Política

Lucy Oporto, a tres años del estallido: "Boric se debe al octubrismo y su gobierno se funda en la asonada barbárica y planificada de octubre de 2019”

La filósofa, investigadora independiente y escritora –se declara allendista y votó Rechazo–, desgrana lo ocurrido hace tres años y sobre el combate a la violencia dice: “¿Por qué sería creíble y confiable este gobierno si el perro Negro Matapacos ha sido un estandarte del octubrismo que lo constituye y al que se debe?”

Por: Rocío Montes | Publicado: Lunes 17 de octubre de 2022 a las 11:55 hrs.
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Foto: Félix Torres Hevia
Foto: Félix Torres Hevia

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La filósofa y escritora Lucy Oporto Valencia (Viña del Mar, 1966), investigadora independiente y autora de títulos como “Los perros andan sueltos. Imágenes del postfascismo” (2015) o “He aquí el lugar en que debes armarte de fortaleza. Ensayos de crónica filosófica” (2021), fue una de las primeras voces en cuestionar el estallido social de octubre de 2019, hace justamente tres años. En esta entrevista analiza el proceso chileno desde Valparaíso, donde reside, y desde el allendismo, una de las facetas que la define, lo que hace particularmente interesante su mirada del Chile actual. “Mi ‘allendismo’ se refiere tanto a mi admiración por la figura de Salvador Allende como al significado íntimo que tiene para mí, más que a algún interés, de mi parte, en algún movimiento u orgánica partidaria, de los que nunca he sido parte, ni lo seré, porque la independencia es lo más importante para mí”, relata Oporto, que se explaya en la figura de Allende antes de entrar en su contrapunto con la nueva izquierda que gobierna.

–“Me basta con su último discurso, para entender que se trata de un ser cuyo espíritu unido a su compromiso con Chile fueron el eje de su vida, con independencia de los errores que haya cometido. No pudo ser una impostura, ni un acto ‘performativo’. Dicho discurso, cuyo foco es la lealtad y la traición, pudiera ser comparado con ‘Gracias a la vida’, de Violeta Parra. Esta pieza ha acabado convertida en pasto para las masas, siendo omitido el hecho de que se trataba de la despedida de ella, al igual que el discurso de Allende. Ambos enfrentaron la inminencia de la muerte y el suicidio. Pero ambos agradecieron los dones recibidos en vida. En el caso de Allende, la lealtad recíproca que él reconocía tanto en ese pueblo como en sí mismo. Y, en el de Violeta, el proceso de desarrollo de su capacidad de conciencia, a través de sus obras. En ambos casos, se trata de epifanías lúcidas, nobles y postreras que, al mismo tiempo, prefiguraban el desastre colectivo que se cernía sobre Chile, con el advenimiento del fascismo”, reflexiona la doctoranda en filosofía, en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

–¿Y cómo se diferencia el allendismo del actual oficialismo, donde conviven socialistas, la nueva izquierda de Gabriel Boric, comunistas…?

–No advierto ni un ápice de la profundidad de Allende en Boric y su horda. Más bien, pareciera tratarse de una recurrencia forzada a una figura, a cuya estatura Boric y las fuerzas políticas degradadas que lo acompañan nunca estarán. Aquél no ha hecho más que presentarse como una caricatura burda de Allende, quien no merece ser deshonrado póstumamente de esta manera. Trata de desnaturalizarlo, a fin de transformarlo en una figura propagandística en función de sus propios intereses, cada vez más incomprensibles y erráticos.

–Usted fue de las primeras voces en criticar el estallido de 2019. A tres años de ello, ¿qué fue lo que ocurrió allí? ¿Era una lucha por mayor igualdad, como se suele repetir, o por bienes sociales al alcance de todos? ¿O era por más y mejor mercado?

–No dudo de la buena fe de aquellos que inicialmente creyeron en el espejismo de una posibilidad de cambio social, con ocasión de la asonada de octubre de 2019, planificada desde las sombras. Pero la codicia y avidez “por más y mejor mercado” demostró ser más poderosa, a través de la acción tanto de vándalos y saqueadores como de aquellos que los celebraron, incluso abiertamente, como cuando un grupo de encapuchados de la Primera Línea fue invitado al ex Congreso, a comienzos de 2020. A esto me refería, en parte, con el concepto de lumpenconsumismo, que es una derivación del concepto de lumpenfascismo, correspondiente al tipo humano (en términos formales) consolidado durante la postdictadura, el cual expresa tanto el envilecimiento generalizado de la población como la transversalidad de la dominación.

