Corriendo. De esa manera fue como Hak Jae Kim (58), embajador de Corea en Chile, conoció Santiago. Llegó destinado a la capital chilena en julio de 2023. Y como ya se había convertido años antes en un aplicado maratonista, salía a entrenar de madrugada por la ciudad. “Lo que más me llamó la atención es cómo temprano en la mañana los conserjes regaban y limpiaban las calles con agua. Por eso se veía una ciudad muy limpia”, recuerda sobre su primera impresión de esta urbe a 18.400 kilómetros de su natal Seúl.
Sentado en una de las oficinas de la embajada en Las Condes, habla en un perfecto castellano. Lo aprendió en sus años universitarios, en los cuales cursó Lengua y Literatura Española. Luego, decidió seguir la carrera diplomática. “El examen para ser aceptado allí es muy competitivo. El año que postulé, 1994, había 2.500 aplicantes para 30 plazas”, comenta. Después, ya como embajador, reforzó ese idioma con destinaciones en España y en América Latina: Argentina, México, Bolivia. Antes de llegar a Chile leyó libros sobre el país y sus personajes -“recuerdo especialmente una autobiografía de Pablo Neruda”-, y ya aquí descubrió las calles mojadas que acompañaban sus trotes. “Me sorprendió también cómo la gente respeta muy bien los signos de tráfico”, precisa.
Pero eso no fue lo único que llamó su atención.
Estaba también el profundo impacto de la cultura coreana -desde la comida a la literatura-, que Hak Jae Kim veía aparecer por todos lados. Dice que si bien se trata de un fenómeno mundial que comenzó el 2000 y del cual ya había sido testigo en otros países, en Chile era especialmente nítido y muy masivo. También creciente: hoy, aunque la comunidad de coreanos en el país alcanza apenas las 2.500 personas, los restaurantes de comida coreana suman 68, hay 17 supermercados dedicados exclusivamente a vender sus productos y los grupos de chilenos dispuestos a participar en el último festival de K-pop -o pop coreano-, realizado en julio en Santiago, alcanzaron el centenar.
De incógnito en Patronato
“Todavía no sé bien”. Eso es lo primero que el embajador dice cuando se le pregunta por qué la cultura coreana encuentra eco tan rápido en un país tan lejano y tan diferente como Chile. Pero como el tema ya lo lleva pensando un tiempo, Hak Jae Kim maneja sus teorías: “Personalmente pienso que influye que la cultura coreana es muy distinta. A muchos podrá parecerle similar a otras culturas asiáticas, como la china o la japonesa, pero yo veo mucha diferencia. En Corea no sólo hay tradición, sino también modernidad; eso la hace muy dinámica. Y la otra característica es que es una cultura que se basa en la relación familiar o la conexión entre amigos, como también lo he visto en Chile. Todo eso facilita su entrada a otros países”.
También está la tecnología. “Ahora todo se puede ver en un instante a través de redes sociales. La fama de la cultura coreana empezó en la década del 2000, cuando se comenzó a usar YouTube y esas plataformas en internet. Acceder a todo de manera directa incrementó mucho los seguidores de nuestra cultura. Chile fue de los primeros en tener estos seguidores. Veían las series, las películas, escuchaban la música”, dice el embajador.
"En Corea no sólo hay tradición, sino también modernidad; eso la hace muy dinámica. Y la otra característica es que es una cultura que se basa en la relación familiar o la conexión entre amigos, como también lo he visto en Chile"
En esa vitrina digital, agrega, muchos empezaron a ver lo que los coreanos comían y les interesó. La gastronomía es así una de las principales entradas de la cultura de Corea en Chile. Hak Jae Kim conoce de cerca el tema: uno de los chef de la embajada, Woosuk Han, salió de ahí para armar en octubre de 2023 el restaurante Guksi, uno de los tantos de ese tipo que existen en Chile y que están mayoritariamente en la Región Metropolitana: Recoleta, Providencia, Santiago centro, Las Condes, Vitacura, Maipú. Su velocidad de crecimiento es acelerada: 10 de ellos se crearon sólo en este último año.
