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Nuevas protestas en Brasil no suscitan apoyo

Los reclamos de los estudiantes contra el alza en tarifas de transporte, que en 2013 se convirtieron en un movimiento nacional, esta vez no encuentran eco.

Por: | Publicado: Lunes 2 de febrero de 2015 a las 05:00 hrs.
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En junio de 2013, un incremento en la tarifa del transporte público brasileño de US$ 0,08 desató protestas de los estudiantes que rápidamente se convirtieron en un movimiento más amplio en el que más de un millón de personas salió a las calles en todo el país para denunciar la mala calidad de los servicios, la corrupción del gobierno y los abusos de la policía.


Ese incremento de precios fue luego revertido. Pero este enero, en medio de una serie de difíciles recortes en el gasto y alzas de impuestos, las autoridades volvieron a subir las tarifas, esta vez, en US$ 0,20, a US$ 1,35.


Una nueva ronda de protestas lideradas por los mismos grupos estudiantiles estalló, pero sin expandirse hacia el resto de la población.


Algunos en Sao Paulo dicen sentir temor de quedar atrapados en los violentos choques entre la policía y los manifestantes o verse asociados a la destrucción de propiedad o a los grupos que reclaman y cuyas visiones políticas son muy diferentes entre sí. Otros dicen que están menos interesados en la política luego de una polarizada campaña electoral el año pasado, en la que la presidenta Dilma Rousseff ganó por estrecho margen un segundo período y el Congreso se movió ligeramente hacia la derecha.


"Yo apoyé el movimiento (en 2013) y salía a las calles después de casi ser asaltada en la calle por la policía durante una protesta anterior", dijo Moara Juliana Santos, una diseñadora gráfica de 29 años. "Pero después de un tiempo, vi a personas protestando contra 'todos los partidos' o tratando de derrocar al gobierno, cosas con las que yo no quería tener que ver, y decidí dejar de participar".


Mientras marchaba hacia el ayundamiento de Sao Paulo junto a unos cuantos miles de manifestantes hace algunos días, la asistente de laboratorio Lourdes Araujo reconocía que es poco probable que convenzan al gobierno de echar pie atrás con las alzas, ante las señales de debilidad de la economía y las promesas de las autoridades de recortar el presupuesto.


"Nuestra responsabilidad es protestar, incluso si no funciona. Si no hubiéramos salido a las calles en este país en los últimos años, las cosas habrían sido peores", dice Araujo, de 65 años. "Pero todavía somos blanco de todo tipo de ataques, a nuestras billeteras, o por parte de la policía."


Pocos minutos después, y sin una orden previa para que se dispersaran, la policía militar lanzó gas lacrimógeno a la multitud, cuyos integrantes corrieron en todas direcciones, cubriendo sus caras mojadas con sus camisas. Fue sólo después de una brutal represión por parte de la policía que el apoyo a las protestas de 2013 se extendió a todo el espectro político, pero este tipo de enfrentamientos ahora se ha convertido en una situación común.

Agua y electricidad
Algunos brasileños no se oponen para nada a la nueva alza de tarifas, considerando que es aceptable, dado que la ciudad ha invertido en ciclo vías, ofrecido transporte gratuito a los estudiantes y congelado los precios de los pases mensuales.


Otros, como Wilma Pereira, una empleada de una farmacia que recientemente vio a unos cuantos miles de jóvenes marchar frente a su lugar de trabajo ondeando banderas negras y rojas, dice que el enfoque en el transporte público es demasiado estrecho, considerando todos los serios problemas que han surgido desde 2013.


"Yo los apoyo. Tienen que estar ahí haciendo oír su voz. Pero si hay una cosa que quisiera que se solucione, es la crisis del agua", se queja Pereira, de 48 años, que en su casa está sin suministro de agua todas las mañanas desde mediados del año pasado. Una sequía particularmente dura ha dejado a los residentes de Sao Paulo sin agua a ciertas horas del día, y la semana pasada hubo cortes de electricidad en varias regiones del país, a medida que los brasileños encendían sus equipos de aire acondicionado a la máxima potencia. Los analistas esperan que haya más racionamiento de energía durante el año.


Después de un largo viaje en bus a sus casas en medio de una ola de calor que provocó apagones en once estados, Pereira no puede tomar una ducha cuando llega. Aún así, prefiere no unirse a las protestas. "No tendría el valor para meterme en medio de la violencia que podría explotar", dice. "Tengo una familia".

Más ajustes
Rousseff ha designado a un equipo económico más conservador desde su reelección, y su gobierno pretende cumplir las metas de presupuesto a través de recortes del gasto y alzas de impuestos. Desde diciembre, los precios de la gasolina han aumentado dos veces y se han impuesto límites en los subsidios para estudiantes. También se anunciaron alzas de impuestos a los cosméticos y las importaciones. Y se esperan ajustes más complicados.


En 2013, las tarifas del transporte pasaron al centro del debate nacional gracias al esfuerzo del Movimiento por el Pase Libre, un grupo que aboga por la total abolición de los cobros de transporte. El grupo nuevamente está organizando marchas pero no ha sido capaz de atraer a otras personas más allá de su núcleo de partidarios.


"Estoy en contra del incremento de los pasajes porque nuestro sistema de transporte no es tan bueno como debería", argumenta Bruna Galvao, una diseñadora gráfica de 27 que trabaja en una agencia publicitaria y que, sin embargo, esta vez decidió quedarse en casa.


"Pero ahora, pienso que en general mucha gente no está allá afuera porque el alza de la tarifa ya se aplicó, y el movimiento puede parecer utópico".

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