Las encuestas y la calle: la apuesta de Alejandro Guillier
Como Bachelet en su primera campaña de 2005, el éxito del senador pasa por convertirse en el candidato ciudadano.
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Los dirigentes de la Nueva Mayoría le piden definiciones, porque de sus ideas poco y nada se sabe: no ha liderado ningún tema de trascendencia nacional. Pero el senador independiente por Antofagasta Alejandro Guillier –que debutó en la política como parlamentario recién en marzo de 2014– parece decidido en darle el gusto a la calle y no necesariamente a la clase política de su conglomerado, donde se concentran algunas de las principales resistencias a su eventual candidatura presidencial. En un escenario donde los políticos son prisioneros de las encuestas, pese a que el voto voluntario debilita su capacidad predictiva, la apuesta del periodista por crecer y robustecerse pasa necesariamente por su índice de popularidad. En el Partido Radical –donde su figura ha caído del cielo– entienden que los números serán el único camino para conquistar a los partidos y lograr imponerse a figuras como la del ex presidente Ricardo Lagos, que sigue apuntando al contenido como columna vertebral de su postulación.
A Guillier lo han criticado por sus indefiniciones y por la falta de ideas. Pero guste o no a quienes tienen altas expectativas del quehacer político, en ese terreno líquido parece hallarse precisamente su atractivo para la ciudadanía. En las próximas semanas, sobre todo hasta las municipales del 23 de octubre, evitará pronunciarse sobre temas complejos y acotará al máximo las entrevistas, un factor de riesgo. Su arremetida estará junto a los candidatos a alcaldes y concejales de la Nueva Mayoría que le han pedido apoyo para sus campañas. Con el objetivo de aumentar su nivel de conocimiento, Guillier se enfocará en recorrer ciudades y pueblos del norte y del sur de Chile, como lo ha hecho discretamente hace meses. En ese territorio juega con ventaja frente a dirigentes que cargan con la mochila de reconocerse como políticos y que se exponen a agresiones cada vez que salen a terreno. Al propio Lagos le sucedió el pasado 2 de septiembre, luego de una entrevista radial.
Como suele suceder con figuras que emergen rápidamente en la política, Guillier no tiene equipo. Su grupo de colaboradores se restringe a un pequeño grupo de técnicos: su jefe de gabinete, el encargado de prensa y un puñado de asesores.
El senador por Antofagasta tampoco tiene partido, pero los radicales los han arropado desde que en las parlamentarias de 2013 compitió con éxito por la circunscripción de José Antonio Gómez en el norte. En el Congreso almuerza una vez por semana con los seis diputados de la bancada y mantiene una relación estrecha y permanente con miembros de la directiva como Ernesto Velasco, el presidente, y Patricio Tombolini, el primer vicepresidente. Han sido sus pilares en este camino presidencial que comienza, pero probablemente tendrá pronto que despercudirse de la sombra de la Nueva Mayoría y de sus dirigentes, al menos en público, si pretende tener éxito. A los radicales no les preocupa: su alta valoración es la mejor noticia para el único partido de la coalición de la centroizquierda que desde 1990 nunca ha llegado a puerto con una candidatura presidencial y que apenas representa el 5,7% de la fuerza electoral, de acuerdo a las municipales de 2012.
Bachelet en modo avión
En la Nueva Mayoría están nerviosos y desconcertados. En los partidos oficialistas coinciden en que el principal problema en este momento lo representa La Moneda, que tiene un 15% de aprobación de acuerdo a la última encuesta CEP y se ha vuelto insensible al destino del conglomerado. Para graficarlo, un dirigente señala que la presidenta Bachelet ha puesto al Gobierno en modo avión: no manda ni recibe mensajes. Con una coalición sin liderazgos y enredada con la elección de su candidato –sumado a la posibilidad de que el respaldo hacia la mandataria siga cayendo– la centroizquierda observa que es altamente posible entregarle el gobierno a Chile Vamos.
