Redes sociales
Por: Equipo DF
Publicado: Lunes 4 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
La cripta de los Capuchinos en Roma está decorada con las calaveras de frailes muertos hace tiempo. Un cartel dice: “lo que eres, solíamos ser; lo que somos ahora, tu lo serás”. La mortalidad empresarial es infinitamente menos importante que la del tipo humano. No obstante, puede ser útil colgar un mensaje similar en la puerta de MySpace, la red social que News Corp recién vendió a Specific Media por esqueléticos US$ 35 millones en efectivo y acciones, habiendo pagado carnosos US$ 580 millones hace seis años.
En punto no es que News Corp fuera simple o únicamente tonto. James Murdoch, subdirector de operaciones de News Corp, estaba en lo correcto cuando dijo recientemente que las compañías de medios de comunicación deben tomar riesgos. En las industrias en transformación, hacer nada es tan peligroso como ir muy lejos. MySpace falló, pero no puede culparse a News Corp por sobreextenderse.
Muchos otros están persiguiendo el elixir de la vida. Google no ha dicho cuánto capital financiero y humano virtió en Google+ y en sus esfuerzos previos para entrar a las redes sociales, pero el número probablemente haría sonrojar a Murdoch. En el área relacionada de juegos sociales, Walt Disney gastó hasta
US$ 760 millones por Playdom hace un año, y Electronic Arts compró Playfish por US$ 400 millones en 2009. Se espera que Zynga, otro desarrollador de juegos sociales, se abra a bolsa pronto. En cinco años, algunas o todas estas inversiones se parecerán a la de News Corp en MySpace. Eso no significa que no merecían capital. Las inversiones sólo se juzgan en el contexto de portafolios más amplios. La verdadera lección es de humildad. Está comprobado que las empresas de redes sociales pueden generar ingresos significativos e incluso ganancias. Pero nadie sabe aún qué las hará perdurar.
Después de Chávez
Por segunda vez en ocho meses, la salud de un líder latinoamericano hizo subir los bonos de su país.
Aunque los corazones fríos y calculadores de yanquis capitalistas saltaron con el diagnóstico de cáncer de Hugo Chávez tanto como lo hicieron tras la muerte de Néstor Kirchner, el ex presidente argentino, no se justifica la perspectiva.
Para los inversionistas que han prestado dinero a Venezuela, cuyos activos allí fueron embargados, o esperan aprovechar su vasta riqueza mineral, la posible desaparición de la Revolución Bolivariana parece algo bueno. Aún según los estándares de países en desarrollo, el nivel de la mala gestión bajo Chávez ha sido épico desde que llegó al poder en 1999. Él tomó control de uno de los mayores exportadores de petróleo del mundo en lo más bajo del mercado del crudo; el año pasado, Venezuela tuvo la 11º economía más lenta y más inflacionaria. La escasez de comida y electricidad es endémica. Caracas tiene la tasa de homicidios más alta del mundo.
Las oportunidades derrochadas han sido un sello de la izquierda y de la derecha en Venezuela. Lo que es nuevo es la debilidad y la politización de las pocas instituciones decentes que quedan -en particular el poder judicial y la estatal Petróleos de Venezuela. Y Chávez ha pasado de ser muy popular a serlo medianamente, sobre todo con las masas más pobres. Más aún, incluso sus críticos conceden que, mientras sus camaradas se enriquecieron al típico estilo de los caudillos latinoamericanos, el presidente ha sido más contenido.
Mientras cualquier sucesor podría a restringir parte del apoyo financiero de Venezuela a regímenes afines, no podría hacer mucho por cambiar las políticas redistributivas internas. Una consideración aún más importante que quién se haga cargo, es evitar un vacío de poder. Un barómetro de progreso sería mejores relaciones con EEUU. Chávez una vez llamó a George W. Bush un “diablo”. Como saben los inversionistas, sin embargo, diablo conocido es a veces mejor que diablo por conocer.