Raíces de la “irreligión contemporánea”
Por: | Publicado: Viernes 21 de octubre de 2011 a las 05:00 hrs.
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Augusto Del Noce, un clásico del pensamiento político europeo, advirtió con gran antelación, a principios de los sesenta, que el comunismo decaía y que se perfilaba un nuevo adversario, peor aún que el comunismo. Párrafos seleccionados de su obra “El problema del ateísmo”.
Contrariamente a lo que Marx había pensado, la desaparición del problema de Dios tendría lugar en el mundo burgués, en el mundo de una “nueva burguesía” no prevista por él, que rompió el compromiso cristiano-burgués del pasado. La fórmula a veces pronunciada, pero con más frecuencia vivida sin conciencia clara, de la irreligión contemporánea es la siguiente: “vivimos en un mundo nuevo, separado del pasado por un fractura radical, en el cual ya no se encuentra el problema de Dios”.
* * * Es curioso observar cómo el eclipse de la idea de Dios coincidió en Occidente –donde hoy se encuentra el epicentro de la indiferencia religiosa- con la pérdida de interés en aquella que entre las formas de ateísmo es la más sistemática. Hace treinta años, las oposiciones entre cristianismo y marxismo y entre democracia y totalitarismo tendían a coincidir en una interpretación metafísica y ética de los sistemas políticos. El comienzo del proceso hacia la indiferencia religiosa coincide con el momento en que el análisis de los mecanismos de la democracia y el totalitarismo llegó a considerarse propio únicamente de los sociólogos y los politólogos, sin intromisiones metafísicas. O con el momento de la “desideologización de la política”, cuyo carácter discutible está por verse.
* * * No basta hablar del cientismo como hybris de la ciencia. Si se elimina la dimensión metafísica, es inevitable y lógica consecuencia la absolutización de la ciencia, y por consiguiente el paso al cientismo. En esa perspectiva ya no queda lugar para la fe; no se ve cómo los dictados de Revelación puedan insertarse en un alma cerrada a ellos. El proceso progresivo de extinción de la religión se torna así irreversible.
* * * La tesis sobre la cual tengo el propósito de trazar aquí los primeros lineamientos es la siguiente: la revolución mundial y total que se encontraba en el programa comunista no está en curso (como piensan los comunistas) y tampoco ha fracasado (como piensan los diversos sostenedores del “dios que ha fracasado”). Hay que decir que a la vez ha triunfado y fracasado. Ha triunfado porque efectivamente ha cambiado el mundo, determinando en el Occidente mismo mutaciones intelectuales y morales de enorme alcance; ha fracasado porque ha terminado en la más gigantesca heterogénesis de fines, como nunca se ha producido en la historia.
* * * ¿Cuál es, sobre todo después de la revolución francesa, el programa del pensamiento racionalista laico, sino la liberación del hombre de la dependencia, dependencia ante todo del Dios creador? Ahora, fue Marx quien concibió esta idea a fondo, hasta las últimas consecuencias.
* * * Al aislarse de este modo el marxismo teórico, resultaba –y resulta- necesaria la búsqueda de su conciliación con formas de cultura constituidas de manera totalmente independiente del mismo, y así tuvieron lugar las diversas tentativas de armonizarlo con el iusnaturalismo, el neokantismo, el positivismo, el evolucionismo y más recientemente con el existencialismo, el psicoanálisis y el estructuralismo. En relación con todas estas tentativas, son indudablemente válidas las reacciones de Lenin y Gramsci, que vieron en ellas formas de involución del marxismo en el pensamiento burgués.
En realidad, la última de las Tesis sobre Feuerbach, tan conocida, según la cual “los filósofos sólo han interpretado el mundo de distintas maneras, pero se trata de transformarlo”, ya está refiriéndose a la diversidad de acuerdo con la cual debe estudiarse y apreciarse la filosofía de Marx. La revolución comunista, como hecho práctico, solo puede interpretarse a partir de la filosofía de Marx, y viceversa, esta filosofía sólo puede juzgarse a partir de la realidad a la cual ha dado origen.
* * * El laicismo occidental se presenta hoy ya sea como concreción del marxismo teórico o con más frecuencia como alternativa proveniente de su reducción a ideología adecuada para promover el proceso de modernización en los países subdesarrollados. No es así: es un aspecto de su descomposición, de una descomposición del marxismo teórico que es necesaria y constituye su desenlace histórico.
* * * Nihilismo, egocentrismo y materialismo constituyen una sola cosa. La llamada democracia occidental tiende a identificarse en suma con el dominio de la fuerza y la forma anárquica de este dominio, y no se puede decir que Marx no hubiese tenido una visión acertada al caracterizar el desenlace de la sociedad burguesa; pero se trata de una sociedad que el marxismo no está en condiciones de revertir, donde ha contribuido más bien, a estabilizar las condiciones para su desarrollo en el más alto grado.
