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Octubre

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Viernes 24 de octubre de 2014 a las 05:00 hrs.
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Cada vez que se avecinaba octubre, el Papa León XIII escribía una Encíclica sobre el Rosario. El era el gran Pontífice de las Encíclicas Sociales. Y octubre, el Mes de las Misiones. Una mente rápida y sintética capta el mensaje: oración, misión, transformación y paz social se abrazan cálidamente en octubre.

La oración suscita, según promesa de Cristo, vocaciones misioneras. Apoya y asegura fruto a la siembra y sudor de los misioneros. Es, en sí misma, misionera. Quien ora fervorosamente con la lógica del Rosario (vocalizar, meditar, ofrecer por otros lo cien veces vocalizado y meditado) se ha convertido en misionero sin abandonar su casa, su escritorio, su lecho de enfermo o su claustro conventual. Teresita de Lisieux, monja carmelita es, tras Francisco Javier, Patrona Universal de las Misiones.

La misión anuncia el Evangelio en tierras y culturas que no conocen o rechazan a Cristo. También confirma la fe en aquellos bautizados que habitualmente la alimentan en la Eucaristía y la expresan en su conducta moral. Y no olvida ni abandona a quienes, por desilusión o pereza, se sienten distanciados del culto litúrgico y toman, de los mandamientos, lo que mejor les acomode. Se es misionero por obediencia al postrer testamento de Cristo en la tierra: "Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación".

Quien sabe que es feliz por su fe no se la reserva egoístamente para sí. Un bautizado en Cristo es profeta, sacerdote y rey como Cristo: al servicio de los demás. Está llamado, mandatado para que sea luz del mundo y sal de la tierra: su fe es el fundamento más sólido para edificar una arquitectura social animada de justicia, esperanza, solidaridad y paz. Descansa en la certeza: "quien crea en Mí, tendrá vida eterna". Y no desea entrar a ella dejando fuera a los que en vano aguardaron que él les convidara su fe.

72 discípulos de Cristo volvieron extasiados de su primera experiencia misionera: "¡Los demonios se nos someten en tu Nombre!". ¿Quién no gozará al comprobar que tiene poder sobre el Demonio? Pero Cristo les reveló una alegría y un poder aún mayor: el nombre de cada discípulo está escrito en el cielo, es decir, en el corazón de Cristo-Dios. Quien ora con esa fe tiene poder sobre Dios, que es mucho más importante y regocijante que tener poder sobre el Demonio.

"Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios", fue el Evangelio de este año para el Día de las Misiones. Le damos al César los mejores ciudadanos, los que cumplen óptimamente las leyes justas y denuncian sin tartamudear las leyes antivida, antifamilia, antilibertad de culto y conciencia. Darle ese NO, rotundo y unánime, es misión irrenunciable del misionero. En octubre y siempre.

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