Los libros en papel resurgen de las cenizas y se imponen a los textos electrónicos
En España, las ediciones digitales cayeron 1,9% en 2014, mientras que las impresas crecieron 3,7% para primeras ediciones.
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Algo inesperado está pasando en el mercado editorial. Tras años de apuesta por el libro electrónico, un futuro que parecía inevitable, varias librerías y grandes comercios cierran los ejercicios con ventas crecientes en libros de papel. Casi ocho de cada diez libros sigue siendo de tinta y aunque las ventas en digital se mantienen al alza en algunos mercados y géneros, el interés de las editoriales y los lectores está disminuyendo.
En España, por ejemplo, el último observatorio del Ministerio de Educación apuntó a una caída de 1,9% en ediciones digitales durante 2014. Las publicaciones en edición impresa, en cambio, crecieron 3,7% para primeras ediciones. En Reino Unido, las pasadas navidades trajeron un aumento en la venta de libros impresos para la cadena de librerías Waterstones de casi 5%. Para la cadena Foyles, según Financial Times, el crecimiento fue aún mayor, de casi un 11%. "La demanda de lectores de libros electrónicos, en cambio, no ha sido tan alta como esperábamos", aseguraban.
En Estados Unidos, un mercado que a menudo se toma como referencia de futuras tendencias, el gasto en libros electrónicos, según la consultora Nielsen, está creciendo casi 4%, pero el declive de los libros en papel se ha frenado.
Modelos de educación
Incluso el público joven parece estar recuperando el interés por las ediciones impresas frente a los textos electrónicos. La venta de literatura infantil y juvenil impresa creció 9% en 2014. Estudiantes de educación media y universidades, según Nielsen, siguen prefiriendo también los textos impresos por la mayor facilidad a la hora de consultar y estudiar.
La lectura en papel ha vuelto a las escuelas gracias a nuevos modelos de educación, confirma Núria Cabutí, directora general de los libros editados en español de Penguin Random House.
La neoyorquina Nancy Atwell, ganadora del Global Teacher Prize ha creado un sistema de enseñanza en cuyos colegios –conocidos como Center for Teaching and Learning- los alumnos leen 40 libros al año. En 2011, The New York Times ya se hacía eco de una nueva tendencia. Los altos directivos de las grandes empresas tecnológicas enviaban a sus hijos a colegios donde estaba prohibido el uso de las nuevas tecnologías. Lápices, papel y pizarra hasta pasados los ocho años. Y es que las pantallas -ya sean de televisión, tablet o celular-, en una edad temprana, dificultan pensar, prestar atención, y convierten a los niños en seres pasivos, explica Catherine L'Ecuyer, autora de "Educar en el asombro" y "Educar en la realidad".
Amenaza la piratería
El precio es uno de los factores que ha contribuido al renacer del libro en papel. Las ediciones digitales tienen un precio superior a los libros de tapa blanda, y en muchos casos incluso al de los libros de nueva edición en tapa dura.
Pero la situación no es exclusiva del libro como producto. Se refleja también en las ventas de lectores de tinta electrónica, una categoría que alcanzó en 2011 su máximo histórico. Según la consultora iSuppli, las ventas de lectores de tinta electrónica en 2014 se redujeron a 8,7 millones de unidades. En 2013 se vendieron más de diez millones. Para este año se espera que las ventas desciendan más todavía.
Para los editores, el freno de la digitalización no es necesariamente una mala noticia. A pesar de las ventajas del formato digital, la popularidad de lo electrónico ha traído un problema al que ya se enfrenta la música o el cine: la piratería.
En algunos territorios se trata de un problema prácticamente imposible de controlar. Según GFK, la piratería de libros en Dinamarca roza el 90% de total de libros descargados. En Rusia, casi el 92%. En general, la industria editorial calcula que sólo el 20% de los libros electrónicos se descargan de sitios legítimos. Dado el pequeño papel que juega en las cuentas, el índice de piratería no es todavía un problema tan serio como el que supone para los estudios de cine, pero es uno creciente que podría evitarse si la copia impresa volviera a ocupar las estanterías.