“Veo una gran diferencia entre 2010 y 2020. En el sentido de que ahora los jóvenes chilenos conocen la cultura coreana desde su niñez. A diferencia de los adultos que la recibieron como algo extraño, los jóvenes conviven con ella desde siempre, como parte de su vida. Disfrutan la comida sin miedo alguno”, señala.
- Pero una cosa es ver la comida coreana en una pantalla, y otra la experiencia de probarla en una mesa… Son sabores tan distintos a los nuestros.
- Claro. Pero por algo aquí existen 68 restaurantes, un número alto. Es una suerte que vivamos el boom coreano con tantos restaurantes. Los chilenos tienen la posibilidad de experimentar la comida coreana. Eso es un punto importante en la difusión.
Y están también los supermercados coreanos. “Una vez fui a uno en Patronato y había cola para entrar. Ya adentro, habían chilenos detrás y enfrente de mí que compraban productos. Alguna botella de soju, cosas así”, recuerda.

En Patronato, de hecho, se ha instalado lo que ya muchos llaman “la Pequeña Corea”. No sólo porque allí se asentaron los primeros coreanos en Chile, sino también porque se ha desarrollado un bullante comercio gastronómico coreano. En estos días, por ejemplo, abrió allí Estación Seúl, una galería inspirada en las que hay alrededor de las estaciones de metro de la capital coreana, que ofrecen desde comida hasta cosméticos.
“Yo voy frecuentemente al barrio Patronato, especialmente a la hora de almuerzo -dice el embajador-. Hay muchos restaurantes y los sábados tienen colas. Hasta yo tengo que esperar, nunca le digo a los dueños quién soy”.
- Ya que hablamos de comida coreana, ¿podría recomendar sus platos favoritos?
- Hay tantos, qué difícil elegir… En restaurantes coreanos pido pajeon (panqueque con huevo y harina, al que se añade cebollín, algunos mariscos), que es muy sabroso. También pido bulgogi (carne de vacuno en tiras, marinada con soya y otras salsas, luego a la parrilla). ¿Qué más? Japchae (fideos de camote salteados en aceite de sésamo, con carne y verduras). Y claro, sobre la mesa siempre hay kimchi.
El embajador se refiere al repollo fermentado -salado, picante-, que es el acompañamiento de toda comida coreana. Un infaltable, dice. “Como el pan para los chilenos”, agrega. Y se ríe.
"Es una suerte que vivamos el boom coreano con tantos restaurantes. Los chilenos tienen la posibilidad de experimentar la comida coreana. Eso es un punto importante en la difusión".
Las reglas del K-pop
El K-pop incluye canto y baile. Los grupos coreanos que lo practican, como BTS o Blackpink, tienen fama mundial y son celebrados en distintos rincones del planeta. En Spotify, logran fácilmente decenas de millones de seguidores. Imitarlos se ha convertido en tendencia. Chile incluido. Es común ver agrupaciones locales bailando sus ritmos en espacios como la explanada del GAM, frente a las ventanas vidriadas del Teatro Municipal de Las Condes, incluso afuera de la embajada de Corea. “Creo que el K-pop fue el inicio de la difusión de cultura coreana aquí”, dice el embajador.
Según el diplomático, “la gran característica del K-pop es que el baile es muy diferente, con movimientos en grupo y muy estrictos. Y lo otro es el mensaje de sus canciones, que hablan de creer y amarse a uno mismo, luchar por los sueños, no quedarse en la tristeza, buscar salidas. Es esperanza para los jóvenes”.
- ¿Pero entenderán las letras quienes bailan o cantan K-pop aquí en Chile?
- Creo que sí, especialmente los jóvenes. Es lo que decía antes: a diferencia de las generaciones mayores, ellos han escuchado esta música y este idioma desde siempre; lo aprenden y lo entienden.
- ¿A usted le gusta el K-pop?
- (Se ríe) Quiero que me guste… Está mejor para mi hijo o mi hija.