Contrariamente a lo que Marx había pensado, la desaparición del problema de Dios tendría lugar en el mundo burgués, en el mundo de una “nueva burguesía” no prevista por él, que rompió el compromiso cristiano-burgués del pasado. La fórmula a veces pronunciada, pero con más frecuencia vivida sin conciencia clara, de la irreligión contemporánea es la siguiente: “vivimos en un mundo nuevo, separado del pasado por un fractura radical, en el cual ya no se encuentra el problema de Dios”.
* * * Es curioso observar cómo el eclipse de la idea de Dios coincidió en Occidente –donde hoy se encuentra el epicentro de la indiferencia religiosa- con la pérdida de interés en aquella que entre las formas de ateísmo es la más sistemática. Hace treinta años, las oposiciones entre cristianismo y marxismo y entre democracia y totalitarismo tendían a coincidir en una interpretación metafísica y ética de los sistemas políticos. El comienzo del proceso hacia la indiferencia religiosa coincide con el momento en que el análisis de los mecanismos de la democracia y el totalitarismo llegó a considerarse propio únicamente de los sociólogos y los politólogos, sin intromisiones metafísicas. O con el momento de la “desideologización de la política”, cuyo carácter discutible está por verse.
* * * No basta hablar del cientismo como hybris de la ciencia. Si se elimina la dimensión metafísica, es inevitable y lógica consecuencia la absolutización de la ciencia, y por consiguiente el paso al cientismo. En esa perspectiva ya no queda lugar para la fe; no se ve cómo los dictados de Revelación puedan insertarse en un alma cerrada a ellos. El proceso progresivo de extinción de la religión se torna así irreversible.
* * * La tesis sobre la cual tengo el propósito de trazar aquí los primeros lineamientos es la siguiente: la revolución mundial y total que se encontraba en el programa comunista no está en curso (como piensan los comunistas) y tampoco ha fracasado (como piensan los diversos sostenedores del “dios que ha fracasado”). Hay que decir que a la vez ha triunfado y fracasado. Ha triunfado porque efectivamente ha cambiado el mundo, determinando en el Occidente mismo mutaciones intelectuales y morales de enorme alcance; ha fracasado porque ha terminado en la más gigantesca heterogénesis de fines, como nunca se ha producido en la historia.
* * * ¿Cuál es, sobre todo después de la revolución francesa, el programa del pensamiento racionalista laico, sino la liberación del hombre de la dependencia, dependencia ante todo del Dios creador? Ahora, fue Marx quien concibió esta idea a fondo, hasta las últimas consecuencias.
* * * Al aislarse de este modo el marxismo teórico, resultaba –y resulta- necesaria la búsqueda de su conciliación con formas de cultura constituidas de manera totalmente independiente del mismo, y así tuvieron lugar las diversas tentativas de armonizarlo con el iusnaturalismo, el neokantismo, el positivismo, el evolucionismo y más recientemente con el existencialismo, el psicoanálisis y el estructuralismo. En relación con todas estas tentativas, son indudablemente válidas las reacciones de Lenin y Gramsci, que vieron en ellas formas de involución del marxismo en el pensamiento burgués.
En realidad, la última de las Tesis sobre Feuerbach, tan conocida, según la cual “los filósofos sólo han interpretado el mundo de distintas maneras, pero se trata de transformarlo”, ya está refiriéndose a la diversidad de acuerdo con la cual debe estudiarse y apreciarse la filosofía de Marx. La revolución comunista, como hecho práctico, solo puede interpretarse a partir de la filosofía de Marx, y viceversa, esta filosofía sólo puede juzgarse a partir de la realidad a la cual ha dado origen.
* * * El laicismo occidental se presenta hoy ya sea como concreción del marxismo teórico o con más frecuencia como alternativa proveniente de su reducción a ideología adecuada para promover el proceso de modernización en los países subdesarrollados. No es así: es un aspecto de su descomposición, de una descomposición del marxismo teórico que es necesaria y constituye su desenlace histórico.
* * * Nihilismo, egocentrismo y materialismo constituyen una sola cosa. La llamada democracia occidental tiende a identificarse en suma con el dominio de la fuerza y la forma anárquica de este dominio, y no se puede decir que Marx no hubiese tenido una visión acertada al caracterizar el desenlace de la sociedad burguesa; pero se trata de una sociedad que el marxismo no está en condiciones de revertir, donde ha contribuido más bien, a estabilizar las condiciones para su desarrollo en el más alto grado.