El Senado de Estados Unidos
aprobó hoy
finalmente y tras meses de intensas negociaciones la reforma del
sector financiero, la más ambiciosa desde los años 30 y que cambiará
la forma como la banca funciona y es supervisada.
Los demócratas
lograron que el texto, de 2.300 páginas, contara
con 60 votos a favor, mientras que 39 republicanos votaron en
contra.
Ahora el texto será enviado para su firma, la próxima
semana, al
despacho del presidente Barack Obama, que se apunta así otro éxito
político en su agenda, posiblemente el último antes de las
elecciones legislativas de noviembre.
El voto de hoy culmina un
largo y complicado proceso, en el que
la banca de Wall Street ha ejercido duras presiones para suavizar la
regulación, y en el que los republicanos han peleado para que no se
aumente la injerencia pública en el sector financiero.
Durante el
proceso de negociación iniciado hace meses, el
Congreso estadounidense ha barajado varias versiones, si bien la
aprobada hoy por el Senado recoge el consenso de las dos cámaras.
La
ley reforma todas las áreas de los mercados financieros, desde
cómo los consumidores obtienen sus hipotecas y las tarjetas de
créditos a cómo el Gobierno puede desmantelar una firma financiera
que ha entrado en quiebra.
No obstante, cuando Obama firme el
texto, el trabajo de reforma
no habrá concluido, pues la ley tendrá que ser desarrollada con 533
reglamentos elaborados por las agencias reguladoras.
Serán,
precisamente, estas normas las que determinarán cómo
afectará la legislación a la banca y a los particulares, si bien la
intención general es aumentar la protección del consumidor y vigilar
más al sector para evitar que se comentan de nuevo los excesos que
condujeron a la crisis financiera iniciada hace dos años.
En
términos generales, la ley establece por primera vez una
regulación de los derivados, unos mercados muy sofisticados que se
situaron en el ojo del huracán durante el derrumbe financiero.
Además,
se establecen muchos límites a la banca, entre ellos el
de usar su propio dinero para invertir junto a sus clientes en
mercados especulativos, y se les impone exigencias más duras a la
hora de calibrar el riesgo o reforzar su capital.
La ley también
obliga a los bancos a segregar sus negocios
vinculados a los mercados de derivados, y otorga al Gobierno la
capacidad no sólo de intervenir entidades que estén al borde del
colapso, sino también de someterlas a una liquidación ordenada.
Uno
de los pilares es la protección del consumidor, y sobre todo
la propuesta del Gobierno de Obama de crear una agencia
independiente encargada de vigilar la venta de productos financieros
a los particulares.
La ley también establece nuevas reglas para
la concesión de
hipotecas, con objeto de prevenir los abusos que contribuyeron en el
colapso del sector inmobiliario.
Las autoridades reguladoras y
supervisoras también salen
reforzadas y con capacidad de establecer una mayor vigilancia sobre
las grandes firmas, para detectar las situaciones de alarma en sus
primeros estadios.
La aprobación de esta ley se ha convertido,
junto a la reforma
del sector de la salud, en los dos grandes logros de Obama en la
primera parte de su mandato, que concluye en noviembre, coincidiendo
con las elecciones legislativas.Para la segunda mitad ha dejado
otras prioridades, como la
reforma migratoria y del sector energético.