–Usted ha hablado de una “decadencia cultural y espiritual” de Chile. ¿Es uno de los antecedentes de la crisis de 2019?

–Más bien, la crisis de 2019 sería su cumplimiento. Dicha decadencia cultural y espiritual ha venido desarrollándose durante décadas, con la complicidad interna de sus propios agentes, asociada, primero, a la dictadura y sus carnicerías, y, luego, al avance y celebración de la sociedad de consumo durante la postdictadura. De ahí, tanto la brotación de una instintividad sin espíritu, que sólo se place en su impulsividad depredadora y sin límites, como de un vacío espiritual, en que la conciencia no puede desarrollarse, ni concebir siquiera la posibilidad de un sentido trascendente ni, menos aún, de una vida interior real, determinante para el despliegue de una cultura arraigada en una tradición.

–Hace tres años se observó una gran destrucción…

–Así es. Pero una crisis como la de 2019 no puede acontecer, sin más, sino que obedece a un proceso de incubación interna e invisible, cuya brotación final se ha mostrado como una voluntad colectiva de destrucción pocas veces vista en Chile, según cierta gente antigua. Pero, a la luz de su evolución posterior, parece haber sido un veneno que se ha ido liberando no para ser expulsado, sino más bien como la expansión de algo siniestro e indefinible, algo obsceno, descarnado, enorme. En suma, la crisis de 2019 no se habría desatado como protesta ante dicha decadencia cultural y espiritual irredenta, sino que sería una manifestación de su realización y cumplimiento.

–¿Por qué dice que la “asonada” de octubre fue “planificada desde las sombras”? ¿Quién la planificó?

–Una asonada es una reunión tumultuaria y violenta que persigue un fin, por lo común, político. En consecuencia, obedece a una planificación. No soy la única que ha usado dicha expresión, a falta de otra mejor. Durante bastante tiempo, se invocó la imagen de los estudiantes evadiendo y vandalizando los torniquetes del Metro, para expresar la alegre espontaneidad de la “primavera de Chile”, antes de su pudrición. Elisa Loncón es un ejemplo entusiasta de esa especie de infantilización manipuladora de lo sucedido. Está por verse si tal fue o no un acto espontáneo, ya que la quema del Metro no pudo haberlo sido. Se requieren profesionales que entiendan de acelerantes, trayectorias del fuego y combustiones, como para haber ejecutado semejante destrucción coordinadamente. La vandalización posterior continuó como conducta imitativa y oportunista, planificada o no, como hipnosis, posesión y resueltas manifestaciones de odio y vileza extremas (quema de iglesias, centros culturales, bibliotecas y el Museo Violeta Parra, entre muchas otras). No dispongo de evidencias que me permitan saber y demostrar quiénes planificaron esto. Pero es inconcebible que, a tres años de lo ocurrido, aún no exista una luz al respecto.

–Se ha referido a la “la juventud autorreferente” o “juventud sin miedo” que inundó las calles en esos días. ¿Cómo describe a esta generación crecida ya en democracia? ¿Es justamente producto del individualismo neoliberal o del mismo consumismo que esta generación critica?

–La expresión “juventud sin miedo” ya existía en 2011. Antes, no recuerdo. Ya en ese tiempo era observable cierta obsecuencia de no pocos adultos ante dicha juventud, en contraste con la “generación de los miedosos”, correspondiente, a lo menos, a quienes nos habíamos formado durante la dictadura (y último testimonio directo de esa época terrible) y despreciados por ese motivo. En cuanto a la “juventud autorreferente”, también guarda relación con esa “juventud sin miedo”, que se proclamaba a sí misma como portadora de grandes transformaciones. Pero no. Esos jóvenes llevan la impronta tanto de dicho individualismo neoliberal como del hedonismo de la sociedad de consumo.

–¿En qué lo nota?

–Esto se muestra en su avidez por lo instantáneo y sin esfuerzo, unido a una pésima educación y tendencia a la disolución y la farra, así como en su forma de vinculación impersonal y desechable, determinada por su exposición prolongada a las nuevas tecnologías digitales. Esto, a su vez, acusa un vacío que también es afectivo, dado que hasta la maternidad y la paternidad han terminado transformándose en productos efímeros y desechables, cuya consecuencia es la soledad y el abandono de muchos jóvenes.

