“Jamás usó computador ni calculadora. Para él, el papel y el lápiz era herramientas más que suficientes”. Así dice un párrafo de una comunicación interna que esta semana circuló en la compañía de alimentos Watt’s, haciendo referencia al fallecimiento este lunes de su expresidente y artífice de su crecimiento, Fernando Larraín Peña.
Se trata de uno de los empresarios más importantes del Chile contemporáneo, hijo de Fernando Larraín Vial, un corredor de bolsa que junto a su hermano Leonidas están en el origen de la hoy renombrada casa financiera LarrainVial, en 1934.
Larraín Peña desplegó en su trayectoria una enorme variedad de negocios en el mundo industrial, los que eran su gran pasión, en paralelo a participar con su familia de LarrainVial como sus principales accionistas, a la que de muy joven asistía acompañando a su padre a la oficina, y donde se dedicó a estudiar el comportamiento de las acciones, lo que fue el origen del departamento de estudios de LarrainVial.
Muchos de los negocios industriales Larraín Peña los desarrolló junto a su cuñado y socio histórico, Manuel Cruzat Infante, quien haciendo una total excepción al bajo perfil que por años ha mantenido, accedió a hablar con DF MAS para recordar aquellas épocas en que dieron vida al grupo Cruzat Larraín, que llegó a tener bajo su alero a más de un centenar de empresas. Cruzat resalta sobre todo la forma moderna en que Fernando Larraín Peña abordó el quehacer empresarial en su época, apoyando la apertura comercial de Chile, en una época en que incluso a nivel empresarial ésta fue muy cuestionada y resistida por la desprotección que significaba para muchas industrias, incluidas las propias.
“Fernando fue siempre muy colaborador en toda la implementación del plan económico del gobierno militar de los Chicago Boys. Fue muy favorable a la apertura del país, aun cuando algunas empresas que teníamos en ese momento lo pasaban mal. Para mí es lo más importante que hizo Fernando. Porque al comienzo no fue nada de fácil. Hubo que ir en contra de intereses creados. Fernando Larraín fue uno de los grandes empresarios tras la modernización de la economía chilena, aunque le afectara a él mismo. Ese es el gran mérito. Porque sabía que iba a sufrir, pero lo que le importaba era que el país creciera, y la apertura al exterior era una parte básica del plan de los Chicago Boys, y lo apoyó con todo”, dice Manuel Cruzat.
Cortaplumas, lo que pudo ser el primer negocio
Carlos Larraín, el conocido político y dirigente de RN y nueve años menor que su hermano, recuerda que a Fernando Larraín siempre le gustaron los negocios. Tanto que cursando tercer año en la escuela de ingeniería civil industrial en la Universidad de Chile, se le ocurrió ensayar un proyecto: un taller para fabricar cortaplumas. “Era muy activo, creativo, empeñoso, optimista irreprimible. Experimentaba con unos aceros especiales”, narra Carlos Larraín.
El proyecto no llegó a transformarse en una empresa, pero dio muestras de cómo Fernando Larraín tenía arraigado un espíritu industrial, dice.
Minera Pudahuel, el primer negocio juntos, Forestal, Coya y Watt’s
Fernando Larraín se transformó en cuñado de Manuel Cruzat Infante al casarse con Josefina Cruzat Infante, ya fallecida. Cruzat cuenta que de joven su cuñado le ayudaba mucho con los estudios. Y luego el mismo Cruzat entraría a trabajar al departamento de estudios del grupo de negocios que en la segunda mitad de los años ‘60 Fernando Larraín estaba formando junto a quienes habían sido sus compañeros del colegio Saint George’s, Ricardo Claro y Javier Vial.
Entre los negocios, estos empresarios se hicieron cargo del Banco Hipotecario de Chile y con la venta de varias propiedades de la entidad, comenzaron a comprar acciones de varias compañías, como Vapores, Copec, Banco de Chile, Consorcio Nacional de Seguros, la CRAV, entre varias.
Fue la compra de Minera Pudahuel a la internacional Anaconda, en 1969, el primer negocio en el que Manuel Cruzat se hizo socio de Larraín Peña. “Ese es el origen de por qué fuimos socios”, cuenta Cruzat, detallando que se trataba de una sociedad de la que dependían una mina de cobre en explotación, de nombre La Africana -emplazada donde hoy está Lomas de Lo Aguirre-, también otro yacimiento no explotado en Lo Aguirre, además de la Hacienda Lo Aguirre, que tenía más de 4 mil hectáreas en la zona aledaña a donde hoy está El Túnel Lo Prado, que fue inaugurado al año siguiente de aquella compra.
Todos esos activos -relata Cruzat- fueron intervenidos durante el gobierno de Allende y luego recuperaron las minas y una parte de la Hacienda Lo Aguirre. Y tras dividir aguas con Javier Vial en 1974, los Cruzat Larraín comenzaron una saga de crecimiento a partir de acciones de Copec, Crav, CCU, entre varias compañías.
