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Eugenio Tironi: “El punto de referencia de Bachelet es la comunidad progre que dejó en NYC”

A la Presidenta le deben importar poco las críticas locales, dice el sociólogo, porque psicológicamente le rinde cuentas a la agenda ‘made in Manhattan’ de Naciones Unidas.

Por: Rocío Montes | Publicado: Lunes 25 de septiembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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La semana pasada la vimos en Nueva York defendiendo los avances del gobierno en su último discurso ante Nacionales Unidas. Casi en paralelo se conoció que, a partir de marzo próximo, Michelle Bachelet no cultivará tomates ni se dedicará a las labores manuales –como bromeó hace un tiempo cuando le preguntaron por su vida luego de La Moneda–, sino que se reintegrará a la ONU desde un grupo destinado a mediar en conflictos internacionales. Para el sociólogo Eugenio Tironi, para entender a la mandataria resulta crucial analizar el período en que se desempeñó como directora ejecutiva de ONU Mujeres (septiembre de 2010 a marzo de 2013).

“Sus funcionarios actúan basados en principios morales y con un pensamiento bastante más progresista que el que se puede tener desde un gobierno como el chileno”, señala Tironi.

“Desde ese lugar, Bachelet fue haciendo un juicio bastante crítico de su propia gestión anterior. Concluyó que no había logrado hacer lo que a ella le surgía desde las entrañas. Por eso se animó a regresar a una segunda administración: para cobrarse revancha”, expone.

- ¿Qué le pareció su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas?

- Lo encontré muy macizo, notable. Da cuenta de una agenda muy centrada en las cuestiones ambientales, de género y de los asuntos que tienen que ver con las grandes mutaciones culturales de la postmodernidad y, en tercer lugar, de los temas sociales. Pero también con una postura muy clara en términos de la posición de Chile en el mapa internacional: el compromiso con la democracia, la lucha contra el cambio climático, con los derechos humanos. Fue un discurso inusual. De una presidenta de un país chico, de ingresos medios, pero que está presente en la agenda global.

- El balance de la Presidenta no tiene nada que ver con el diagnóstico local, donde diferentes sectores, incluso oficialistas, piensan que en algunos ámbitos se ha rozado el fracaso.

- Los ojos con los que se observa este gobierno en Chile son muy distintos a los ojos que se tienen en el cenáculo que es Naciones Unidas. Porque si uno mira el recetario de la ONU y hace el checklist, este es un gobierno que ha cumplido en buena parte con esa agenda: los derechos de las mujeres, la inclusión, la transparencia en la política, las energías renovables, etcétera.

- Pero Chile no es Manhattan…

-En Chile todo esto no tiene obviamente el mismo impacto, porque lo que sentimos es que esas reformas no han provocado un cambio inmediato en las condiciones de vida de la gente. Más bien, la impresión que tenemos es que han generado turbulencias que han dañado la economía, el empleo y las expectativas, en medio de una coalición política que se ha desmembrado y prácticamente pulverizado y que deja a la oposición en una situación óptima para retomar el gobierno. Entonces, claro, nuestra evaluación de este gobierno de Bachelet es mucho más negativa, mediocre, que aquella que se tiene desde Manhattan.

- ¿Es allá donde está su público objetivo, dice usted?

- El verdadero punto de referencia de Bachelet, a los que psicológicamente le debe estar rindiendo cuentas, es a esa comunidad progre –liberal y cosmopolita–, que dejó en Nueva York. Desde ese punto de vista, su balance no creo que sea malo, todo lo contrario. Finalmente, Bachelet ha impulsado una cantidad enorme de reformas y lo ha hecho respondiendo a los cánones de lo políticamente correcto de su grupo de referencia: los organismos multilaterales que, como todos sabemos, tienen un tipo de doctrina que se forja en una atmósfera bastante protegida.

- ¿Medio irreal?

- No están sometidos a las presiones de la mayoría y minoría política, de los grupos de interés. Es una doctrina que se gesta en una atmósfera ideal, por lo que es bastante mesiánica: pone metas, pero no se preocupa mayormente de los medios. De los medios se encargarán los gobiernos. Por eso cuando uno se pregunta por qué esta Presidenta volvió en 2013 con este nuevo estilo –tan terco, tan determinado, tan orientado a obtener ciertos propósitos cueste lo que cueste y con esta celeridad que se nota incluso en su manera de caminar–, creo que se explica por qué ella ha querido cumplir con estas metas.