Desde el 2011, debido a la popularidad del pop coreano, se realiza anualmente el K-Pop Festival Chile, a cargo de la embajada. Incluye baile y canto. En los dos últimos festivales, organizados bajo la administración de Hak Jae Kim, los grupos inscritos han sido muchos: 94 en 2024 y 101 en 2025. Entre los miembros del jurado de ambos certámenes ha estado Christell, la cantante chilena que se ha convertido en un fenómeno en Corea con su canción Dubidubidu, que es del 2003 pero que se ha vuelto a poner de moda y suena, además, perfecta y sorpresivamente coreana.
Participantes del último K Pop Festival Chile, realizado en julio.
Efecto Nobel
El Nobel de Literatura que recibió la escritora coreana Han Kang en 2024 -el primero obtenido por un autor de esa nacionalidad- fue un punto de inflexión para la literatura de Corea en el extranjero. En Chile, en particular, son los libros japoneses los que siempre han llevado la delantera en la literatura asiática que llega hasta aquí. Pero el premio a Kang abrió otra ventana: rápidamente, la casi totalidad de su obra arribó traducida al castellano y se ubicó sin problema entre los best seller. De paso, puso en la vitrina a otros escritores de su país.
“Me parece un fenómeno radical sobre la evaluación de la literatura coreana -señala Hak Jae Kim-. Durante mucho tiempo nuestra literatura ha sido de muy alta calidad, pero era desconocida; recién ahora el mundo le reconoce valor. Faltaba una traducción más sofisticada. Con el boom de cultura e idioma coreanos, ahora tenemos muchos buenos traductores en el mundo y la literatura coreana se percibe como muy buena literatura. Y claro, está el efecto del Nobel”.
- ¿Ha leído a Han Kang?
- Sí, ya lo hacía antes del Nobel. Sus temas son a veces muy duros. Me dejan preguntas muy profundas. Recuerdo ese libro (Actos humanos) sobre un niño en medio de la conmoción de 1980 en Gwangju.
- ¿Algún otro autor que recomendaría en este boom de literatura coreana?
- He leído muchas novelas de Kim Young-ha. Es muy popular en Corea, no tanto en el extranjero. Me gusta su creatividad.
"Con el boom de cultura e idioma coreanos, ahora tenemos muchos buenos traductores en el mundo y la literatura coreana se percibe como muy buena literatura. Y claro, está el efecto del Nobel”.
En este fenómeno del aterrizaje de la cultura coreana en Chile, el embajador menciona también las películas y las series de ese país -llamadas K drama-, fácilmente accesibles en una pantalla desde cualquier lugar. “Me impresiona el éxito que tienen”, dice el embajador. Cuando están al aire, siempre encabezan por ejemplo los ranking de Netflix. Como ocurrió con las tres temporadas de El juego del calamar. “Esa serie era impactante, una combinación de los juegos tradicionales coreanos, que yo jugaba de niño, pero con violencia”.
Frente a este panorama de comida, música, libros y series coreanas incrustadas en territorio chileno, la embajada aprovecha el vuelo: organiza actividades que promueven su cultura. Además del festival anual de pop, tienen la Semana Coreana y las K food classes. La próxima semana participarán en la Food Service 2025, una de las ferias más importantes de la industria alimentaria en el país. Y para noviembre, están entusiasmados organizando la que será la primera clase de kimchi que darán en la residencia del embajador. Están en pleno casting del chef coreano en Chile que se encargará de enseñar los secretos para preparar este repollo fermentado que tiene de cabeza al mundo.
En sentido inverso
- Por contraparte, ¿ha integrado usted cosas de la cultura chilena?
- Sí, y lo digo porque en algún aspecto es cultura también: los chilenos tienen una armonía fuerte entre humano y naturaleza. También el cariño por las mascotas.
- ¿Y algo de comida?
- Las empanadas.
- ¿Lee literatura chilena?
- Leo muchos libros, pero en coreano. Curiosamente, sí estoy leyendo un libro coreano traducido al español: Almendra (de Won-Pyung Sohn).
- Y escribe libros también. Hace dos meses publicó uno sobre maratones.
- Sí. Se publicó en Corea. Es sobre cómo empecé a correr y mi experiencia en varias maratones.
- Seguro ha corrido maratones en Chile…
- La maratón de Santiago, dos veces. También en Temuco, Viña del Mar y hasta Rapa Nui.