–¿Observa excepciones?

–Hay una excepción a esa especie de envejecimiento prematuro de tantos. También he visto una juventud diferente, totalmente desconocida para mí, interesada en recuperar tradiciones antiguas, que valora tanto a sus mayores como el aporte inherente a su experiencia de toda una vida. En el ámbito intelectual, he observado un interés por recuperar ensayos y otras obras de autores nacionales de siglos anteriores. Es como si, de alguna manera, se estuviese recuperando la valoración de un elemento fundamental para el conocimiento: la transmisión espiritual de una generación a otra, lo cual me parece auspicioso, a pesar de la horrible precariedad en que se encuentra el país.

–¿No toda juventud es autorreferente? ¿No lo era la de la UP, por ejemplo?

–En principio sí, ya que se encuentra en un proceso de definición de su propia identidad. Pero la prolongación de tal situación por tiempo indeterminado deviene en un estancamiento que impide su maduración y crecimiento. Algo de esto hay en esa obsecuencia de tantos adultos ante la juventud, como si sus propias vidas se hubiesen agotado o extinguido antes de tiempo. En cuanto a la juventud de la UP, ésta se sentía protagonista de grandes cambios. Sin embargo, el foco de la UP eran los trabajadores y no los jóvenes.

–¿Rescata algunas voces lúcidas que hayan hecho un diagnóstico apropiado, a su juicio, de lo que ocurrió hace tres años?

–No he leído ni he tenido acceso a todo lo que se ha escrito (mis actuales estudios limitan mi tiempo para otras lecturas). De lo que conozco y he podido leer, están: “La democracia necesita defensores. Chile después del 18 de octubre”, de Sergio Muñoz Riveros, quien ha rechazado la violencia y la barbarie, en defensa de la institucionalidad democrática, desde el principio. El ensayo filosófico y hermenéutico “Octubre en Chile. Acontecimiento y comprensión política: hacia un republicanismo popular”, de Hugo Herrera. “País barrabrava”, de Juan Cristóbal Guarello, y “Siete Kabezas. Crónica urbana del estallido social”, de Iván Poduje. Estos últimos dos trabajos tienen una peculiaridad relativa al mundo de las imágenes en movimiento, capaces de concentrar contenidos diversos. Son trabajos realizados desde perspectivas ancladas en experiencias, observación sostenida y actividades específicas: el periodismo de deportes y la arquitectura y el urbanismo, respectivamente. Pero sus autores plasmaron una reflexión en torno a lo ocurrido en 2019, precisamente a partir de esas imágenes, aportando así con puntos de vista y consideraciones poco habituales, que han contribuido a elucidar lo ocurrido. Son contraejemplos frente al especialismo unilateral y el analfabetismo funcional, que tanto daño han hecho al conocimiento.

–¿Y otros aportes?

–Otros han sido, por sólo mencionar algunos, los comentarios de Sergio Muñoz Riveros, Tomás Mosciatti, Sofía Correa Sutil, Joaquín Fermandois, los integrantes del IES y entrevistas varias.

–¿Y destacaría algunas miradas que, según usted, siguen erradas en la interpretación de lo sucedido en 2019?

­–Entre esas interpretaciones, que más bien expresan una fascinación irracional ante lo ocurrido, abundan las que han justificado y legitimado la violencia y la barbarie incluso teóricamente: académicos en universidades públicas, cierta prensa progresista y ciertos artistas.

–Justamente… ¿por qué ha costado tanto en Chile una interpretación sobre octubre de 2019, y qué papel juega en esta falta de diagnóstico compartido el mundo intelectual, artístico y cultural, la academia, los políticos, los medios de comunicación…? ¿Por qué quedamos atrapados en “la barbarie”, como usted ha analizado?

