Aunque Roberto Azevêdo, el nuevo director brasileño de la Organización Mundial de Comercio (OMC), logró que se lograra un acuerdo multilateral en Bali, otra negociación comercial está alcanzando una etapa crucial. La Unión Europea y el Mercosur (integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela), han establecido finales de enero como una fecha límite para intercambiar ofertas iniciales en un acuerdo bilateral debatido por mucho tiempo (Venezuela que está en una débil situación económica no formará parte de esto).
El éxito ayudaría a la estancada Europa a exportar para volver al crecimiento y abriría nuevos mercados a los agricultores eficientes del Mercosur. Un fracaso dejaría a los europeos pagando demasiado por los alimentos y la mayor economía de Sudamérica, Brasil, languideciendo al margen de la globalización. Y el Mercosur, el que durante los últimos años abandonó la liberalización del comercio a favor de la retórica política de izquierda, se reduciría incluso más hasta ser irrelevante.
Las negociaciones comerciales entre la UE y el Mercosur comenzaron en 2000. Se estancaron por problemas similares a los que obstaculizaron las negociaciones de la OMC: la poca voluntad europea para exponer a los agricultores a la competencia y el deseo de Sudamérica de albergar la industria de importaciones de alta calidad. Pero el cambio de cálculos ha traído de vuelta a las dos partes para negociar.
Europa ahora ve a un nuevo mercado para sus manufacturas en la emergente clase media de Brasil. La austeridad hace los subsidios agrícolas de la UE incluso más prohibitivos: aunque reformas recientes los han reducido, aún consumen 50.000 millones de euros (US$ 70.000 millones) al año. Y alimentos más baratos parecen tentar a los políticos que temen a las consecuencias electorales de una caída en los estándares de vida.
Pérdida de beneficios
El renovado interés del Mercosur en un acuerdo se debe, en parte, a la expiración de las actuales preferencias arancelarias. En enero todos los países del Mercosur, excepto Paraguay, perdieron el acceso preferencial que la UE otorga a los países en desarrollo, ya que ahora ellos son considerados muy ricos como para necesitarlo. Pero dentro de Brasil, al menos, el cambio de postura es más profundo, comenta Carlos Abijaodi, de la Confederación Nacional de la Industria. Hasta hace poco sus empresarios pensaban que su vasto y protegido mercado doméstico significaba que ellos podían sacar provecho. Pero las importaciones desde China han mostrado que incluso los aranceles rigurosos no pueden impedir la entrada de la competencia. “Han aprendido que no pueden protegerse de la globalización”.
Incluso FIESP, los lobbistas de la industria en Sao Paulo, que ha promovido por mucho tiempo la industrialización a través de altos aranceles y grandes subsidios, está ahora cambiando su tono. Un documento reciente hizo un llamado para lograr acuerdos comerciales no sólo con la UE, sino que también con Estados Unidos. La industria brasileña podría competir en términos iguales si el gobierno aborda el “custo Brasil” (costo de Brasil) al disminuir los trámites burocráticos e impuestos y al mejorar la infraestructura, señala Rubens Barbosa, ex diplomático involucrado en la creación del Mercosur y que ahora aconseja al FIESP. Barbosa culpa al fracaso del Mercosur de alcanzar acuerdos comerciales por los estatistas de izquierda que están ahora en el poder en Argentina y Brasil.
En los últimos trece años, se registraron más de 350 acuerdos en la OMC. Pero el Mercosur firmó sólo cuatro con Perú, Egipto, Israel y la Autoridad Palestina. Las negociaciones regionales grandes, como la que se realiza entre la UE y EEUU, elevan la perspectiva de un mundo dividido en bloques comerciales, con el Mercosur quedando fuera.
La nueva determinación de Brasil de alcanzar un acuerdo con la UE podría provocar una confrontación. Junto con Paraguay y Uruguay, preparó una “lista de propuestas”, señalando los bienes y servicios que están dispuestos a incluir en un acuerdo; también está preparado para liberalizar la inversión extranjera y las compras del sector público. Una meta acordada en 2010 de incluir el 90% de las importaciones fue tratada como “palabra sagrada” por Brasil, dijo una autoridad con conocimiento del acuerdo. Pero Argentina preparó una oferta menos ambiciosa para comerciar bienes y está posponiendo el tema de servicios, inversiones y compras públicas. Brasil está presionando para llegar a la fecha límite. Si no lo hace, podría estar dispuesto a discutir una solución a dos velocidades, comenta la fuente, dejando a Argentina a un lado.