El pádel pasó de moda, advierten titulares en la prensa nacional. El boom de la pandemia está chocando con la realidad: las reservas han caído y decenas de clubes han cerrado. Matías Leighton, chileno radicado en Estados Unidos, no le tiene temor a eso. Porque no le importa el mercado chileno.
Su carrera ha estado ligada a la banca, los excel y los PPT. Trabajó en Rothschild cerca de tres años y cuando quiso saltar a negocios más tangibles postuló a Southern Cross. Fue rechazado dos veces, pero insistió y la tercera fue la vencida. En abril de 2020 se sumó como analista de private equity al fondo liderado por Raúl Sotomayor.
La idea de emprender, eso sí, siempre estuvo presente. Su jefe en Rothschild, Mathew Smith, le regaló un libro antes de dejar la firma: 100% entrepreneur (100% emprendedor). Leighton sintió que el mundo de las transacciones era “muy robot”, una cadena interminable de presentaciones y procesos estructurados. Quería meter las manos en el barro.
Sin cancha en Nueva York
En 2022 su señora fue aceptada en un master en Barcelona y partieron a España. Él siguió trabajando en Southern Cross de manera remota y empezó a coquetear con la idea de emprender. Su desfase horario -dice- era ideal: jugaba pádel de 9 a 11 y a las 12 ya estaba conectado con Chile. Si en Chile era fanático de este deporte, allá se obsesionó.
Y esa obsesión, de a poco fue transformándose en algo más. Mientras vivía en Barcelona, Leighton postuló a un MBA en Columbia. Quería, confiesa, vivir en Nueva York y estaba seguro de que sería aceptado. Entonces, revisó dónde podría practicar pádel.
“Ahí se me prendió una alarma”, cuenta. “No me hacía sentido que un deporte tan popular y que venía creciendo tanto no tuviera ningún espacio en NYC”, dice.
Le planteó la idea a Sotomayor y éste se convirtió en un mentor. Los datos internacionales también avalaban que este podía ser un buen negocio. “Suecia tiene 400 canchas por millón de habitantes, España alrededor de 350. En Latinoamérica hay como 140 y en Estados Unidos tienes 1,5”, asegura.
El póker
Así, empezó a mandar mails a administradores de terrenos para buscar oportunidades. Mandó más de 150. La gran mayoría no obtuvieron respuesta. En julio de 2023 recibió señales: CBRE, una de las corredoras más grandes del mundo, le dijo que lo podrían representar en Boston.
Por precio y disponibilidad ya había descartado NYC. “Cualquier ciudad de más de 200 mil personas y un 20% internacional me hacía sentido”, describe Leighton. Así apareció Boston.
En agosto de 2023 aterrizó en NY. Ese mismo día recibió un mail de CBRE: habían encontrado una oportunidad. Al día siguiente partió para allá y apenas llegó “le dije al landlord: ‘Lo quiero. Esto es mío’”.
Ahora venía lo difícil. Leighton tenía que convencerlos de que podía pagarlo.
Esa negociación fue dura. Lo ayudó Richard Robinson, un norteameriacano que trabajaba con Stars, el family office de Felipe Ibáñez. Tenía que convencer a los dueños del terreno, un fondo de pensiones canadiense, de que un chileno estudiante de un MBA en Nueva York podría operar un centro de pádel en Boston.
“Fue mucho jugar póker. Por un lado estaba levantando capital y por otro lado estaba cerrando el lugar”, confiesa Leighton.
US$ 3,1 millones
Un compañero de trabajo en Rothschild, Rafael Duval -hoy en Altis-, lo contactó con la familia Edwards Palma. Felipe Edwards Palma y su hermano Luis Germán recibieron a Leighton y escucharon su tesis de negocio. Antes de levantar capital el ingeniero había invertido US$ 20 mil y el crédito de US$ 150 mil que obtuvo para el MBA lo estaba utilizando para sacar adelante su idea. Estaba all in. Los socios de Southern Cross ya habían prometido capital, tanto Sotomayor como los de México y Argentina y familiares y amigos también se habían subido al barco.
Logró convencer a esta familia, que se convirtieron en los inversionistas lideres de la ronda y levantó US$ 3,1 millones para sacar adelante el primer club de pádel de Boston. Con ese capital comprometido volvió a los propietarios del terreno.
En abril de 2024 firmó un LoA (carta de acuerdo) y en septiembre de ese mismo año selló el acuerdo definitivo. Tres meses después empezó la construcción.
La parte difícil -asegura- ya estaba hecha. “El 80% del negocio es encontrar un buen lugar a un precio justo. El resto es branding y marketing”.
Boston tiene 250 mil estudiantes, por ende su tesis es darles un buen precio en los horarios muertos, entre 9:00 y 16:00, y que los profesionales lleguen después.
Lo llamó Padelhub, firmó una exclusividad con Adidas y construyó seis canchas de pádel y dos de pickleball. Su apuesta es que este deporte no deje de crecer en EEUU. Incluso, adelanta, ya se habla de que podría convertirse en deporte olímpico.
Punto de equilibrio
El 27 de octubre de este año Padelhub abrió sus puertas oficialmente. Aunque la semana anterior había hecho un evento gratuito para todos los socios en ese momento, Leighton usó la estrategia de generar FOMO (fear of missing out o miedo a perderse algo) y los cupos para socios eran limitados. Sólo existieron 50 socios fundadores. El resto está en una lista de espera.
Actualmente Padelhub tiene 134 socios pagando una mensualidad. Por sus canchas techadas ya han pasado más de dos mil personas. En los próximos cinco años, espera abrir tres o cinco clubes más.
Leighton cambió la camisa y los power points por ropa de deporte y pelotas. Y quiere seguir haciéndolo por muchos años más.