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La orfandad de la centroizquierda

La caída de Lagos y los problemas de la candidatura de Goic dejan al electorado moderado como en medio del desierto

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 12 de mayo de 2017 a las 04:00 hrs.
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El expresidente Ricardo Lagos poco a poco comienza a retomar su agenda internacional luego de la derrota en las presidenciales. "Amigos, la vida continúa", señaló el 10 de abril pasado, cuando bajó su candidatura a La Moneda, y lo está intentando poner en práctica. Si hasta antes de embarcarse en la carrera presidencial era uno de los importantes conferencistas sobre asuntos como la globalización y los desafíos de los países emergentes -incluso por sobre personajes como Fernando Henrique Cardoso-, la aventura chilena y sus consecuencias probablemente dificulten en alguna medida el retorno al circuito. Esta semana tenía en agenda emprender algunos viajes -como intentando que la vida prosiga-, mientras en Chile una generación política parece haber sido desahuciada de golpe, totalmente fuera de las pistas, y cierto electorado de centroizquierda todavía no halla donde instalarse con miras al 19 de noviembre.


Pese a las buenas intenciones que seguramente lo motivan, el senador Alejandro Guillier no consigue seducir hacia el centro. La incorporación del economista Osvaldo Rosales como jefe del equipo programático ha llegado a reforzar una campaña errática, pero las señales del candidato siguen siendo difíciles de interpretar para la opinión pública. En un discurso que en ocasiones parece izquierdista y otras veces moderado, el senador confunde. Quizás porque al propio Guillier no le gusten las clasificaciones de izquierda, centro y derecha -como continuamente explica- resulta titánico intentar ubicarlo en algún lugar del tablero político. Si la llegada de un ex asesor de Lagos como Rosales daban señales en un cierto sentido -quizás el rescate de algo del legado de la vieja Concertación-, el puño en alto del senador en la proclamación del PC hace un ruido innecesario si lo que se busca es capturar a un amplio electorado de centroizquierda.


Parece, quizás, demasiado cansado y cabizbajo, lo que espanta a los votantes. Si hasta hace algunos meses destellaba energía -la energía de la estrella que crecía bajo la promesa de novedad-, Guillier actualmente parece incómodo con la responsabilidad histórica que la Nueva Mayoría le ha puesto sobre la espalda. Todo indica, sin embargo, que correrá toda la carrera, aunque algunos desconfíen y piensen que el senador en algún momento no esté dispuesto a seguir siendo el mártir de un guión predecible.


Existe una generación política desahuciada de golpe -que mira todo el espectáculo desde la tribuna- y un porcentaje incalculable de electores huérfanos que no votarían por la derecha, que desconfían de Guillier y consideran que la democratacristiana Carolina Goic todavía no tiene la estatura del desafío que enfrenta. No se trata necesariamente de un asunto de encuestas, porque Lagos tampoco tenía buenos números, sino de que la parlamentaria por Magallanes quizás carece del calado histórico que se espera de un candidato presidencial y de quien finalmente llega a La Moneda.


Burgos en un nuevo intento


Parte de la extinta Concertación ha llegado a arropar a Goic. El ex ministro DC Jorge Burgos -uno de los viudos de Lagos- llega como administrador de campaña a reforzar la estrategia política de la candidata presidencial que no despega. Su partido, en efecto, no estaba pensando necesariamente en los números cuando tomó la decisión de llegar a primera vuelta de noviembre con candidata propia. Parecía una apuesta de largo plazo que tenía relación con la supervivencia de la DC y la recuperación de su identidad perdida en la Nueva Mayoría. Pero, finalmente, se trata de política y ninguno de sus partidarios se podría conformar con un 2% o 3%. Menos aquella fuerza parlamentaria que se rebela frente a una candidata que dificulta las opciones de reelección de los incumbentes.


Burgos fue un partidario de la candidatura de Lagos y, anteriormente, un dirigente que llegó al segundo gobierno de Michelle Bachelet con las banderas de gradualidad y moderación, las mismas dos que sellaron su destino y que provocaron su renuncia en junio de 2016. Arriba a la campaña de Goic en un momento delicado: con las heridas todavía abiertas en la Nueva Mayoría por la decisión de su partido de llegar a la primera vuelta presidencial y con la negociación parlamentaria encendida. Mientras la DC sigue pujando por una lista parlamentaria única -lo que los beneficia-, sus socios insisten en que no habrá acuerdo posible con dos candidatos en la papeleta. Burgos tendrá la compleja misión de lidiar con ese bloque en unos meses especialmente turbulentos y, sobre todo, evitar que las presiones internas y externas acaben con la candidatura de Goic en agosto, cuando finalizan las negociaciones con miras al Parlamento.


