El IPoM de marzo, tal como se ha hecho costumbre, revisa a la baja las estimaciones de crecimiento de una manera que no resultó sorpresiva, especialmente si se considera que los analistas del mercado venían ajustando gradualmente sus propias estimaciones en la misma dirección hacia rato. La actualización de proyecciones por parte del ministro de Hacienda hace pocos días y los preocupantes datos que publicara el Banco Central para el cierre del año pasado, hacían esperable un movimiento en la dirección y magnitud descrita.
En la encuesta de expectativas de diciembre, que realiza el propio Banco Central entre los analistas de la plaza, la proyección de crecimiento era de 2,2%, mientras que, en la de marzo la estimación se había reducido a 1,7%. O sea, el Central se puso al día. Para 2017, la primera proyección del Banco Central, 2% a 3%, con una media de 2,5% y riesgos balanceados, coincide con la del mercado a marzo pero, en nuestra opinión, debiera leerse con un sesgo a la baja, ya que es difícil encontrar argumentos que permitan explicar una aceleración con un escenario externo que se prevé similar al de este año. No obstante lo anterior, lo que resulta más preocupante es la debilidad anticipada en la demanda interna, ya que por segundo año consecutivo el consumo crecería menos de 2% y, aunque la inversión aumentaría después de dos años de contracción, la variación proyectada es de apenas 0,5%. El panorama para 2017 no es mucho mejor y, si suponemos que las estimaciones descritas son una razonable aproximación a la realidad, se completarían cuatro años (2014-17) con una expansión promedio de alrededor de 2%, que es menos que satisfactoria, dejando en claro que hay un componente idiosincrático en el mal desempeño de la economía.
En un Informe de Política Monetaria, en todo caso, lo más importante debería ser todo lo relativo a la inflación y la política monetaria, más allá de las útiles y necesarias elucubraciones sobre la actividad. Respecto de esto, el Banco Central mantiene su discurso de que lo importante, por incómodo que resulte que la inflación esté fuera de rango por más de dos años seguidos, es que las expectativas a dos años siguen ancladas en el 3% y que esto le da espacio para mantener una política expansiva y con pocas perspectivas de hacerse algo más contractiva en un futuro cercano, a pesar que el dividendo del petróleo se pueda estar terminando. Si bien se insistió en que el sesgo de la política es contractivo, todo indica que el banco está pensando en no más de un alza a diciembre. Pero la inconsistencia aparece, nuevamente, con el tipo de cambio. Si bien se reconoce, algo que no se reconocía en 2013 y 2014: que la devaluación del peso ha tenido un efecto fundamental en explicar la inflación, se concluye que ésta convergerá a la meta (3%) en 2017. Pero, al mismo tiempo, se asume que el peso se devaluará en el horizonte de proyección, ya que su nivel actual se considera insuficiente en la actual coyuntura. Si se considera una devaluación real de 4% como algo “razonable”, ello puede implicar una devaluación nominal en torno a 10%. Si esto ocurre, la inflación va a seguir sobre 4% todo el año y, tal vez, el próximo también.