Esta semana, Financial Times reveló que Global Infrastructure Partners (GIP), propiedad de BlackRock, está cerca de cerrar un acuerdo por US$ 38.000 millones para adquirir la multinacional de generación y distribución de energía eléctrica AES.
El pacto entre el gestor de Wall Street y uno de los líderes del sector eléctrico figuraría entre las mayores adquisiciones de infraestructura de todos los tiempos a nivel internacional. Sin embargo, en medio de las avanzadas negociaciones, en el mercado ya se han levantado alertas sobre la expansión de la mayor gestora de fondos del mundo en la industria energética.
“Esta es una clara señal de alerta: BlackRock está actuando con determinación para controlar la red eléctrica estadounidense mediante adquisiciones de capital privado, posiblemente para financiar los desarrollos de centros de datos de la propia empresa”, declaró la directora de la organización sin fines de lucro Private Equity Stakeholder Project, Alissa Jean Schafer.
Cabe recordar que el poder de BlackRock en la industria de infraestructura se incrementó con fuerza en 2024, cuando la gestora adquirió la firma de inversión especializada GIP por US$ 12.500 millones. La transacción se dio en el marco de su estrategia de diversificación hacia los fondos de crédito privado e infraestructura, conocidos como activos alternativos.
Actualmente, solo la gestora GIP administra cerca de US$ 200 mil millones, con más de 300 inversiones activas en 100 países.
Dentro de su portafolio destacan activos emblemáticos y de envergadura: tiene participación en el aeropuerto londinense de Gatwick, redes de oleoductos en Estados Unidos y Oriente Medio, y es dueño de la empresa de servicios públicos y energía Allete. En México, también es propietario de una de las mayores generadoras privadas, Saavi Energía.
La empresa y su matriz BlackRock también fueron quienes protagonizaron el reciente ingreso a la propiedad de dos puertos clave del Canal de Panamá. Una noticia que no solo llamó la atención por ser la mayor inversión en infraestructura hasta la fecha, sino también por haber sido promovida políticamente por el Presidente estadounidense, Donald Trump.
Chile en el radar y la lupa de la FNE
Chile no ha quedado al margen del capital de BlackRock. Desde 2020, es dueña del 47,7% de las acciones del nuevo Hospital del Salvador (que acumula seis años de retraso en su entrega) y del 31,5% de la concesionaria Red Hospitalaria Los Ríos–Los Lagos, encargada de construir y operar los hospitales de Los Lagos, La Unión, Río Bueno y Puerto Varas. Además, mantiene en cartera el 70% de la Red Aeroportuaria Austral, que opera el Aeropuerto Presidente Carlos Ibáñez del Campo en Punta Arenas y el Aeródromo de Balmaceda, junto con el 70% de la concesionaria del Aeropuerto La Florida, en La Serena.
Otro de sus fuertes en Chile es la infraestructura energética, donde la Fiscalía Nacional Económica (FNE) ha documentado en detalle sus inversiones locales. Y fue justamente tras la compra de GIP, que en 2024 la FNE investigó la transacción para analizar su impacto en el mercado energético local.
En el informe donde dio luz verde a la fusión, el regulador constató que GIP controla el 100% de Atlas Renewable Energy —con tres parques solares en Chile (Solen, Los Llanos y Quilapilún) y la cartera eólica Alpaca—, además del 20,6% de Naturgy Energy Group, que a su vez posee el 60,7% de Metrogas.
Otra de las operaciones clave de GIP en Chile está directamente ligada a AES Andes. En 2021 ambas compañías sellaron la creación de Chile Renovables, un joint venture concebido para desarrollar un portafolio inicial de más de 800 MW en energía solar y eólica, donde GIP comprometió flujos por US$ 441 millones entre 2021 y 2023. La alianza no se quedó ahí: pronto extendieron el plan para sumar 693 MW, incorporando proyectos de almacenamiento que reforzaban la transición energética de la región.
Lo anecdótico es que Chile Renovables fue el primer acuerdo ejecutado entre ambas compañías a nivel global, lo que dio al país un papel pionero en la relación entre dos gigantes de la infraestructura y la energía. Cuatro años más tarde, esa sociedad se convierte en la antesala de una fusión internacional que promete redefinir el mapa eléctrico.
Un portafolio completo
De concretarse la compra de AES, no hay dudas de que la FNE la mirará para ver el impacto en el país, ya que la operación supera con creces los US$ 18 millones mínimos en ingresos conjuntos que obligan a una revisión, de acuerdo a los criterios de fusiones de la FNE.
Además de GIP, BlackRock ya suma peso propio en el mercado energético local. A través de su fondo Global Renewable Power Fund III (GRP III), se ha convertido en un actor relevante en proyectos solares de pequeña escala bajo el régimen de Pequeños Medios de Generación Distribuida (PMGD).
Entre sus activos figuran un portafolio de 18 proyectos PMGD de Tralka (80 MW), un acuerdo con la checa Solek para desarrollar hasta 28 proyectos (200 MW), 15 proyectos de Renewable Resources Group (100 MW) y 11 proyectos de D’E Capital (100 MW). También firmó un contrato de servicios con Aediles Capital para administrar y desarrollar esta plataforma solar.
En los grandes jugadores del sector listados en bolsa, BlackRock tampoco se queda atrás. A través de sus fondos accionarios, controla aproximadamente el 1,9% del principal índice bursátil local, el S&P IPSA, equivalente a unos US$ 2.400 millones, con participaciones en Enel Chile (3,19%), Engie Energía Chile (1,74%), Colbún (1,6%) y Enel Américas (1,17%).
Pero la posición de BlackRock en Chile es mínima para su envergadura. A nivel consolidado, la gestora administra US$ 11,6 billones (millones de millones), un monto equivalente a multiplicar por 30 veces el Producto Interno Bruto (PIB) de Chile. 