Defiéndete
Por Padre Raúl Hasbún
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 29 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
Cuanto más preciado es un bien, tanto más queda expuesto al despojo. El bien más preciado de la Humanidad es la familia. La familia es la cuna y santuario de la vida. Es la escuela y taller en que se forjan virtudes. A la familia debe la sociedad su existencia y esencia. Ella es el termómetro más sensible de los valores que animan o de los antivalores que corroen la sociedad. El futuro de la Humanidad se fragua en la familia.
Hace 25 años el Papa Juan Pablo vino a Chile a decirnos todo eso. En Rodelillo se recuerda, inmortal, su alerta de amor: “No os dejéis invadir por el contagioso cáncer del divorcio, que destroza la familia, esteriliza el amor y destruye la acción educativa de los padres”. Profético. Certero. La necedad del legislador, la miopía de políticos subyugados por encuestas e ideologías, la inerte lenidad de los tibios se conjuntaron para acelerar la división en pedazos de este núcleo fundamental de la sociedad, despotenciar la generación de nueva vida y dejar a los hijos abandonados a la improvisación de padres desorientados o deprimidos. Se jactó, el Presidente de turno, en sesión solemne de Congreso pleno, de que ahora sí nuestra Nación ingresaba al núcleo selecto de países desarrollados. Presumía saber más que el Papa. Posando de modernista daba las espaldas a la Historia: invariablemente la debilidad y disolución de la familia predice, prepara y precipita el debilitamiento, involución y colapso de la sociedad.
La familia es la primera, la más antigua y robusta institución de derecho natural. Anterior al Estado, que la presupone y necesita. Aparece en la primera página del relato bíblico de la Creación: Dios creó al Hombre varón y mujer, y a este binomio heterosexual le confió la misión de hacerse una sola carne, para que sobre este vínculo indisoluble se fundara la recta educación de los hijos. Allí se cultivan la justicia, la verdad, la fortaleza, la solidaridad, el amor incondicional y la fe esperanzada en un Dios providente. Ningún Estado puede inventar o fabricar por sí tales valores. El Estado será lo que sean sus familias.
Si predominara la lógica, nadie debería interesarse más que el Estado en la defensa y fortalecimiento de la familia. Como la lógica es un bien escaso, ocurre todo lo contrario. Con inexorable gradualidad, leyes de toda especie van socavando el santuario familiar, comenzando por su base estructural, el matrimonio. Ya le quitaron su ADN, la indisolubilidad. Se presiona para castrar su fecundidad. Ahora se minimiza su heterosexualidad. El Estado se encarga de autodepreciar su principal activo patrimonial. En nombre de una grotesca, estéril caricatura de la libertad.
Famlia: no sigas esperando que otros te defiendan. Sal a la palestra y a las calles, y defiéndete tú misma.