Por ejemplo: por Copec, tenía Arauco, Celco, Guanaye y una parte de Coloso. Por el lado de la azucarera Crav había infinidad de filiales, como la firma Forestal, dueña de los paños forestales de lo que hoy es Curauma. Otra era Industrias Coya, que producía margarinas y productos hidrogenados. Y ésta, a su vez, tenía una filial de nombre Watt’s, que en esos años producía mermeladas y jugos. Y también Coya tenía a Loncoleche.
Pero, además, los Cruzat Larraín compraron en 1975 Viña Santa Carolina, que era un negocio histórico de la familia Pereira, pasando Watt’s a ser filial de esta última. Además, en el lado financiero, fueron parte de Banco Santiago, el Bhif, la Colocadora Nacional de Valores, el Fondo Mutuo Cooperativa Vitalicia, y las AFP Provida y Alameda. Y por si fuera poco, participaban de Neut Latour, Ladeco y en maquinarias, Maco.
La intervención, el 9% y el rol de Darío Calderón
Luego de tanto crecimiento, vino la crisis. El problema surgió porque tal como buena parte de las compañías chilenas, el grupo estaba endeudado en dólares al momento de devaluación de 1982, y el fin del tipo de cambio fijo. Este fue el origen de la famosa intervención por parte del gobierno de la época que causó estragos en la banca y en Chile.
Y para Cruzat Larraín, el problema se agravó aún más, pues tenían transacciones -cartera, préstamos- relacionadas entre los bancos y las empresas, derivando en un problema de proporciones. Porque si bien el proceso de intervención partió por la Colocadora Nacional de Valores, tenía inevitables ramificaciones a las otras decenas de compañías.
¿El interventor? El caso lo tomó el abogado Darío Calderón, mandatado por el Ministerio de Hacienda, para hacerse cargo de este proceso del grupo Cruzat Larraín, en un caso en el que también participaban en la Comisión Interventora distintos representantes, incluidos los deudores, Fernando Larraín y Manuel Cruzat.
“Fue una intervención gigantesca. Eran reuniones todos los días, de lunes a viernes, en la Colocadora”, recuerda un partícipe, quien rememora que, dado el descomunal tamaño de esta intervención por las innumerables empresas involucradas, se le planteó al general Pinochet, que la mejor salida era negociar, valorizando los activos disponibles, tarea que tomó la consultora Inecon, vinculada a Carlos Hurtado.
¿Resultado? Se le permitió al grupo quedarse con el 9% de los activos, y todo el resto -incluidos los bancos- que quedara en manos del Estado. Ese fue el origen de por qué regresaron a manos de estos empresarios Watt’s, Santa Carolina, Minera Pudahuel, además de varios terrenos, en un proceso que se extendió hasta mediados de los ‘80.
Poco tiempo después, en 1992, Fernando Larraín y Manuel Cruzat decidieron de común acuerdo separar aguas en los negocios. Larraín se quedó con los negocios industriales (Santa Carolina, Watt’s, Coya y Tricolor) y Cruzat, con Forestal (lo que hoy es Curauma) y Cruz Blanca.
Partir de nuevo y la saga de M&A de Watt’s
Ya con la casa ordenada, con Watt’s como protagonista ya fusionada con Loncoleche y a cargo de Fernando Larraín Peña, la empresa emprendió una saga de compras, pasando de ser en su origen una firma de venta de mermeladas, a una compañía integrada en diversas categorías de alimentos, con ventas por sobre los $ 50 mil millones al mes.
Por nombrar sólo ejemplos, en el mundo de los aceites, con Chef y Cristal, comprados a Unilever. Luego, Astra y Palmín, en la categoría mantecas, también adquiridas a Unilever. También entraron a la categoría alimentos en conservas, con la compra de Wasil. Más tarde, en quesos, con la compra de Lácteos Valdivia (Las Parcelas). Y luego entraron a la categoría de congelados, con Frutos del Maipo, completando ahí todo el arco de alimentos, desde abarrotes, refrigerados y congelados. Y más tarde, compraron a la francesa Danone las operaciones en Chile.
“Este crecimiento de Watt’s para Fernando Larraín fue como partir de nuevo. Él siempre tuvo claro que era importante crecer, el tamaño, tener proyectos nuevos. Lo que realmente lo motivaba era empujar nuevas cosas. Preguntaba y decía, ‘¿qué estamos viendo, qué negocios podríamos incorporar al portafolio nuestro?’. Siempre buscaba que fuera una empresa en crecimiento, porque tenía un optimismo brutal”, cuenta una persona que lo conoció en esos años.
La sucesión y el rol de los cuatro hombres Larraín Cruzat
En la nueva etapa ya independiente, Fernando Larraín Peña fue diseñando con tiempo lo que sería su sucesión, considerando la afinidad natural que mostraron con los negocios sus cuatro hijos hombres, pues la mujer del clan, Isabel (64 años), se dedicó a actividades de beneficencia, mientras su cónyuge, Felipe Soza, participa como director en Watt’s.
