nacional por la Alianza Progresista –que agrupa a partidos socialdemócratas a nivel internacional– Bachelet llamó a la unidad de la oposición: “Cada vez que hemos logrado conquistas, ha sido porque lo hemos hecho en unidad”.
Dos días antes, en la ceremonia por el aniversario 91 de Carabineros –en un gesto que fue interpretado por algunos como el rompimiento de su abstinencia política– valoró los anuncios del general director Hermes Soto. No se refirió, sin embargo, a las decisiones no tomadas en su gobierno respecto a esa institución.
El jueves próximo en la Universidad Diego Portales, en tanto, junto al diputado Gabriel Boric será la presentadora del libro Revolución energética en Chile, editado por Máximo Pacheco. En el bacheletismo y en el PS se interpreta como un gesto evidente hacia su exministro, con el objetivo de fortalecerlo como uno de los liderazgos posibles en vista de las presidenciales de 2021.
Bachelet está activa y presente. Pero, ¿cuál es la idea?
Esta pregunta contiene al menos otras tres: ¿Busca defender el legado de su segundo gobierno? ¿Pretende dirigir a la oposición y jugar un papel en su recomposición? ¿Quiere ser candidata por tercera vez?
Vamos por parte.
Efectivamente, existen elementos de defensa del legado, aunque a su círculo el concepto no guste nada. No se trata de defender lo realizado por el solo hecho de que sea propio y que se haya efectuado en el periodo 2014-2018, sino porque existe el convencimiento –se explica– que en esos cuatro años se avanzó en materias sustanciales para Chile. Por lo tanto, Bachelet y su gente no se mantendrán inertes cuando estimen que se está intentando enlodar la agenda de su segundo mandato o, definitivamente, torciendo las leyes aprobadas. La expresidenta fue explícita sobre este punto hace algunos días, en la presentación del libro por los 15 años de Comunidad Mujer: “Ha habido algunas áreas en que, a través de reglamentos u otros, se ha buscado torcer el objetivo de alguno de los proyectos que son hoy día ley”. No parece probable que se transforme en una interpeladora constante al actual gobierno –que hasta ahora parece obviarla, no le contesta–, pero no se limitará cuando estime que sea necesario.
¿Y por qué defender el legado –o como se llame– como no lo hizo ningún presidente reciente, al menos desde el retorno a la democracia? Por los contextos, explican en el bacheletismo.
Aylwin no lo necesitó, porque venía Frei. Frei no lo necesitó, porque venía Lagos. Lagos no lo necesitó –dicen–, porque venía Bachelet 1 (los laguistas seguramente no estarán nada de acuerdo con esta premisa, porque siempre han estimado que fue en Bachelet 1 cuando se comenzó a destruir la imagen de Lagos). ¿Y Bachelet 1, por qué no lo necesitó con Piñera 1? Porque la propia Bachelet salió en 2010 con una popularidad de 84%, según la Adimark, mientras que ahora dejó el poder con un 39%, de acuerdo a la misma encuestadora.
Un segundo punto: ¿por qué insistir en la defensa de lo realizado luego de una derrota electoral contundente? ¿No fue una señal suficiente para comprender que el camino elegido –o la forma de llevarlo a cabo– fue perdiendo apoyo popular y la ciudadanía optó por la otra alternativa, la de Piñera, que ganó con la promesa de corrección y consensos? En este punto se usa el ejemplo de Estados Unidos, guardando las distancias: Trump ganó luego de Obama y no porque la agenda de Obama haya estado equivocada y los demócratas deban renunciar a su programa. No era un plebiscito a esa administración (aunque el entonces gobierno lo intentó leer de esa manera luego de los resultados de primera vuelta).
El bacheletismo, en definitiva, sigue convencido y –como sucedió mientras estaban en el poder– desde la oposición este sector no parece abierto a las autocríticas políticas ni de diagnóstico de la sociedad. Si sucedió lo que sucedió –entregarle por segunda vez el poder a la derecha– se debe en buena parte a un momentum de la política a nivel internacional.
