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Guillier, las quejas y la prudencia

Su enfrentamiento con la Fiscalía, en medio de la investigación abierta por las asesorías en el Senado, se suma a sus críticas contra los notarios, los medios y el financiamiento. L

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 8 de septiembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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Por su carrera profesional y en el Parlamento, no parece ser natural en Alejandro Guillier la imprudencia. Pero en los últimos meses el candidato presidencial de la centroizquierda no ha utilizado su derecho a guardar silencio en ocasiones en que hubiese sido aconsejable la cautela. El senador por Antofagasta se ha involucrado en polémicas que no le han aportado a su candidatura y que, por el contrario, la enredan. Adicionalmente, en vez de intentar instalar temas y controlar la agenda, ha convertido la queja en una de las columnas vertebrales de su campaña.

En mayo pasado, por ejemplo, reprochó las inversiones del Partido Socialista en empresas. “Son hechos dolorosos”, señaló. Actualmente, sin embargo, es la colectividad de calle París la que le está proporcionando en buena medida el dinero necesario para arrancar con una campaña detenida por la falta de crédito.

En julio se enfrentó a los notarios en medio del proceso de recolección de firmas para su candidatura. Su entonces jefe de campaña territorial, el senador socialista Juan Pablo Letelier, señaló que algunos no querían prestar los servicios para realizar el trámite y que cobraban sumas exorbitantes. La polémica terminó con una fotografía de Guillier con el presidente de la Asociación de Notarios, Alfredo Martin, en un gesto que tenía un cierto sentido de disculpas.

En agosto vinieron las denuncias por el supuesto cerco informativo hacia su candidatura, una especie de conspiración de los medios en contra de su postulación. En un encuentro en el Círculo de Periodistas criticó la forma en que los informadores realizan su trabajo, la manera en que se cubren sus actividades en terreno y, directamente, se refirió algunos medios de comunicación escritos y a TVN.

Mucho antes se había quejado del daño que le había causado el fuego amigo –que sectores de la DC lo calificaran de populista–, del escaso apoyo de La Moneda –“los gobiernos no hacen ganar elecciones, pero las pueden hacer perder” – y del mundo de los partidos, que fueron los que finalmente hicieron mover las máquinas para juntar las firmas y poder inscribir la candidatura hace algunas semanas.

El reciente enfrentamiento de Guillier con la Fiscalía, justamente en medio de la investigación abierta por las asesorías en el Senado, representa un nuevo capítulo de intervenciones poco afortunadas.

Las quejas continuas, por una parte, sumado al ímpetu de referirse a asuntos que aparentemente concitan la simpatía de la ciudadanía, por otra, han instalado a Guillier en un terreno pantanoso y poco creativo a dos meses de las elecciones del 19 de noviembre. Sucedió hace apenas unas semanas cuando criticó al Tribunal Constitucional en medio de la resolución por el aborto en tres causales.

El daño del caso Copy-Paste

Guillier ha sido consistente en su decisión de no haber querido entrar a los partidos y probablemente tiene una teoría para justificarlo. Pero el senador ha preferido pasar momentos ingratos y dificultosos –contrarios a toda lógica política– con el propósito de mantener un llamado perfil ciudadano que cuida como oro en paño. Su resolución le ha traído mayores problemas que soluciones pero, pese a que terminó pidiendo ayuda al engranaje del oficialismo tanto para las firmas como para el financiamiento, parece seguir una línea coherente.

Desde este espacio es donde pretende instalarse Guillier: lejos de los partidos. Como señaló en su libro De cara al país: “Mi estrategia es tomar distancia de los partidos. Se gobierna con los partidos, sí, pero debería tener sobre mi espalda el mayor apoyo ciudadano posible (…) Los partidos políticos gobiernan, pero tienen que aprender a gobernar con los movimientos sociales”, señaló el senador en la conversación con Raúl Sohr.

La investigación abierta por la Fiscalía esta semana apunta, por lo tanto, al corazón del guillierismo y la estrategia de mostrarse ante los electores como un invitado de la política. El llamado caso copy-paste en un momento importante de la campaña –los pagos del senador por supuestos informes calcados de la página web del Congreso– tiene el riesgo de dañarlo en sus cualidades blandas. De acuerdo a la última CEP sigue siendo el político mejor valorado por la ciudadanía y con menor rechazo: 40 puntos –empatando con Piñera–, pero con menor evaluación negativa que el expresidente. Ante la pregunta de mayor honestidad y confiabilidad, sin embargo, el candidato de Chile Vamos lo supera por 10 puntos (26 contra 16).

