Fe
Por Padre Raúl Hasbún
Por: | Publicado: Viernes 20 de julio de 2012 a las 05:00 hrs.
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La “partícula de Dios” y el contrapunto entre “moral laica” y moral religiosa vuelven a plantear la relación entre Fe y Verdad.
Verdad es la congruencia entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Fe es uno de los modos o medios para alcanzar la Verdad. La relación entre Verdad y Fe es la que se da entre un fin y los medios para obtener el fin.
Todos los hombres apetecen la verdad (en griego, Alétheia, descorrer el velo: lo noble, lo sagrado, lo divino es pudoroso y se recubre por un velo que sólo el que es puro puede remover para contemplar y reposar en su belleza). A esa Alétheia se accede por cuatro vías diferentes. Primero está la verdad fáctica, saber lo que aconteció o sucede ahora. El criterio de esa verdad es la evidencia, vivencial o testimonial: uno sabe algo porque lo vivió en persona o porque lo escuchó de otro que sabe y no miente.
Luego está la verdad científica, que también presupone evidencias empíricas y testimoniales, pero que sistematiza sus hallazgos, formula leyes y respalda sus conclusiones mediante reproducción de experiencias.
Más arriba se ubica la verdad filosófica, cuyo criterio de verificación es la razón. El carácter sutil de la inteligencia pura permite superar límites que para la ciencia pura son infranqueables, como son las respuestas al por qué y al para qué del mundo y de cada ser en particular.
Y en la cúspide se yergue la verdad teológica, cuyo objeto es aquel Ser invisible pero indivisiblemente concatenado con el mundo y en particular con el hombre, y que en diferentes idiomas lleva el nombre de Dios.
A esa verdad sobre Dios se arriba principalmente mediante la fe revelada: es Dios mismo quien descorre el velo para que el hombre contemple su rostro.
Estas cuatro vías ¿son contradictorias, paralelas, autosuficientes, intercambiables? Probemos. En la verdad fáctica vivida personalmente ya se encuentra un acto de fe: “es cierto, no estoy fabulando, no está en mí el genio maligno discurrido por Descartes para inducirme al engaño”. El testimonio de otro es íntegramente un acto de fe: yo no estuve ahí, pero le creo al que estuvo porque lo considero fidedigno. La verdad científica se construye sobre innumerables actos de fe en lo descubierto por otros y en la honestidad de quienes reportan o certifican hallazgos. La razón presupone una certeza de que los objetos son cognoscibles e inteligibles y de que los sujetos pueden liberarse de sus velos personales. Y la fe no puede existir si no se apoya en hechos, testigos y documentos y prescinde de su ala segunda, que es la razón. La Verdad es una. Sus cuatro vías se necesitan y complementan orgánicamente. Fe sin razón engendra fanáticos. Razón sin fe, locura, desesperación, nada.
Verdad es la congruencia entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Fe es uno de los modos o medios para alcanzar la Verdad. La relación entre Verdad y Fe es la que se da entre un fin y los medios para obtener el fin.
Todos los hombres apetecen la verdad (en griego, Alétheia, descorrer el velo: lo noble, lo sagrado, lo divino es pudoroso y se recubre por un velo que sólo el que es puro puede remover para contemplar y reposar en su belleza). A esa Alétheia se accede por cuatro vías diferentes. Primero está la verdad fáctica, saber lo que aconteció o sucede ahora. El criterio de esa verdad es la evidencia, vivencial o testimonial: uno sabe algo porque lo vivió en persona o porque lo escuchó de otro que sabe y no miente.
Luego está la verdad científica, que también presupone evidencias empíricas y testimoniales, pero que sistematiza sus hallazgos, formula leyes y respalda sus conclusiones mediante reproducción de experiencias.
Más arriba se ubica la verdad filosófica, cuyo criterio de verificación es la razón. El carácter sutil de la inteligencia pura permite superar límites que para la ciencia pura son infranqueables, como son las respuestas al por qué y al para qué del mundo y de cada ser en particular.
Y en la cúspide se yergue la verdad teológica, cuyo objeto es aquel Ser invisible pero indivisiblemente concatenado con el mundo y en particular con el hombre, y que en diferentes idiomas lleva el nombre de Dios.
A esa verdad sobre Dios se arriba principalmente mediante la fe revelada: es Dios mismo quien descorre el velo para que el hombre contemple su rostro.
Estas cuatro vías ¿son contradictorias, paralelas, autosuficientes, intercambiables? Probemos. En la verdad fáctica vivida personalmente ya se encuentra un acto de fe: “es cierto, no estoy fabulando, no está en mí el genio maligno discurrido por Descartes para inducirme al engaño”. El testimonio de otro es íntegramente un acto de fe: yo no estuve ahí, pero le creo al que estuvo porque lo considero fidedigno. La verdad científica se construye sobre innumerables actos de fe en lo descubierto por otros y en la honestidad de quienes reportan o certifican hallazgos. La razón presupone una certeza de que los objetos son cognoscibles e inteligibles y de que los sujetos pueden liberarse de sus velos personales. Y la fe no puede existir si no se apoya en hechos, testigos y documentos y prescinde de su ala segunda, que es la razón. La Verdad es una. Sus cuatro vías se necesitan y complementan orgánicamente. Fe sin razón engendra fanáticos. Razón sin fe, locura, desesperación, nada.