Cuando su precio bordeaba los US$ 65 por barril en mayo del año pasado, pocos analistas habrían apostado a que el petróleo duplicaría su valor en sólo 365 días. Menos que este escenario no tendría fundamentos del todo “razonables”, en especial porque el mundo y, en particular Estados Unidos -la mayor economía del orbe-, entró en una dinámica de menor crecimiento.
¿No hay un contrasentido? ¿De dónde viene la presión de demanda que llevó la cotizaciones del barril de crudo a los históricos US$ 130? Sin estar exento de matices, los intentos de explicaciones apuntan como responsables de la rápida escalada a los constantes atentados contra instalaciones de las grandes petroleras multinacionales en Nigeria (cuyos ductos han sido sustancialmente dañados, afectando la producción nacional en abril y comienzos de mayo) y a la inestabilidad política en Irán, ambas situaciones que generan temores acerca de posibles reducciones en el nivel de suministro.
Complementa lo anterior un actor clave: China y su expansión de actividad económica, que está sosteniendo el aumento de la demanda.
Estimaciones del mercado plantean que el consumo chino –que crece a un ritmo de 11% anual– se verá aún más impulsado por el reciente terremoto en la provincia de Sichuan, lo que está fomentando el uso de diésel en generadores de emergencia.
A esto, de acuerdo a analistas del sector, se suman los subsidios gubernamentales en gran parte de “Asia emergente” y el Medio Oriente, lo que mantiene los precios de las gasolinas y el diésel en menores rangos que el promedio mundial, limitando el impacto en la demanda de los récord del crudo.
Un cuarto elemento es el flujo de inversiones hacia “activos duros”, como el petróleo, como manera de protección frente a un debilitado dólar estadounidense y los riesgos inflacionarios de los altos precios de los alimentos y la energía.
Pero acá no termina el cuadro. En el medio de los entendidos de este mercado se sostiene que la especulación está jugando un rol crucial en este boom.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) –fuente de más de un tercio del crudo que abastece al mundo– si bien está avanzando en aumentar la capacidad de sus pozos petroleros, se ha mostrado reacia a incrementar los suministros.
Sus motivaciones dan cuenta de que algo no calza con este precio tan alto: la reciente pérdida de poder adquisitivo del débil dólar y la desaceleración del crecimiento global.
El mismo secretario general del cartel, Abdullah al-Badri, ha asegurado que no hay razones fundamentales que aumenten la cotización del crudo.
“No hay ningún problema fundamental, el petróleo esta siendo provisto normalmente. No hay escasez, es un movimiento especulador el que está empujando estos precios de petróleo”, dijo hace unos días, durante una visita a Ecuador.
Declaraciones no menores si se toma en cuenta que los principales interesados en que el precio se mantenga alto son los miembros de la OPEP.
Shocks de los '70
Hay que recordar que entre los años 1973 y 1979 se produjeron fuertes shocks petroleros que causaron un colapso global que hizo caer el producto interno bruto (PIB) de Estados Unidos en 0,7%, el británico en 1,6% y la misma cifra en Alemania. Mientras, la inflación en Estados Unidos se disparó hasta 15,8%.
A fines de esa década, en lo que se llamó la Revolución Iraní, llegó al poder el ayatolá Homeini, tras lo cual la OPEP inició recortes indiscriminados de producción.
Luego de estos conflictos, según un estudio del economista del MIT Olivier Blanchard, las economías avanzadas debieron lidiar con un aumento constante de la inflación de 5% y una reducción de hasta 10% de su PIB por los dos años siguientes.
Sin embargo, estos efectos disminuyeron en los dos episodios posteriores de 1990 (guerra del Golfo Pérsico) y 2002 (invasión estadounidense a Irak), debido a que la economía global había mejorado sus condiciones, lo que le permitió enfrentar de manera más adecuada el acelerado aumento de los precios del crudo.
¿Niveles razonables?
La semana pasada al-Badri aseguró que los mercados petroleros -con un barril sobre los US$ 130- están “locos”.
Una expresión sintomática de un sector del mercado en que se sostiene que el crudo debería presentar hoy una cotización bastante menor a la actual.
También la semana pasada, en una polémica audiencia en el Senado estadounidense, el presidente de la filial norteamericana de Shell, Johnn Hofmeister, aseguró que este efervescente commodity debería estar “en algún punto entre US$ 35 y
US$ 65 por barril”.
Otros ejecutivos, quienes también testificaron por los precios récord del combustible, apuntaron a un petróleo “en hasta US$ 90”.
Otro ejemplo lo dio ING Wholesale Banking el jueves, que si bien aumentó su proyección de precio del energético para este año 21% a US$ 115 por barril, argumentó que el actual nivel está “obstinadamente desconectado de los fundamentos”.
En el otro extremo están los pronósticos que lo ven acercándose a los
US$ 200, porque este boom aún tiene mucha cuerda, dicen.
En lo que va del año el combustible acumula un crecimiento de 30,68% (US$ 30,58) y el banco de inversiones estadounidense Goldman Sachs -a través de un grupo de analistas liderado por el reconocido experto Arjun Murti, quien ya en 2005 logró acertar que el precio se duplicaría– previó que entre seis a 24 meses “la posibilidad de que el precio por barril se sitúe entre US$ 150 y US$ 200 es cada vez más probable, aunque es todavía muy incierto saber cuándo el precio alcanzará su punto máximo”.
Y el banco francés Fortis pronosticó el escenario más alto en el corto plazo, con un precio promedio de US$ 125 este año y US$ 165 en 2009.
Mientras tanto, el viernes el precio del crudo volvió a retomar su volcánico ascenso, por lo que los pronósticos de Goldman Sachs –vistos con recelo dentro del mercado en un comienzo– cada vez cuentan con más apoyo.
Ahora sólo es cosa de tiempo para saber si Murti, nuevamente, tenía razón, o si los ganadores son aquellos –varios– que apuestan por una burbuja petrolera a punto de estallar.