Al directorio de LarrainVial renunció en 2016 y fue su hijo mayor Fernando Larraín Cruzat (66), ingeniero comercial PUC y MBA en Harvard, quien tomó las riendas desde la presidencia de LarrainVial SpA, casa a la que había ingresado en 1987, si bien los otros tres hermanos integran el directorio de la compañía financiera.
Aníbal (62 recién cumplidos) tomó el camino natural de asumir la presidencia de Watt’s, luego de que su padre dejara el directorio en 2019. Esto porque él venía de este mundo industrial, pues había sido VP ejecutivo en el entonces holding Empresas Santa Carolina, que funcionaba en el mismo edificio de LarrainVial en el barrio El Golf, y que era una suerte de matriz de las firmas operativas Watt’s, Loncoleche y la Viña Santa Carolina, pero que después desapareció como tal, asumiendo Watt’s la función de holding.
Similar camino siguió Santiago Larraín Cruzat (59), asumiendo el cargo de CEO de Watt’s cuando su histórico gerente general, Rodolfo Véliz, anunciaba su salida ejecutiva de la compañía, en 2018, para luego asumir de director de la compañía, en el cupo de Fernando Larraín Peña. Santiago Larraín Cruzat, ingeniero comercial de la PUC y MBA de Cornell School of Management, había sido gerente de exportaciones y luego gerente general en Viña Santa Carolina, y gerente general de Tricolor, otra de las firmas del grupo que no formaba parte del negocio alimenticio y que fue vendida al grupo peruano Brescia.
Distinto es el caso de Francisco de Borja Larraín Cruzat (49), más conocido como Borja, a secas, quien optó por un camino diferente, pues si bien participa a nivel de directorio en Watt’s y LarrainVial SpA, su derrotero fue más internacional y luego académico. Tras estudiar ingeniería comercial en la PUC y un PhD en Harvard e incluso trabajar en la Reserva Federal en Boston como economista, a su regreso a Chile siguió el camino de la docencia en la PUC.
En la actualidad figura como profesor titular en la Escuela de Administración y como experto en finanzas, es un activo investigador, con gran cantidad de publicaciones especializadas sobre negocios, mercado financiero y mercado de capitales, como grupos económicos, IPOs, entre variadísimos tópicos.
Redes en España, el Banco Gredos y un “padre” de la Constitución española
A inicios de los años ‘70 y en vista de la difícil situación en Chile, Fernando Larraín Peña se radicó por unos años en España, país donde su veta empresarial también afloraría, participando del Banco Gredos. En sus negocios ibéricos se rodeó de un equipo que, entre otros, integró a José Pedro Pérez Llorca, un destacado político, diplomático y jurista español, que es considerado como uno de los “siete padres” de la Constitución española de 1978, post Franco.
Anfitrión de Ricardo Lagos
Pese a la distancia ideológica, a inicios de los 2000 Fernando Larraín Peña se convirtió en el inesperado anfitrión de nada menos que el Presidente de la República de la época, Ricardo Lagos. Dados los estragos que había vivido el país con la crisis asiática y el desempleo que generó, una de las políticas públicas que más empujaría el gobierno de Lagos era echar a andar el seguro de cesantía.
Y como forma de difundir la nueva política de seguridad social, el gerente de la época de Watt’s, Rodolfo Véliz, recibió un llamado desde La Moneda, contándole por parte de un equipo de avanzada que al día siguiente Lagos quería ir de visita a la planta de Watt’s en San Bernardo -elegida por ser uno de los grandes empleadores de Chile-, pues allí se fabricaban productos tan esenciales como los aceites y margarinas.
La visita fue un hito, pues era un Presidente socialista visitando una planta de un empresario que estaba lejos de esa ideología. Y fue el mismo Fernando Larraín Peña quien acompañó al entonces mandatario en su recorrido por las instalaciones. “No dudó ni un momento en ir personalmente a recibir al Presidente. Fue una visita y reunión extraordinaria. Se armó un escenario, habló el Presidente. Para Fernando Larraín lo más importante era el desarrollo de Chile, el empleo”, recuerda una persona que presenció aquella reunión.
Trilingüe y nieto del autor de Santiago de Siglo en Siglo
Aparte de los negocios, en su vida más cotidiana, Fernando Larraín Peña tuvo una formación marcadamente humanista. “En la casa era obligatorio saber francés e inglés”, cuenta su hermano Carlos Larraín. Muy culto, el abuelo de Fernando por el lado materno, Carlos Peña Otaegui, fue un destacado intelectual educado en Francia, autor del libro Santiago de Siglo en Siglo, que narra la historia de la capital desde el siglo XVI al XX.
Una veta humanista que incluso se traspasó a los hijos, pues, por ejemplo, Aníbal Larraín Cruzat, aparte de la faceta empresarial, estudió un máster en filosofía en Navarra, España.