El caso Exalmar y los conflictos de interés no llegaron a dañar a Piñera de acuerdo a las encuestas, probablemente porque su electorado lo conoce. El fuerte de Piñera, a diferencia de Guillier, no está ni en su perfil ciudadano ni en la distancia que tome respecto de los partidos que lo respaldan ni en la aparente independencia. El candidato PS-PPD-PR-PC, sin embargo, fundamenta parte importante de su discurso en no provenir del mundo de la política y en tener aires nuevos. A la hora de explicar su liderazgo, por ejemplo, ha señalado que la gente no lo ve “contaminado con la corrupción política ni desgastado por las prácticas cupulares”. “Políticos antiguos que no están tocados por la corrupción, como Lagos, pertenecen a un Estado que ya pasó”, señaló en abril pasado.

No es claro el camino que vaya a tomar la investigación de la Fiscalía sobre las asesorías parlamentarias, pero Guillier –que en un comienzo había optado por la opción institucional y remitir la información pertinente a la Comité de Auditorías Parlamentarias del Senado–, este jueves nuevamente sorprendió al enredarse en una disputa frontal con el Ministerio Público. El candidato no solo señaló que las cifras de la propia Fiscalía avalan la sensación de impunidad que existe en la ciudadanía ante los delitos menores. Adicionalmente, relacionó este enfrentamiento con la investigación anunciada horas antes sobre las asesorías parlamentarias. “No puedo asegurar intenciones –indicó Guillier–, pero la coincidencia es evidente”.

De acuerdo al candidato, los fiscales estarían heridos por sus críticas hacia su trabajo.

¿Quién le habla al oído a Guillier?

Al margen de la inconveniencia política de estos episodios, justamente cuando la CEP lo indica como el candidato que pasaría a segunda vuelta y se enfrentaría a Piñera, no se comprenden del todo las decisiones del candidato. Esta necesidad de congraciarse con lo que aparentemente señala la calle en todo orden de cosas –el Tribunal Constitucional, por ejemplo– lo hace perder el norte y dejar de lado asuntos que de verdad son importantes. Enredado en una polémica con diferentes sectores –como los notarios, por ejemplo–, la candidatura no logra instalar ni temas ni mensajes propios. Al asumir una posición de persistente queja, Guillier pierde identidad y proyección creativa hacia el futuro.

En definitiva, un escenario poco adecuado para un candidato a menos de dos meses de unas presidenciales.

Nadie sabe con certeza quién es la persona que le habla al oído a Guillier ni el equipo con el que toma las decisiones estratégicas. A propósito del caso copy-paste han quedado en evidencia los roces al interior de su comando de campaña y los conflictos que tienen los partidos con el que, pareciera, es su hombre de mayor confianza: Enrique Soler, su jefe de gabinete. Dicen que existen al menos tres grupos que no siempre hacen conexión unos con otros: el que lidera el propio Soler, el que componen Osvaldo Correa y Juan Andrés Lagos (radicales y comunistas, fundamentalmente) y su equipo de asesores parlamentarios que todavía sigue trabajando como si no existiera encima una campaña presidencial.

La descoordinación entre unos y otros, comentan en el oficialismo, se ha hecho evidente hace semanas. Cuando La Moneda firmó el proyecto de ley de matrimonio igualitario, parte del equipo se sorprendió al constatar que el candidato se hallaba en el norte y no asistiría a Palacio, por ejemplo, en calidad de parlamentario oficialista. En definitiva, según algunos de sus colaboradores, una oportunidad perdida.

Problemas similares se producían hasta hace poco en regiones, donde las actividades del candidato se dejaban en manos del caudillo local, provocando el enojo del resto del oficialismo.

Las encuestas muestran, sin duda, que Guillier objetivamente tiene posibilidades de competir. Todo depende, repiten en el oficialismo, de los acuerdos que se consigan con miras a la segunda vuelta. Pero el problema de Guillier se halla en otra parte y lo explican en la Nueva Mayoría: existe la sensación subjetiva de que la carrera está prácticamente jugada a favor de Chile Vamos. La fichas, como usualmente se estila en este tipo de casos, se están poniendo en las elecciones parlamentarias.

Alguien en el comando de Guillier –probablemente el propio candidato– piensa que las continuas quejas y polémicas infructuosas son una manera de marcar las diferencias con Piñera. Pero parece una maniobra arriesgada y poco prudente justamente en un momento en que Guillier debe enfrentar acusaciones de prácticas poco adecuadas en el ejercicio del poder, pinchando una de sus fortalezas. El candidato, aunque a 70 días de las elecciones, quizá debería cambiar de estrategia.

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