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Donald Trump crea caos con su guerra comercial

Se mantiene la pregunta de si otros países deberían responder con represalias.

Por: Martin Wolf, Financial Times | Publicado: Miércoles 11 de julio de 2018 a las 04:00 hrs.
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El líder del país más poderoso del mundo es un ignorante peligroso. Entonces ¿cómo debería responder el resto del mundo? Lo que hace esto tan difícil de contestar es que Donald Trump ha creado caos. Resulta tan difícil negociar con él porque nadie sabe lo que él y su equipo quieren. Esto, simplemente, no es normal.

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Las acciones comerciales de la administración y las intenciones anunciadas son, en este contexto, importantes por sí mismas e indicativas de una disfunción mayor. Estados Unidos ha impuesto aranceles a las importaciones de paneles solares, lavadoras, acero y aluminio. Si se suman dos rondas de aranceles a China bajo la sección 301 de la Ley de Comercio de EEUU de 1974, el intercambio afectado llegaría a cerca de 7% de las importaciones de EEUU.

Si se permite la amenaza de represalias contra represalias, que podrían afectar a US$ 400 mil millones de importaciones adicionales de China, además de la posibilidad de aranceles por US$ 275 mil millones a las importaciones de autos y partes, el total de importaciones afectadas alcanza los US$ 800 mil millones, o cerca de un tercio de las importaciones de bienes de EEUU. Las acciones estadounidenses ya han causado represalias.

La administración ha justificado las acciones que ya entraron en vigor sobre el acero y el aluminio haciendo referencia a la seguridad nacional. La misma lógica es usada en una investigación a las importaciones de autos a EEUU, que se lanzó en marzo. Los temores sobre el abuso de esas excepciones de seguridad explica por qué las reglas de la Organización Mundial del Comercio son restrictivas. Esas excepciones se enumeran en relación a “materiales fisibles” o “el tráfico de armas, municiones e implementos de guerra y al tráfico de otros bienes y materiales realizados directa o indirectamente con el propósito de abastecer un establecimiento militar”, o “tomados en tiempos de guerra u otras emergencias en las relaciones internacionales”.

Las acciones de EEUU sobre el acero y el aluminio y, aún más absurdo, los autos, violan claramente las reglas de la OMC. Pero si Canadá es una amenaza ¿qué país no lo es? Si los autos son materia de preocupación ¿qué no lo es? “El proteccionismo conducirá a gran prosperidad y fortaleza”, dijo el presidente Trump en su discurso inaugural. Lo decía en serio ¡qué lástima!

Pretensiones inciertas

La lógica para aplicar la sección 301 contra China es más oculta. A veces, la acción parece dirigida a forzar a China a eliminar sus superávit bilaterales con EEUU. A veces, su objetivo parece ser que se suspenda el programa “Hecho en China 2015”. A veces, parece apuntar a remediar la transferencia tecnológica coaccionada. La primera pretensión es ridícula; la segunda no es negociable; la tercera es razonable, pero difícil de lograr.

Como si esto no fuera lo suficientemente confuso, Larry Kudlow, quien al parecer es el principal consejero económico de Trump, ha planteado que el presidente aboga por el libre comercio y que el objetivo es en realidad eliminar los aranceles. De hecho, como un niño de dos años, Trump es un “perturbador” sin objetivos claros. Si hubiera querido volver a equilibrar la relación con China, no se habría retirado del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y no hubiera atacado a sus propios aliados; habría enfrentado a China con una coalición global poderosa. En cambio, empezó a pelearse con todos.

La protección también tiende a esparcirse porque los usuarios de los bienes protegidos lo pedirán, porque los sectores no protegidos lo demandarán y porque el comercio se desviará de los mercados protegidos. Las exportaciones de China, por ejemplo, van a desplazarse desde EEUU hacia los mercados de la Unión Europea. La UE también podría sentirse obligada a actuar contra las importaciones.

Entonces ¿dónde podría terminar todo esto? Paul Krugman, uno de economistas comerciales más reconocidos del mundo, argumenta que si esto se convierte en una guerra comercial generalizada de todos contra todos, el comercio mundial podría disminuir en un 70%.

Sin embargo, sorpresivamente, el Producto Interno Bruto mundial podría no caer por más de 3%. Estos números se basan en las suposiciones de modelos “de equilibrio general computable”, que ignoran la perturbación y la incertidumbre, a medida que se reconfigura la economía mundial. Tampoco explican el dinamismo perdido, a medida que se reduce la competitividad global. Por último, pero no menos importante, ignoran lo que el aumento proteccionista puede causar. La cooperación global seguramente se acabaría.

¿Cómo responder?

Trump ha insistido que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. El argumento de que un país deficitario “ganará” la guerra comercial no es absurdo. Finalmente, en una guerra de represalias, el otro lado va a quedarse sin municiones comerciales más rápido, simplemente porque sus importaciones son más pequeñas.

Pero las represalias podrían ir más allá del comercio, a la inversión por ejemplo. Una vez que se toman en cuenta las represalias, y el impacto de aranceles más altos en el tipo de cambio, el beneficio para el PIB doméstico agregado es probable que sea muy pequeño incluso para un país con un déficit enorme. Todo economista sabe que la manera efectiva para reducir el déficit comercial en un país cercano al pleno empleo es una recesión. Este no es, presumiblemente, el objetivo de EEUU, pero podría ser el resultado de la incertidumbre creada por sus políticas.

Quizás la mayor pregunta es cómo deberían responder los otros jugadores a la agresión de la Casa Blanca. A Trump le gusta el conflicto. Podría no responder a la represalia como una persona normal lo haría. Podría incluso ver con buenos ojos el aumento del proteccionismo que conllevaría un espiral de represalias.

Al mismo tiempo, sólo las represalias podrían persuadirlo de cambiar el rumbo. Más aún, las nubes de una guerra comercial podrían mover a las empresas estadounidenses a una acción efectiva. La decisión de hasta dónde seguir el ciclo de represalias, entonces, no es fácil.

Personalmente, tomaría represalias, no por la creencia de que funcionarán, sino porque la alternativa parece más débil. Otra cosa que el resto del mundo debería hacer es fortalecer su cooperación. Pero la cosa más emocionante –y riesgosa- que los países de altos ingresos podrían hacer es aceptar la oferta de Trump de un comercio sin aranceles. ¿Por qué no igualar su apuesta al menos? ¿Quién sabe? Podría incluso funcionar.

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