–Algunos vieron en estos eventos la posibilidad de realizar, continuar o dar cumplimiento a un proceso revolucionario truncado en 1973. Y eso, al parecer, produjo una obnubilación de la conciencia. Desde octubre de 2019, vengo observando una especie de hipnosis o posesión por un espíritu, que se ha mantenido durante los últimos tres años, si bien ha menguado, a lo menos tras el triunfo del Rechazo. Un ejemplo es el documental de Patricio Guzmán, “Mi país imaginario”, cuyo eje es la reivindicación actual de esa posibilidad, pero abordada unilateralmente, sin tematizar la cuestión de la violencia desde un enfoque más amplio, como lo exigía el peso de la realidad. No obstante, hay otros factores, como la destructividad inherente al avance de la sociedad de consumo y su avidez que deleita, la cual ha acabado contaminando el pensamiento mismo. Esta combinación de elementos muestra que el daño producido por la dictadura –y, tal vez, también por la herencia psíquica implicada en conflictos bélicos de épocas anteriores– es aún más profundo de lo que parece y se sabe hasta ahora.

–¿A qué se refiere?

–La irracionalidad, desmesura, locura y barbarie desplegadas obscena y descaradamente en estos últimos años, que abarcan el proceso constituyente, la fallida nueva Constitución y el gobierno de Boric, muestran una voluntad autodestructiva y de disolución en vastos sectores de la población, incluida una parte no menor del mundo académico, intelectual, artístico y cultural.

–¿Cómo entiende a los mayores que se han acercado políticamente a la nueva generación? Eugenio Tironi decía en estas mismas páginas: “No le puedo negar a los jóvenes el derecho de plantearse otro modelo de país”, en referencia a la propuesta de nueva Constitución…

–Lo veo como una claudicación de los mayores ante la nueva generación. A pesar de la traumatización subyacente, es una claudicación cómoda y oportunista que endosa a las nuevas generaciones una responsabilidad no asumida, con escasa autocrítica, y de modo autorreferente. Es, además, una negativa a envejecer y hacerse cargo de la propia vida vivida. Todas las edades son importantes, pero en el caso de la moderna sociedad de consumo y sus prestigios envilecedores, sólo importa la juventud, lo nuevo. Y, en el caso de Chile, se trata de una juventud más bien ignorante, carente de una auténtica formación, de un alma fuerte arraigada en un espíritu profundo, de una capacidad de discernimiento desarrollada, y de sentido de la responsabilidad: una juventud arrogante que se place en la inconsciencia, como la instalada en el gobierno. En consecuencia, no comparto la condescendencia paternalista de Tironi, ya que no condice con la envergadura de la violencia reinante implicada en el octubrismo, en que se funda el ascenso al poder de esa nueva generación.

–¿Los juicios y acciones políticas de la nueva izquierda en medio de la crisis, sobre todo respecto de la violencia, han representado una especie de boomerang ahora que esta generación está en La Moneda?

–Así es. Boric y su horda actúan como si vinieran descubriendo la pólvora respecto de la violencia. O se comportan cínicamente o, en verdad, el peso de la realidad se les vino encima. Es pertinente no olvidar que Boric se debe al octubrismo, que su gobierno se funda en la asonada barbárica y planificada de octubre de 2019 (continuada después como conducta imitativa y oportunista), y que el acuerdo del 15 de noviembre de 2019 –que dio lugar al proceso constituyente y a la fallida Constitución resultante­– obedeció al chantaje implicado en esa violencia. Y lo peor: que tanto el octubrismo apoyado por intelectuales provenientes de la izquierda postmoderna como el gobierno de Boric coinciden, en el tiempo, con la escalada de violencia, la inmigración ilegal descontrolada y el avance del crimen organizado. Y, dado que se trata de relaciones necesarias y de elementos constitutivos, es difícil que desaparezcan, o que sus agentes se transformen en una especie de segunda naturaleza respecto de sí mismos.

–Hace unos días, el padre de un carabinero asesinado hablaba de cierta incongruencia: cómo creer a un gobierno del que forman parte quienes miraban hasta con cierta gracia la figura del “perro Negro Matapacos”. ¿Concuerda?

–Concuerdo totalmente con él. En efecto, ¿por qué sería creíble y confiable este gobierno, si el perro Negro Matapacos ha sido un estandarte del octubrismo que lo constituye y al que se debe? Yo misma hice un seguimiento de esa figura, desde que la vi por primera vez, en Valparaíso, poco después del 19 de octubre de 2019, puesta en afiches, con el eslogan: “El pueblo no saquea al pueblo”. Parecía una amenaza y una defensa por anticipado. Sugería que los responsables de la vandalización y los saqueos no pertenecían al “pueblo virtuoso y consciente llamado a convertirse en sujeto histórico y agente de la revolución”, sino que habrían sido los propios carabineros.

