Columnistas

Resucitó

Por Padre Raúl Hasbún

Por: | Publicado: Viernes 28 de abril de 2017 a las 04:00 hrs.
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Múltiples, coherentes, concordantes y exentos de toda sospecha fueron los testimonios de que Cristo había resucitado. El más relevante desde el punto de vista procesal fue el de los soldados que custodiaban el sepulcro, sellado con enorme piedra al día siguiente de la muerte de Jesús. Los sumos sacerdotes y fariseos se lo habían pedido expresamente a Pilato: “no sea cosa que sus discípulos roben el cadáver y luego digan al pueblo que resucitó de entre los muertos”. Estos soldados sintieron el terremoto y vieron al refulgente Ángel del Señor que hizo rodar la piedra y se sentó sobre ella. Aterrorizados por lo visto y oído, y conscientes del incumplimiento de su deber de custodia, fueron a contarles lo realmente ocurrido a los sumos sacerdotes. Reunidos en consejo, decidieron éstos sobornarlos con buen dinero advirtiéndoles: “Digan que los discípulos de Jesús vinieron de noche mientras ustedes dormían y robaron el cadáver”. Impostura y rumor “que corren entre los judíos hasta hoy”, cierra el relato de Mateo. Bien lo sabemos en Chile, cuya Televisión estatal difundió ampliamente la versión documental israelí del “sepulcro olvidado”: excavaciones recientes habrían identificado el ataúd de Jesús, sepultado junto a la Magdalena…

Dios suele permitir que se ataque lo que Él quiere que se destaque. Examinemos las consecuencias lógicas de que Cristo no hubiera resucitado. Para empezar Él no sería Dios, sino un simple mortal iluso, megalómano, necio y sospechoso de masoquismo. ¿Profeta? Su principal profecía, resucitar de entre los muertos, no se cumplió. Mucho menos las otras. ¿Maestro, sabio? Sólo al nivel de autor de libros de autoayuda, coleccionista de recetas obvias para el buen vivir. ¿Sus apóstoles? Edificaron la Iglesia sobre un siniestro fraude y montaje, abusando de la credibilidad de sus fieles. Fraude que contaría con la complicidad de la Madre de Jesús, y que los Papas habrían perpetuado por dos milenios. La solemne liturgia sería mera recordación pedagógica, incapaz de generar vida sobrenatural. ¿Bautismo? Rito de iniciación, no distinto en esencia de la inscripción en el Registro Civil. ¿Eucaristía? Necrofilia y necrofagia con maquillaje religioso. ¿Sacramento del perdón? Introspección y transferencia sicológica, buena instancia de desahogo ante un confidente discreto. Sólo el Espíritu Santo, Amor de Dios, perdona el pecado. Y si Cristo no ha resucitado, no hay Espíritu Santo que resucite cuerpos ni almas. Al Domingo, día del Señor, habría que devolverle su primitivo nombre pagano: día del Sol. El trabajo y la esperanza del hombre serían vanos: todo se va igual al tacho, da lo mismo ser Jesús o Judas. ¿Y amar? Nada tan peligroso y frustrante, polvo y gusano se tragan definitivamente al amado. Pablo sentencia: “vana sería nuestra fe, y nosotros, los más desdichados de todos los hombres!”

Pero llevamos milenios amando como Cristo amó. Es la prueba decisiva de que El resucitó.

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