A diferencia de hace ocho años, por otra parte, la oposición ahora se encuentra rota y en crisis severa. Y el programa de Bachelet –como han expresado algunos de sus exministros públicamente– en este contexto debe transformarse en el eje articulador de la oposición. Nadie que se autodefina como progresista –se analiza en el círculo de la exmandataria– podría negar que precisamente en torno a esas ideas se debe rearmar la centroizquierda chilena, aunque haya diferencias en torno a la forma y velocidad en que se implementaron las transformaciones.
Entonces, ¿Bachelet está dispuesta a dirigir la oposición? En su mundo se señala que indudablemente es la mayor figura del sector y que en torno a ella confluyen muchos mundos. Ejemplifican: en el acto de la Alianza Progresista del domingo 29 estuvieron presentes, por ejemplo, dirigentes de la DC, que en otras instancias se mantienen al margen de lo que fue la Nueva Mayoría. Lo mismo ocurre con el PC, un partido que finalmente Bachelet tiene en el bolsillo. Aunque determinadas figuras del Frente Amplio la han invalidado como una figura de este periodo –Juan Ignacio Latorre, el senador del Frente Amplio, señaló que no es la persona llamada a unir a la oposición y que tiene que dar un paso al costado– en el bacheletismo destacan determinados puentes con ese mundo: Sebastián Depolo, Javiera Parada, el alcalde Jorge Sharp.
La expresidenta, por otro lado, no pierde oportunidad en enviar mensajes a esa izquierda emergente, a la que siente como una generación-hija. “Las generaciones de antes y las de ahora debemos seguir empujando las causas de la justicia social y las libertades. Juntos. Dejando espacio a que nuestra diversidad amplíe nuestras capacidades. Sin hacernos zancadillas ni tropezándonos por la premura”, indicó Bachelet en el homenaje de la Alianza Progresista.
Por lo tanto, en el bacheletismo no se niega que habrá un esfuerzo de conducción de la oposición (algo que no logró con éxito, precisamente, desde La Moneda). No con un liderazgo como el de Lagos o el propio Piñera con respecto a su propia coalición –liderazgos verticales, le llaman en el círculo de la socialista–, pero jugará un papel. ¿Que si existen resistencias en los partidos? Evidentemente, dicen, porque Bachelet les compite. Al menos hasta ahora, es el espejismo en medio del desierto. Pero que finalmente en la oposición –como entendió tarde el propio candidato Guillier–, se sabe que no resulta políticamente provechoso instalarse contra la expresidenta. La expresidenta, a su vez, desde su fundación intentará formar un espacio que no compita directamente a los partidos, sino que se complemente con los esfuerzos de las colectividades.
Algo anunció ya en esa línea: “Trabajaremos en colaboración con las instituciones y centros de pensamiento de los partidos políticos, pero complementando con un decidido sello ciudadano nuestros aportes. De hecho, la composición y el funcionamiento de la fundación reflejarán su relación orgánica con la sociedad civil”, señaló en su discurso del domingo 29. Ad portas del lanzamiento de su fundación, reconoció que tomó la decisión de seguir ayudando políticamente al progresismo en la medida de sus posibilidades.
¿Todo esto implica una nueva postulación en 2021? Hasta ahora, al menos, no. En público y en espacios de intimidad, dicen en su entorno, repite una y otra vez que por ningún motivo. De acuerdo al escenario actual, la apuesta estaría enfocada en potenciar determinados liderazgos con miras a estos cuatro años en la oposición y a la presidencial próxima. En esta línea, el gesto a Máximo Pacheco del jueves próximo es evidente. No un ungimiento como sucesor –a estas alturas sería apresurado–, pero al menos es una señal que busca potenciar a una figura que convoca a buena parte del laguismo y el bacheletismo. Y que quizás –agregan con simpatía en el entorno de Bachelet– sea un buen competidor ante un candidato de la derecha como Alfredo Moreno.