"Si tienen envidia de quienes tienen más dinero, no se quejen; hagan algo para ganar más dinero ustedes mismos: dediquen menos tiempo a beber, fumar y socializar". Aquellos que conocen a Gina Rinehart dicen que desea ser admirada por todos sus compatriotas, pero afirmaciones como esta lo ponen difícil. Ha conseguido alzarse como la mayor fortuna de Australia, pero ni siquiera pidiendo a todos sus empleados que la votasen en una encuesta logró entrar en 2012 entre las siete personas más veneradas de la nación.
Evidentemente, su punto fuerte no es ser popular, sino amasar un gran patrimonio gracias a la minería. Desde 1992, es dueña y presidenta ejecutiva de Hancock Prospecting, un gigante del sector que fundó su padre, Lang Hancock, hace 70 años tras protagonizar una historia de película.
Un día, él y su esposa, Hope, se vieron sorprendidos por una tormenta mientras sobrevolaban la cordillera Hamersley con una avioneta. Hancock, un experimentado piloto, optó por ir entre estrechos desfiladeros antes que atravesar las nubes, lo que le permitió divisar grandes depósitos de hierro que se convertirían poco después en el motor de crecimiento de su empresa.
Más que una heredera
Pero Gina Rinehart detesta ser catalogada como una simple heredera. En privado nunca deja pasar la ocasión para remarcar que ella recibió una compañía en apuros por su elevado apalancamiento y ahora lidera un grupo valorado en cerca de US$ 29.000 millones que ha sacado partido de la industrialización china y ha obtenido grandes rentabilidades de megaproyectos mineros como Roy Hill y Hope Downs.
No obstante, el esfuerzo por reivindicar su figura como empresaria de éxito criticando la situación en la que heredó el negocio familiar choca de lleno con su insistencia por ensalzar la historia de su padre, con quien tuvo una relación con altibajos. Desde niña, acompañaba a su progenitor a reuniones en lugar de ir a clase, por lo que supo desenvolverse en el ámbito de los negocios siendo muy joven. Trataba de ser amable con todo el mundo, pero pasó poco tiempo hasta que afloró su carácter cuando la decepcionaban o amenazaban. "Es mucho más dura que yo", dijo orgulloso su padre, que era conocido por su brusquedad.
Pero el paso de los años deterioró el vínculo entre ambos, pues cada uno tuvo relaciones sentimentales desaprobadas por el otro. Rinehart criticó con dureza que su padre tuviera un affaire con una empleada doméstica filipina a la que intentaron echar del país, ante lo que él escribió una carta en la que afirmaba que se alegraba de que su madre hubiera muerto sin haber visto "el perezoso, vengativo y maquiavélico bebé elefante" en el que se había convertido su hija.
Lejos de minar su moral, la disputa avivó el deseo de Rinehart por superar a su padre, lo que le ha empujado a explorar negocios que van más allá de la minería tradicional. Tenía muy clara desde hace tiempo la importancia de las tierras raras, por lo que, a partir de 2020, comenzó a canalizar inversiones a través de Hancock con el objetivo de sacar provecho de los esfuerzos de Occidente por reducir la dependencia de China en este terreno. Estas tienen un valor de US$ 800 millones.
En noviembre, se convirtió con un 8,4% del capital en el principal accionista de MP Materials, operador de Mountain Pass, la única mina de tierras raras en funcionamiento en Estados Unidos. También posee el 4,2% de Lynas Rare Earths, que explota el yacimiento Mount Weld en Australia.
Por otra parte, ha expandido su influencia en el sector gasístico australiano con proyectos tanto al este como al oeste del país.
Fuera del sector energético, entre sus inversiones bursátiles se encuentran Dell, Nvidia, PayPal y Truth, la red social de Donald Trump.
Rinehart es una gran admiradora de Margaret Thatcher, el economista Milton Friedman y el presidente estadounidense, a quien lleva años tratando de acercarse. Hace dos años, compró una mansión en Palm Beach, cerca de la residencia del líder republicano, que se presta a acoger fiestas como las que suele organizar por ocasiones especiales, como su 70 cumpleaños o la celebración de los Juegos Olímpicos. No le han servido para ganar popularidad, pero quizás su vecino de Mar-a-Lago le pueda dar buenos consejos al respecto.