Definir un presidente para "tiempos de crisis"

Episodios como el recado de Ricardo Ariztía a Ricardo Lagos o las críticas planteadas por Ovalle en la última Enade demostraron que plantear cuestionamientos desde una "oposición dura" trae secuelas.

Por: | Publicado: Lunes 17 de noviembre de 2008 a las 05:00 hrs.
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Menos de un mes resta para las próximas elecciones de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) y considerando que el viernes ya se despejó por completo el panorama de las seis ramas de la cúpula empresarial -tras las elecciones de la Cámara Nacional de Comercio (CNC)-, las aguas a nivel gremial comenzarán a agitarse con mayor fuerza durante los próximas días.

Y la tarea que tendrá la dirigencia empresarial no será fácil, ya que el sucesor de Alfredo Ovalle deberá hacer frente a un escenario no sólo marcado por la crisis financiera internacional, sino que también por una polémica agenda laboral -donde el sector privado ya ha hecho presente sus reparos- y las elecciones presidenciales.

Dado este último punto, quien asuma el 11 de diciembre la titularidad de la Confederación tendrá que establecer lazos con la saliente administración Bachelet y también con quien resulte electo presidente a fines del próximo año.

Es por esta razón que este tema se ha tornado en una preocupación de las seis ramas de la CPC durante las últimas semanas. Y a pesar de que la lógica de los gremios es no comentar nombres públicamente hasta principios de diciembre, en la práctica sí ha habido una serie de reuniones internas para definir posibles candidatos e, incluso, por estos días se sumarán encuentros entre los ex presidentes de la Confederación, quienes estaban a la espera de las elecciones del Comercio. Por ende, la definición de Carlos Eugenio Jorquiera impulsará los contactos.

Ahora bien, más allá de los timing con que operen los gremios, lo cierto es que determinar el perfil del próximo timonel de la Confederación reactivará con mayor fuerza una discusión eterna que ha habido en el empresariado durante los últimos diez años: fortalecer una visión corporativa, centrada en intereses más bien sectoriales, o impulsar una postura focalizada en el largo plazo y la competitividad.

En este marco, debiera ser esperable que ante el complejo escenario económico y político, la dirigencia empresarial sea capaz de superar las rencillas y centrar su trabajo en llevar a la presidencia de la CPC a un líder gremial capaz de aunar posturas entre las ramas y ser claro en su mensaje.

De hecho, hay quienes afirman que en tiempos de crisis la CPC no puede darse el lujo de caer en contradicciones. Por el contrario, períodos de especial complejidad demandan dirigentes gremiales rápidos en fijar su postura y seguros en su accionar.

Y es que crisis económicas o políticas anteriores han revelado la importancia de contar con líderes empresariales idóneos, capaces de dar confianza al resto del empresariado y propositivos a la hora de plantear medidas para evitar situaciones como un aumento del desempleo.

Esto porque en la crisis asiática este último tema se transformó en uno de los mayores fantasmas y, esta vez, no será la excepción. De ahí que los gremios han estado monitoreando con especial atención una eventual alza sobre los dos dígitos y han hecho saber esta inquietud a la autoridad.

El punto ahora es qué estilo será el más adecuado en las actuales circunstancias: uno dialogante con la autoridad o uno más confrontacional.

Ante esta disyuntiva, los hechos hablan por sí solos, en el sentido de que episodios como el recado de Ricardo Ariztía a Ricardo Lagos o las críticas planteadas por Ovalle en Enade del año pasado a la administración Bachelet demostraron que plantear cuestionamientos desde una "oposición dura" trae secuelas en lugar de ventajas, y que, finalmente, esto se traduce en una marginación del empresariado de las grandes decisiones del gobierno.

Ahora bien, esto no implica caer en extremos autocomplacientes, dado que también se avecina un fuerte periodo electoral. Por ende,  los gremios empresariales deberán plantear con fuerza sus críticas ante medidas populistas, las que se prevé abundarán en el mercado del trabajo. Sin ir más lejos, fue precisamente en el marco de la crisis de 1998-1999 que se gestó la última reforma laboral.

Así las cosas, las negociaciones que se establezcan por estos días entre las ramas de la CPC serán clave.

Crucial será también que los gremios se pongan de acuerdo respecto de la relevancia de mantener los canales abiertos con las autoridades de gobierno y en tener una actitud proactiva a la hora de plantear e insistir en las medidas en ámbitos como el tributario y flexibilidad laboral.

De hecho, en su último pliego de propuestas, las ramas de la CPC presentaron una serie de temas relacionados con estas dos áreas, por lo que el sucesor de Ovalle tendrá que seguirle la pista a aquellas medidas respecto de las cuales aún no ha habido anuncios por parte del Ejecutivo.

En resumidas cuentas, más allá de quien resulte electo, será fundamental aunar criterios respecto de lo que requiere el empresariado para enfrentar tiempos de crisis y, en este sentido, definir un candidato de consenso no resulta una idea lejana, ya que, antes que todo, se asume entre los privados que la Confederación debe proyectar unidad.

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