–Hubo violaciones a los derechos humanos en el marco de la represión…

–Es cierto que éstos tuvieron responsabilidad en graves daños a manifestantes, pero durante los meses posteriores, la horda populachera con sus tentáculos políticos e intelectuales los culparon encarnizadamente de todo, hasta de existir. La presencia de esa imagen del perro no es un hecho banal: adquirió forma, externamente al menos, a partir de una identificación ya existente de los quiltros con “el pueblo” o “los pobres y oprimidos” o “los marginados”, y todas sus variantes degradadas y degradantes: lumpenesca, anárquica y barrabrava.

–Usted ha estudiado esta imagen del quiltro…

–Vi la imagen de un grupo que transportaba al hombro una estatua de ese perro, en medio de un crepúsculo siniestro, durante aquellos días de éxtasis en la plaza Baquedano, que algunos han identificado con el becerro de oro descrito en “Éxodo”. Después, encontré una intervención digital publicada el 23 de octubre de 2020, en YouTube. Muestra un helicóptero que deposita una enorme estatua del perro sobre el monumento a Baquedano, reducido a la nada, aplastándolo y haciéndolo desaparecer aséptica e instantáneamente. Era una reafirmación del octubrismo. El 18 de octubre de 2021, otra representación del perro fue instalada sobre el plinto ruinoso del monumento a Baquedano, tras el retiro definitivo de su estatua ecuestre, vandalizada durante meses. La persistencia de la imagen de Negro Matapacos, como vil estandarte del octubrismo, indica que se trataba de un programa y no de un carnaval espontáneo. Lo último que vi, hace poco, fue otra estatua del perro, en el foso de la entrada clausurada de la estación Baquedano, con un altar y un entorno decadente, ruinoso y sucio.

–¿Cómo lo interpreta?

–Como imagen simbólica, correspondería a la instintividad sin espíritu que ha dominado este proceso de descomposición desde el principio: un perro que asesina carabineros y concentra una voluntad colectiva e indiferenciada de exterminarlos. Así se convirtió en el ídolo teriomorfo de la horda de perros. En textos bíblicos y otras fuentes antiguas, la jauría encarna la violencia persecutoria, llegando a adquirir incluso un carácter diabólico. El primitivismo de la imagen del perro Negro Matapacos acusa una voluntad y una complacencia en la deshumanización, con un ánimo vindicativo y revanchista amparado en la proclamación vociferante de derechos ilimitados: una variante más del todos contra uno, como cifra de la violencia colectiva que amenaza con sepultar el país.

–En este contexto, que a veces se vuelve muy confuso, ¿qué papel cumple hoy el crimen organizado, al que usted ha hecho mención?

–El peor de todos: acelerar la corrupción, la descomposición y la destrucción de Chile, en todos sus niveles. Corresponde sostener categóricamente lo siguiente: la juventud, sobre todo, debe entender que, si decide someterse a las seducciones de esa lacra abominable, su destino será uno solo, la muerte. Y no la muerte heroica, en que un ser humano decide consciente y voluntariamente sacrificar su vida por un bien superior, sino la muerte abyecta: a traición, o bajo tortura con descuartizamiento del cadáver, o debido al efecto envilecedor y aniquilador de las drogas, o a su transformación en sicarios y proxenetas, o debido a pugnas internas entre bandas rivales.

–En el proceso constituyente y las iniciativas populares de norma, una de las más votadas fue una relativa a la liberación del cannabis, la ayahuasca y hongos alucinógenos…

–Y, peor aún, fue apelando a libertades y búsquedas pseudoespirituales que debían ser garantizadas por el Estado chileno. Fue la tercera más votada, aunque rechazada: toda una prioridad nacional y una fuente de negocios. Significa que en una parte no menor de la población existe una disposición a legitimar de algún modo la industria diabólica y envilecedora del crimen organizado. Su psicopatía estructural, capaz de una maldad infinita, es el cumplimiento de la sociedad de consumo. Ofrece todo a la juventud sin educación, ni familia, incluidos los hijos abandonados como a mascotas consideradas desechables, y también a adultos codiciosos con ambiciones ilimitadas: mucho dinero, poder, placer, bienes superfluos a granel, derroche orgiástico, posibilidades de ostentación, sentido de pertenencia de horda y reconocimiento, aunque esta impostura signifique la nivelación, la deshumanización, el vacío y la muerte abyecta y violenta.

