Divertimento Chileno
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 31 de agosto de 2012 a las 05:00 hrs.
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Enclavado en la subida oriente del Cerro San Cristóbal, en un ambiente natural envidiable, está este restaurante que es parte de la historia gastronómica capitalina y de la vida de la familia Sacco. Mientras Flaminia se esmera en los fogones, casi siempre es posible encontrarse con el pater familia, Bruno, amén del resto de los integrantes de un clan ameno y afable.
Si alguien puede creer que Divertimento tiene un sello italiano, el actual apelativo de “chileno” no deja lugar a dudas de que su vocación es la criolla aunque siempre exista un giño a los genes, como por ejemplo, en un plato potente: Almejas y Choritos a la napolitana con Longaniza de Chillán. O en un aperitivo refrescante: Campari Sour.
Lo cierto es que toda la carta mezcla lo más profundo de la cocina tradicional chilena con un upgrade y una inspiración que vuela más allá de las fronteras. Por ejemplo, casi como la mejor tapa se come de un solo mordisco la Sopaipilla de pebre de cochayuyo, gloriosa.
Los fondos son monumentales y el ambiente casi siempre invita a no dejar el almuerzo antes de la cinco de la tarde. Como testigos sólidos están el fantástico Arrollado Huaso con Puré de Poroto Burros, aromático, humeante y cremoso a la vez; y su Congrio a la Chancaca que transita entre dulzores y picores equilibrados y sorprendentes.
En un final que puede evocar el sabor perdido, allí está la Leche Nevada, una sutileza de recuerdos. Como para inaugurar septiembre.
Si alguien puede creer que Divertimento tiene un sello italiano, el actual apelativo de “chileno” no deja lugar a dudas de que su vocación es la criolla aunque siempre exista un giño a los genes, como por ejemplo, en un plato potente: Almejas y Choritos a la napolitana con Longaniza de Chillán. O en un aperitivo refrescante: Campari Sour.
Lo cierto es que toda la carta mezcla lo más profundo de la cocina tradicional chilena con un upgrade y una inspiración que vuela más allá de las fronteras. Por ejemplo, casi como la mejor tapa se come de un solo mordisco la Sopaipilla de pebre de cochayuyo, gloriosa.
Los fondos son monumentales y el ambiente casi siempre invita a no dejar el almuerzo antes de la cinco de la tarde. Como testigos sólidos están el fantástico Arrollado Huaso con Puré de Poroto Burros, aromático, humeante y cremoso a la vez; y su Congrio a la Chancaca que transita entre dulzores y picores equilibrados y sorprendentes.
En un final que puede evocar el sabor perdido, allí está la Leche Nevada, una sutileza de recuerdos. Como para inaugurar septiembre.

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