Los llamados del presidente Donald Trump a anexar Canadá como el estado número 51 de Estados Unidos tuvieron un efecto contraproducente, y ayudaron al Partido Liberal de Mark Carney a ganar las elecciones del 28 de abril en el país del norte.
La amenaza a la soberanía territorial convenció a muchos electores de abandonar a los conservadores de Pierre Poilievre, el aliado canadiense de Trump, quien hasta entonces lideraba por amplio margen en las encuestas.
Por eso, la arrolladora victoria de Carney fue recibida al comienzo con gran alivio en el país septentrional. Sin embargo, el riesgo de secesión no terminó con los comicios, ya que, desilusionados con los resultados, una gran cantidad de electores, especialmente en la provincia de Alberta, han levantado la idea de un referendo para votar su separación del resto del país.
La medida se sustenta en una histórica rivalidad entre Alberta, una de las regiones más ricas en recursos naturales del país, que aporta gran cantidad del PIB nacional, frente a Ottawa, donde se encuentran los centros de gobierno nacional, que tradicionalmente ha tenido un sello más de izquierda, y que por lo mismo impulsa una regulación medioambiental y de recursos naturales más estricta.
La tensión entre la capital nacional y Alberta, de mayoría conservadora, ya venía escalando desde antes por temas fiscales, ya que la provincia occidental alega que contribuye desproporcionadamente al sistema de igualación federal, un mecanismo que redistribuye ingresos hacia regiones con menor capacidad fiscal.
Así, a pocos días del triunfo de Carney, las esperanzas de que las tensiones hubieran quedado atrás se desvanecieron, luego de que la primera ministra conservadora de Alberta, Danielle Smith (en la foto), comunicara en una conferencia de prensa que una votación sobre la independencia de la provincia podría incluirse en la papeleta de un próximo referendum en 2026.
En la ocasión Smith informó además que iniciaría negociaciones con el gobierno federal para derogar las leyes que limitan la producción energética, un punto clave de la rivalidad con Ottawa. La primera ministra aseguró que si una cantidad suficiente de ciudadanos de la provincia respalda la iniciativa, su gobierno habilitará el proceso.
Desde el fallido referéndum de Quebec, en 1995, ninguna provincia ha vuelto a votar por la secesión. La última encuesta de Leger para la Asociación de Estudios Canadienses arrojó que el 52% de los canadienses cree que la advertencias de un referéndum deben tomarse en serio. El informe concluyó además que la amenaza de la separación de Alberta es más factible que el intento de Quebec, de hace 30 años.
Corazón petrolero
Alberta, con más de 4,5 millones de habitantes según el último censo de 2021, es la cuarta de las 13 provincias federales, después de Ontario, Quebec y Columbia Británica. Y en 2024 contribuyó con aproximadamente 0,43 puntos porcentuales del crecimiento del PIB nacional, situándose entre las provincias con mayor aporte.
La región es responsable de casi 70% de la producción de petróleo crudo y gas natural de Canadá, sector que emplea a más de 85 mil personas en el país. Según Natural Resources Canada, la provincia posee más de 165 mil millones de equivalentes de barriles de petróleo en reservas probadas, y es la mayor exportadora de combustibles fósiles del país, gran parte de los cuales se envían a Estados Unidos.
Eso explica el descontento con las políticas de los liberales, que en la anterior administración del ahora exprimer ministro Justin Trudeau, limitó la construcción de oleoductos, introdujo impuestos al carbono y limitó las emisiones de petróleo y gas.
Los sectores conservadores de la provincia denuncian por eso una profunda desconexión entre los intereses de Ottawa y la realidad económica de Alberta.
La sombra del “estado 51”
En una reunión en la Casa Blanca el 6 de mayo con Carney, Trump sugirió la posibilidad de que Canadá se convierta en el estado 51 de EEUU, a lo que Carney respondió firmemente que “Canadá no está en venta”.
Pese a su firme declaración, el primer ministro estaba consciente de que apenas un día antes del encuentro en la Casa Blanca, Danielle Smith había lanzado un discurso donde expuso una serie de exigencias al nuevo gobierno liberal y advirtió que Alberta tomaría acciones para reforzar su soberanía si Ottawa no respondía a sus inquietudes.
Sin embargo, es posible que la jefa del gobierno provincial haya ido demasiado lejos, ya que los sondeos sugieren que no cuenta con suficiente respaldo ciudadano para concretar sus amenazas, al menos por ahora. La última encuesta del instituto canadiense Angus Reid arrojó que sólo 36% de los electores de la provincia votarían por separarse del resto del país o se inclinaría por hacerlo, mientras que más del 60% se opone al referéndum.
El profesor titular de Ciencias Políticas de la Universidad de Alberta, Julián Castro-Rea, conoce la situación de cerca, no solo por su formación profesional, sino también porque la ha experimentado en primera persona. "Hace unos días tocaron a mi puerta para distribuir un panfleto en el que abiertamente promueven la independencia. Y sugieren, incluso por su logotipo, que esa independencia sería el paso previo a una anexión a Estados Unidos", recordó en entrevista con EFE.
Sin embargo, el académico está convencido de que la iniciativa separatista "es un movimiento artificial que ha sido promovido por el Gobierno de Smith como una medida de presión hacia el Gobierno federal". Y para ello los conservadores separatistas de Alberta estarían sacando provecho de las amenazas de Trump, señaló.