La senadora, aunque no marca, efectivamente ha mejorado en su porcentaje de conocimiento y en valoración positiva. Pero los conflictos políticos de su campaña la han enfrentado con los propios congresistas de su partido. Esta semana hizo varios intentos por despegarse de la mochila de plomo que representa el gobierno para cualquier candidato oficialista. Criticó la decisión del Ejecutivo de no concesionar los hospitales y por no haber impulsado una ley de isapres. En una apuesta no compartida del todo por la fuerza parlamentaria democratacristiana, Goic necesita diferenciarse y tomar distancia del sector de la izquierda de la Nueva Mayoría. Cuestiona decisiones ideológicas -habló de ideologismo de café- y muestra que abraza los mundos públicos y privados.


En la abanderada DC hay algo del mundo que Lagos dejó huérfano. En su equipo programático que presentó esta semana incorpora a varias figuras que fueron rostros de la antigua Concertación y apela a acuerdos amplios de temas estratégicos de futuro. Al menos hasta ahora, sin embargo, al margen de sus intentos la senadora no logra convocar a todo ese mundo centroizquierdista que, aunque herido, desde diferentes espacios y plataformas observa en silencio un escenario confuso.

Observadores desde el margen


Cuando en septiembre pasado Lagos anunció su candidatura, en su círculo señalaban que el ex presidente tenía varios objetivos. El primero, sin duda, regresar por segunda vez a La Moneda. Pero la carrera presidencial, a sus casi 80 años, tenía a su vez la intención de proponer un cierto camino a la socialdemocracia internacional de la que Lagos todavía es uno de sus máximos representantes. Para la socialdemocracia chilena -que siempre se sintió cerca de los procesos de Europa y no necesariamente de Latinoamérica, a diferencia de la DC-, los callejones sin salida de sus pares de Alemania, Francia, Italia y España representaron un golpe fuerte que auguraba los problemas locales.


Con la derrota de Lagos en Chile se esfumó, evidentemente, la posibilidad que observaba el expresidente y sus seguidores de haber alumbrado el camino. Como prueba de que la situación resulta especialmente compleja, la socialdemocracia local enfrenta una especie de extinción mientras la de Francia agoniza. "El PS está muerto", indicó Manuel Valls, el exprimer ministro francés.


A propósito de que el diputado Benoit Hamon anunciara hace pocos días la formación de un movimiento, se dice que en el PS francés no va a quedar nadie ni siquiera para cerrar la puerta por fuera, con su irrelevante 6% de peso electoral.


La elección de Emmanuel Macron ha barrido del mapa a los partidos tradicionales, víctimas de su inmovilismo y su proceso de descomposición. No sería raro pensar que algo de aquello sucediera en Chile. A seis meses de las elecciones, el expresidente Sebastián Piñera parece el mejor armado de los candidatos. Aunque sin poder despejar las dudas sobre su patrimonio y la forma de dejarlo definitivamente al margen de la cancha política, sigue siendo el favorito y el que tiene en la espalda un bloque medianamente disciplinado. Pero hace meses no despega del 25%, lo que parece dejar todavía un espacio suficiente para la aparición de una nueva figura que quizá, como en Francia, deje al descubierto desde las urnas el ocaso de los partidos.


En Goic, efectivamente, hay un leve aroma a esa dupla que durante 20 años gobernó Chile: la sociedad entre la socialdemocracia y el socialcristianismo. Probablemente medio a contrapelo y porque no existen demasiadas alternativas, la parte socialcristiana de esa amalgama ha empezado a formar parte del equipo de campaña de la candidata de la DC. Pero existe todo un mundo que se siente todavía demasiado lejos de ese proyecto y, a la vez, no se siente representado por ninguno. Gente que alguna vez le dio peso especifico a lo que fue la Concertación y que ahora se debe conformar con observar desde el margen.


Mantienen en silencio una mirada crítica de lo que ha sido este segundo gobierno de Bachelet, añoran lo que alguna vez Chile llegó a ser y no se sienten en ningún caso interpretados por un PS pragmático y un PPD sin identidad y prácticas que cuestionan. En una época sin mayor mística, ese grupo de dirigentes y sus electores se sienten por primera vez en minoría, aislados, y probablemente pagando el pecado de no haber sembrado con esmero y paciencia su propia continuidad.

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