Francia pierde esperanzas en su presidente

A medida que el ambiente electoral empeora, las perspectivas para François Hollande de aminorar la insatifacción hacia su gobierno son poco alentadoras.

Por: | Publicado: Viernes 6 de diciembre de 2013 a las 05:00 hrs.
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El ambiente social y político francés ha empeorado considerablemente desde octubre. La insatisfacción por mucho tiempo con el desempeño del presidente, François Hollande del Partido Socialista (PS), se ha cristalizado en torno al tema del aumento de los impuestos, lo que provocó protestas generalizadas y en ocasiones violentas, y un agotamiento de la autoridad gubernamental. Sin elecciones presidenciales o legislativas programadas hasta 2017, existe una probabilidad preocupante de una parálisis política prolongada en un momento en que Francia se encuentra en clara necesidad de liderazgo y reforma. Hollande podrá reorganizar su gobierno en 2014, pero el impacto de esta medida en el ánimo del público sería menor. Una grave escalada de descontento social sigue siendo poco probable, pero ya no es un riesgo insignificante.

El electorado francés tiene una opinión cada vez más prejuiciosa de los políticos y de la trayectoria de los que han marcado el país. En una encuesta de opinión publicada el 3 de diciembre, casi el 75% de los encuestados dijo que Francia está empeorando, mientras un 88% cree que los gobiernos ya sean de izquierda o derecha no “se preocupan de personas como ellos”. Los votantes franceses tienen una larga tradición de menosprecio hacia su elite política, pero ahora hay una sensación palpable de que el proceso político no está cumpliendo con las expectativas del público. Esta disyuntiva ha empezado a tener efectos desestabilizadores.



El estallido de la crisis


Hollande y su gobierno liderado por el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, llegó al poder a mediados de 2012 con un desafiante telón de fondo caracterizado por un estancamiento económico, finanzas públicas débiles y niveles récord de desempleo. La respuesta de Hollande fue torpe. Las fallas de comunicación, junto con la pobre preparación de muchas medidas que fueron anunciadas, significó que casi todos los sectores de la sociedad –y todas las categorías de empresas- fueran antagonistas. Estos problemas provocaron una serie de modificaciones de políticas y retrocesos, y un creciente sentido de deriva gubernamental.

Hasta hace poco, sin embargo, el gobierno había logrado hacer lo suficiente como para no llevar a los electores clave a una revuelta abierta en contra de sus políticas. Fue capaz de mantener una senda de consolidación fiscal en la que navegó, incómodamente, entre las demandas de sus principales partidarios de izquierda, de centro y los del sector empresarial, en cuya confianza dependían la recuperación económica y la renovada creación de empleo. Sin embargo, este precario equilibrio se rompió en octubre con el estallido de protestas violentas en la región occidental de Bretaña por los llamados “bonnets rouges” (una referencia a una revuelta contra los impuestos del siglo 17).

Las protestas fueron provocadas por la introducción planeada de un nuevo impuesto a los vehículos de carga pesada (el “ecotax”) en un momento en que las empresas de la región ya estaban con problemas y los despidos estaban incrementándose.

A fines de octubre, las protestas obligaron al gobierno a suspender el impuesto. Pero las manifestaciones continuaron y la marcha atrás dada por el gobierno sirvió principalmente para demostrar su combate con la autoridad.

El ecotax fue firmado inicialmente por el gobierno de centro-derecha anterior; también tiene el apoyo del principal aliado socialista, el Partido Verde. Para que una medida con ese tipo de apoyo multilateral de los partidos obligue la capitulación del gobierno, destaca la debilidad de la administración.

En lugar de poner punto final a la crisis del ecotax, el gobierno pudo haber avivado más protestas al dar la impresión de que va a ceder en puntos clave de su programa fiscal para las protestas empresariales y regionalistas. La evidencia anecdótica abunda sobre el creciente descontento y las protestas de diversos grupos profesionales y sociales se han extendido desde octubre.



Incremento de la parálisis


Incluso con un incremento importante (desde una base muy baja) en los comicios del próximo año, los partidos más lejanos del espectro político no se convertirán en una amenaza creíble a la posición del presidente. Pero van a drenar aún más su legitimidad y efectividad. Por tanto, es probable que Hollande reorganice su gobierno durante 2014, en un intento por dar a su mandato un nuevo comienzo. Sin embargo, una reestructuración no es la panacea.

Una posibilidad más radical abierta al presidente es disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones. No obstante, salvo una escalada desastrosa de malestar social, esto es altamente improbable. La mayoría en la que puede confiar Hollande en la Asamblea Nacional (cámara baja) es casi seguro que sería aniquilada, dejándolo con menos probabilidades que nunca de poder poner en práctica su agenda para el resto de su mandato.

Como están las cosas, por lo tanto, las perspectivas parecen pocas para Francia de encontrar en los próximos años, el liderazgo y la dirección que tanto necesita.

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