La altitud más elevada alcanzada en una motocicleta -de 6.639 metros- fue lograda por tres chilenos: el empresario Francisco Rencoret (65), presidente de Territoria, y sus hijos Max (35) y Tomás (33). El récord mundial lo alcanzaron el pasado 25 de noviembre, en el volcán Ojos del Salado.
Cuenta el empresario que el interés viene desde siempre: tanto los Rencoret como los Domínguez (la familia de su mujer, Paula) son apasionadas por la aventura, el camping, las excursiones y la vida al aire libre. Por eso, a lo largo de los años han practicado innumerables deportes: buceo, montañismo, vela, senderismo, esquí, polo, tenis y golf.
“Nuestra relación con la montaña viene de muy temprano”, agrega. En los años ‘70 junto a su cuñado Rodrigo Domínguez competían y realizaban excursiones en nieve y montaña. Décadas después, en 2019, sus hijos organizaron una expedición familiar al volcán Ojos del Salado. “Paula y yo los acompañamos. Fue ahí donde comprendimos la magnitud del desafío: un volcán extremo, imponente, exigente, con la dureza de la puna y una fuerza casi desafiante”.
Cuenta que para ellos el desierto tiene un significado especial: tienen propiedades en el norte de Chile y desde niños han recorrido esa zona en travesías. “Ese primer año, yo acompañé principalmente en moto. Al año siguiente, mi mujer decidió subir el volcán en una expedición más organizada, y nuevamente estuve cerca, acompañando en lo posible con la moto, preparado para cualquier eventualidad”, añade.
El tercer año organizaron una expedición específica en motos, y por primera vez contrataron a un guía experimentado, James Baragwanath. “El objetivo inicial era explorar rutas, hacer scouting y ganar altura. Nunca pensamos realmente en llegar a la cumbre: por el lado argentino el riesgo era demasiado alto y la única alternativa viable era el ascenso por el lado chileno”, cuenta.
Fue entonces cuando su hijo Tomás le dijo que estaban en un momento único de la vida, con el tiempo, las ganas y la energía alineadas. Él propuso intentar un récord Guinness de altura en moto, en modalidad Unassisted, es decir, sin asistencia externa: debían cargar su propia bencina, equipos, abrigo, repuestos y un sistema de medición de altura “extremadamente preciso” (un sistema GNSS de uso minero) capaz de certificar la altitud real sobre el nivel del mar con exactitud absoluta.
En octubre se sumó al desafío su hijo Max.
El 23 de noviembre realizaron el scouting final. Baragwanath encontró una ruta viable, cuyo punto más crítico era el cruce del glaciar al pie del cráter. “Al lograr superarlo, supimos que el récord era posible”, dice Rencoret.
El 25 partieron antes de amanecer. Dos camionetas acompañaban a distancia: una con guías y equipos de emergencia, otra con su mujer y su amigo Francisco Cifuentes, preparada para un eventual rescate.
A las 11 de la mañana iniciaron oficialmente el intento Guinness. “Fueron cerca de 25 kilómetros de ascenso en moto, extremadamente exigentes con temperaturas muy bajas y vientos sobre los 60 kilometros. Tuvimos que cargar cerca de 20 litros de bencina en mochilas, rellenar varias veces en altura y dejar combustible en el camino para alivianar peso. A más de 6.000 metros, cada kilo se siente como una tonelada”, asegura. Y añade: “Tengo 65 años. Y entendí que esta no era sólo una aventura extrema: era una oportunidad irrepetible de vivir algo trascendente con mis hijos, de crear un vínculo que perduraría en la memoria de nuestros nietos, y de demostrar que la edad no limita la capacidad de soñar ni de emprender desafíos extraordinarios”.
A unos 50 metros del récord, a su hijo Max se le terminó la bencina, por lo que tuvieron que esperarlo a que fuera a buscar más combustible a pie. Juntos completaron el desafío.
Entregaron la evidencia a Guinness World Records: registros continuos, certificación de altura, prueba de que no hubo asistencia externa. El récord fue validado.
“Vi coraje, solidaridad, liderazgo y amor fraterno. Vi la familia que hemos construido”, dice Rencoret.