–El crimen organizado se está tomando las zonas más pobres de Chile…

–Hay grandes necesidades que han terminado siendo capitalizadas por el crimen organizado, como en el caso de la vivienda y los campamentos. En consecuencia, si no es combatido con decisión y fuerza por el Estado chileno, y por todos en lo que nos cabe, y si Chile termina convertido en un narcoestado, se acabó. El narcofascismo imperante será peor que la dictadura, peor que la muerte.

–Usted ha escrito sobre “la disolución de Chile”. ¿A qué se refiere?

–Al hundimiento de Chile en una última oscuridad, a un estado de inconsciencia generalizado, a una epidemia psíquica, como la denominó Jung. Él sostenía que acontecimientos históricos como las crisis políticas, religiosas y sociales, eran ocasiones propicias para que el inconsciente colectivo se manifestara al modo de una posesión, debida a la energía de algún arquetipo, cuyo enfrentamiento y transformación exige fortaleza y capacidad de conciencia. En este caso, se trata de la madre terrible, que es una personificación del inconsciente colectivo mismo.

–¿La madre terrible?

–Es el arquetipo dominante en Chile, y una de sus manifestaciones puede ser ésa: voluntad de disolución en distintos niveles (institucional, social, personal), incluso hasta la desaparición de lo humano, junto con la capacidad de conciencia y de discernimiento; voluntad destructiva, como viene mostrándose desde la asonada de octubre de 2019, con su racionalidad instrumental al servicio de muy oscuros intereses; nivelación, indiferenciación, muerte. Y también, debilitamiento de las virtudes masculinas y predominio de lo femenino en su vertiente maligna, unilateral y funcional al marasmo y la muerte. Boric y las mujeres que lo rodean son un buen ejemplo de eso.

–¿En qué momento se halla Chile hoy, tras el rechazo a la nueva Constitución? ¿Nos encontramos aún en un “proceso de descomposición y derrumbe institucional”, del que ha hablado?

–El momento actual es de gran incertidumbre. Es cierto que, con el triunfo del Rechazo, no habrá una refundación de Chile como si nada hubiese existido antes, en siglos, a partir de la idolatría y entronización de la llamada juventud sin miedo que, a juzgar por la evidencia, no llegó a la adultez, ni a la mayoría de edad intelectual. Pero ese proceso de descomposición y derrumbe institucional no se ha detenido, como lo muestran la continuidad de la escalada de violencia y el avance del crimen organizado, sobre todo. Además, las tensiones entre el fracaso del Apruebo y el triunfo del Rechazo se han ido tornando más virulentas con el paso del tiempo, lo cual es parte de ese proceso de descomposición. No veo una aceptación de la derrota conscientemente asumida, sino una prolongación de la misma maledicencia presente durante el proceso constituyente y su farra, pero peor.

–Lucy y… ¿usted vislumbra una salida?

–Me hallo en ascuas, a pesar de haber votado por el Rechazo. Continuaré con mis observaciones, atenta a lo que suceda. Yo también quisiera que hubiese transformaciones profundas: una superación real de la herencia dictatorial en todos los niveles, una superación real de la barbarie. Pero si las mezquinas luchas intestinas por el poder de todas las fuerzas políticas en pugna y el octubrismo perseveran y, sobre todo, si éste insiste, siquiera por omisión, en su espíritu destructivo, disolvente, nivelador y sin sentido de los límites, ni noción de que las decisiones, los actos y las afirmaciones tienen consecuencias, responsables y culpables reales, Chile podría terminar de hundirse. ¿Y entonces, qué? ¿Expansión del todos contra uno hasta desembocar en una guerra civil o un golpe de Estado?

–Por último... ¿qué tal Valparaíso hoy, a tres años de 2019?

–Se ha recuperado un poco, pero la ciudad sigue siendo un desastre. Las huellas de la vandalización siguen ahí, además de la miseria, la inmundicia, la proliferación escandalosa del comercio ambulante, la crisis del transporte, y el avance del crimen organizado, con sus balaceras y asesinatos a mansalva. El líder del cártel Tren de Aragua está encarcelado aquí. Tal situación es una fuente de contaminación y putrefacción: emana como un veneno que en cualquier momento pudiera expandirse.

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