En este cuadro de pesimismo y con el tablero revuelto, a 14 meses de las elecciones de 2017 el único camino para el oficialismo parece ser arrimarse a un candidato que no solo sea capaz de ser el más popular de la Nueva Mayoría, sino que tenga los votos suficientes para ganarle al abanderado de la oposición. Con un 62% de indecisos, a estas alturas resulta insensato adelantar cualquier pronóstico. La irrupción de Guillier y sobre todo los números que marca en las encuestas, sin embargo, resultan tentadores para un conglomerado en problemas.
La encuesta de T13-Cadem, dada a conocer el lunes, mostró que Guillier mantiene su primer lugar en valoración política a nivel nacional, con un 56% de aprobación y 33% de rechazo, el más bajo de todos. En la segunda medición de intención de voto para las presidenciales 2017 de Plaza Pública, el senador se perfila como el candidato más competitivo del oficialismo, con un 13% de las preferencias, seguido por Lagos con un 7%. Pero a diferencia de los principales presidenciables de la Nueva Mayoría –Lagos, Isabel Allende, José Miguel Insulza–, Guillier tiene espacio para crecer, porque aunque ha aumentado nueve puntos su nivel de conocimiento desde mayo, el parlamentario se halla apenas en un 76%.
La encuesta CEP reveló la desconfianza ciudadana hacia la clase política: un 50% piensa que "casi todos" los políticos están involucrados en casos de corrupción. En ese contexto, el principal atributo que Guillier pretende explotar como candidato es la credibilidad que la gente le atribuye. El pasado resulta clave para entender el fenómeno: en los tiempos del verdadero poder de la televisión y gloria del rating se convirtió en una figura pública extremadamente visible y conocida. Anticipando la ligera opinión de los lectores de noticias –con una mirada irónica o un gesto sutil, por ejemplo–, por mucho tiempo fue la figura más creíble de la TV local. Desde esa plataforma dio el salto a la política.
Es un laguista, pero la gente no lo sabe
Con una imagen de hombre ponderado –razonable, pero crítico–, Guillier se ha definido como un socialdemócrata. En el Partido Radical explican que es un reformista, que está por la gradualidad y que en ningún caso se siente representado por la línea de la retroexcavadora del senador Jaime Quintana. Como una buena parte del conglomerado, entiende las deficiencias de los gobiernos democráticos, pero valora los avances de los últimos 26 años. Finalmente, Guillier tiene el ADN de la Nueva Mayoría, es un laguista, pero la gente parece no saberlo.
Como Bachelet en su primera campaña de 2005, el éxito del senador pasa por convertirse en el candidato ciudadano. No le hacen falta por ahora definiciones, sino solo tener la habilidad de navegar sin precisar a la espera de un programa. Se desplegará en terreno y evitará vincularse con los dirigentes de la Nueva Mayoría –como la Presidenta hace 11 años–, porque la bandera de la política sigue siendo dañina para los presidenciables que se vanaglorian de provenir de fuera del sistema, aunque en realidad pertenezcan al establishment. No tiene partido ni equipo y es senador de regiones. En definitiva, su inmensa ventaja para efectos de la liga presidencial es que para la gente encarna la novedad, al menos de acuerdo a las encuestas.
En su estrecho círculo se escucha una frase que habitualmente repetían los asesores de Bachelet en 2005: si se transforma en presidenciable será a pesar del conglomerado y solo por el poder de la ciudadanía que logra imponerse a las cúpulas partidarias. En la actualidad, como entonces, para ganar cualquiera es bueno, como señalan en el oficialismo.
No resulta clara la forma en que se terminará de desenredar la madeja, pero a estas alturas parece evidente que la suerte de Lagos pasa por la decisión que tomen los socialistas. En el Partido Radical saben que si el expresidente concita el apoyo del PPD, PS y la DC, Guillier no tendría ninguna posibilidad de ganar una primaria, si finalmente se llega a esa instancia. En ese caso –difícil para Lagos por los resquemores que levanta sobre todo en el socialismo–, el senador por Antofagasta volvería al plan original que había diseñado antes de irrumpir en los estudios de opinión: comenzar a recorrer el camino con miras a las presidenciales de 2022.