En unos días, el cambio fundamental en la forma en que la industria financiera aborda el cambio climático quedará plenamente exhibida. Atrás quedaron los tiempos de banqueros en bicicleta repartiendo tarjetas de bambú, como ocurrió en Glasgow durante la cumbre COP26 en 2021. También desaparecieron la mayoría de los compromisos net zero anunciados entonces.
De hecho, la COP30 de este año en Brasil estará notablemente libre de altos ejecutivos de Wall Street discutiendo cómo reducir sus emisiones financiadas. En lugar de preocuparse por la meta de 1,5° C, las grandes instituciones financieras están hoy enfocadas en responder a la demanda por suministro y seguridad energética.
Aquello podría ser “una motivación más fuerte para la transición que las preocupaciones medioambientales que la precedieron”, dijo Jenn-Hui Tan, chief sustainability officer de Fidelity International.
El fenómeno, impulsado en gran medida por las inversiones de las Big Tech en data centers para alimentar la inteligencia artificial, está provocando un fuerte flujo de capital hacia energías renovables. Sin embargo, esos recursos aún no son suficientes para proteger a la población de los peores efectos del cambio climático.
Existe “una gran brecha entre la inversión anual actual y los niveles necesarios para reducir de manera significativa las futuras pérdidas económicas causadas por sequías, huracanes, marejadas y el aumento del nivel del mar”, señaló Rahul Ghosh, managing director y global head of sustainable finance de Moody’s Ratings.
Las asignaciones de capital hacia la economía verde están aumentando, y las acciones de energía limpia viven un rally este año que ha dejado atrás al Nasdaq 100, al S&P 500 y al MSCI World Index.
En renta fija, los bancos están obteniendo mayores ingresos por otorgar préstamos y estructurar emisiones de bonos vinculadas a proyectos verdes que por financiar compañías de combustibles fósiles.
“Existen muchas razones económicas fundamentales que favorecen los tipos alternativos de producción energética por sobre los combustibles fósiles”, dijo Tan.
Hacia los 2,8° C
Pero incluso cuando los indicadores de mercado sugieren que los activos verdes viven sus “días de gloria”, el aumento de las temperaturas continúa.
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, calificó como “inevitable” que el calentamiento global supere los 1,5° C desde el inicio de la era industrial, por lo que “el camino hacia un futuro habitable se vuelve más empinado cada día”. De hecho, un informe publicado previo a la COP30 indicó que con las políticas actuales las temperaturas se empinarían 2,8° C.
En este complejo escenario, incluso Bill Gates, el filántropo y cofundador de Microsoft, sostuvo que es momento de cambiar el foco. En un memo enviado el 28 de octubre, afirmó que las negociaciones climáticas en Brasil deberían centrarse en cómo adaptarse mejor a la realidad.
La cumbre COP30 ofrece “una oportunidad para reenfocar la atención en la métrica que debería importar incluso más que las emisiones y el cambio de temperatura: mejorar la vida de las personas”, escribió Gates. Y agregó que “un mayor uso de energía es una parte clave de la prosperidad”.
Financiamiento
Gran parte de la atención en la COP30 se centrará en la adaptación climática. Sin embargo, de acuerdo al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente el financiamiento para enfrentar los efectos físicos de un planeta más cálido es peligrosamente insuficiente.
El capital privado deberá desempeñar un papel clave para cerrar esa brecha, principalmente a través de esquemas de blended finance. Sin embargo, las estimaciones muestran que este tipo de acuerdos, que combinan fondos públicos y privados, están estancados en niveles alarmantemente bajos.
Los banqueros que planean viajar a Brasil este mes aseguran que es clave aprender de los errores del pasado.
“Nos dimos cuenta de que realmente no necesitamos grandes compromisos o cifras rimbombantes”, dijo Daniel Hanna, group head of sustainable and transition finance en Barclays. Añadió que la industria financiera “debería tener mucha más humildad respecto de lo difícil que es esto, y enfocarse mejor en dónde invertir sus esfuerzos para apoyar la descarbonización”.
Rhian-Mari Thomas, CEO del Green Finance Institute, comentó que “probablemente estamos llegando al límite de algunas de las estrategias que hemos adoptado hasta ahora como comunidad de finanzas climáticas: algunos compromisos de largo plazo y las iniciativas demasiado amplias”.
Una queja recurrente del sector financiero ha sido que alinear las carteras con un calentamiento global inferior a 1,5° C no es viable en un mundo que avanza hacia incrementos de temperatura casi del doble. Por ello, identificar dónde los bancos y gestores de activos pueden generar un impacto tangible es clave.
“Necesitamos ser mucho más específicos y detallados sobre cuáles son las palancas que puede accionar la industria financiera para avanzar”, dijo Hanna.