- ¿De qué modo?

- Prescindiendo un poco de las contingencias, de los vaivenes de la economía, de los juegos políticos de mayoría y de minoría, de las opiniones un poquito domésticas. Yo presumo que Bachelet ha mirado todo esto como trivialidades, propias de gente medio ignorante, que tiene una mirada muy miope. Ella tiene mucho más confianza en esta doctrina más globalista y ha buscado responder a esa doctrina.

- ¿A Bachelet le importarán las críticas?

- Cuando a ella alguien le presenta el resultado que tiene alguna reforma en las encuestas o en los partidos políticos, por ejemplo, yo creo que le tiene sin cuidado. Ella está respondiendo a otro paradigma. Bachelet, en este sentido, es mucho más militar que política. Se pone una meta –que están muy definidas por esta doctrina multilateral– y en función de ese objetivo trabaja y persevera.

- ¿Coincide con lo que se le atribuye a Bachelet y a su círculo respecto de que será en el futuro cuando se valore este gobierno?

- Si el sistema de Naciones Unidas sigue vigente y sigue teniendo influencia en la opinión pública mundial, como la ha tenido, este gobierno va a ser mucho mejor evaluado en el futuro.

- ¿A la comunidad internacional no le importa que en estos cuatro años se haya quebrado la coalición de centroizquierda?

- Uno de los propósitos de los políticos es preservar sus coaliciones y darle continuidad a su liderazgo, porque muchos cambios requieren un lapsus más largo de tiempo. Desde ese punto de vista, este gobierno no es exitoso. Pero todos esos factores tienen una incidencia desproporcionada en el juicio que nosotros hacemos de este mandato de Bachelet. Me resulta un poquito curioso que los que aplicaron en Chile la retroexcavadora con crueldad y que siguen aplaudiendo la instauración del modelo económico, actualmente rasguen vestiduras por esto de la retroexcavadora de la Nueva Mayoría.

- ¿En qué sentido?

- Los que fueron los adalides de la aplicación de una doctrina contra viento y marea, bajo una dictadura, hoy rasgan las vestiduras por el hecho de que tengamos un gobierno y una Presidenta que, guiándose también por una doctrina, impulsa reformas como lo ha hecho Bachelet. Ahora, es bien curioso que las dos figuras que en los últimos 40 años impulsaron cambios holísticos, con visiones más doctrinarias, hayan provenido de la familia militar.

- ¿Se refiere a Bachelet y a…?

- A Bachelet y a Pinochet. Ambos tan incomprendidos por los políticos y con gobiernos que terminaron con tan escaso respaldo popular. Parece ser un sino de Chile.

- ¿Qué cruce observa entre ambas figuras?

- Es lo otro que ha estado mirando Bachelet todo el tiempo mientras gobernaba: desmantelar lo que instaló Pinochet. La Constitución, el sistema electoral, la cuestión laboral y tributaria, la educación. He señalado que ella está mirando Naciones Unidas, pero cuando saca la vista de ahí, la pone en Pinochet. Es darle la espalda a Pinochet para mirar Manhattan, esos son los dos referentes con los que ha gobernado. Y lo ha hecho con perseverancia, disciplina y hasta con una intransigencia, si se quiere.

- ¿Qué opina usted sobre este gobierno?

- Lo que pasa es que yo personalmente no estoy 100% con esa agenda progre made in Manhattan. Como tampoco estuve con la agenda liberal made in Chicago. Tiendo a ser mucho más flexible y pragmático, tengo una lógica más adaptativa. Considero que es bastante trágico para el país que la centroizquierda, que había costado tanto soldar, se desintegre como se está desintegrando ahora. Pero, a su vez, estoy muy alejado de los que estiman que este ha sido un gobierno desastroso. Tengo una evaluación mucho, mucho, mucho menos mala que la prevaleciente, incluso entre los propios partidarios de la Presidenta.

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