Jesuita José Yuraszeck: “(En Chile) queda la sensación de que no hay pobres y eso no es cierto”
El capellán del Hogar de Cristo llegó hace unos días del ChileDay, experiencia que aún lo tiene entusiasmado. En esta entrevista mira el país y la contienda presidencial, en la cual ve exceso de patadas en las canillas. Reflexiona sobre la Iglesia y cuenta de la relación con su familia. Y dice que el Caso Chispas, donde su padre fue protagonista, fue “un punto de inflexión” en sus propias decisiones.
Por: Patricio De la Paz
Publicado: Sábado 4 de octubre de 2025 a las 21:00 hrs.

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A un costado de su escritorio, sobre el muro blanco, hay cinco fotografías enmarcadas donde aparece junto al Papa Francisco. Del otro lado, colgados también sobre la pared, están los títulos obtenidos en 15 años de estudio: Ingeniería Civil y luego Teología en la UC, Filosofía en la Universidad Alberto Hurtado y Teología Moral en la Universidad Gregoriana de Roma. El resto de la oficina del jesuita José Yuraszeck Krebs (48), capellán del Hogar de Cristo desde 2018, son tres estantes que casi se vienen abajo de libros; un computador; una pizarra de corcho donde los papeles se sobreponen unos sobre otros, sin espacio siquiera para clavar allí un alfiler; tres sillas; dos guitarras en sus estuches; y una percha con carga variopinta: un casco, un chaleco reflectante, una chaqueta azul oscuro.
El sacerdote -que es el mayor de siete hermanos, hijo del empresario José Yuraszeck y la historiadora Cecilia Krebs- llegó hace unos días de Madrid y Londres, donde participó en el ChileDay. Aún está entusiasmado con la experiencia. Dice que fue una instancia que cayó perfecta en lo que llama un “cierto plan de internacionalización” del Hogar de Cristo, que busca sumar socios y levantar donaciones desde el extranjero.
- ¿Cómo nació la idea de participar en el ChileDay?
- Hace unos meses, en esta misma oficina, estuvimos conversando con Guillermo Tagle, presidente de Fundación Teletón y uno de los que inventó el ChileDay. Nos contó en qué consistía y dijo que sería bueno que desde el Hogar de Cristo participáramos para ampliar la conversación en ese evento. Eso me motivó. Me inscribí en su página, porque participar no tiene ningún costo. Llegar hasta allá se financió por otro lado.
En esos días de reunión, a mediados de septiembre, Yuraszeck asistió a todas las charlas que pudo. Hizo preguntas. En un conversatorio del ministro Nicolás Grau con el economista Andrés Velasco, el sacerdote habló de la pobreza, esa que por su trabajo conoce bien y que, dice, afecta a una de cada cinco familias en Chile, según concluyó la comisión asesora presidencial para la actualización de la Casen. “Con Guillermo y otras personas ya hablamos que el próximo año en ChileDay debería haber un panel sobre inversión con impacto social, de la relación de las empresas con las comunidades. Me encantaría que ése fuera uno de los temas, y me encantaría también participar”, cuenta.
- ¿Surgieron allá ideas nuevas para aplicar a tu trabajo en Chile?
- Sí. Te doy un ejemplo. Junto a la Fundación Microfinanzas del BBVA tenemos el Fondo Esperanza, la institución de microfinanzas más grande de Chile. Pedimos plata a fondos y hacemos préstamos a mujeres. Tenemos 130.000 socias. Cuando devuelven el dinero, se paga a las instituciones que nos prestan y además deja una utilidad que nos permite financiar programas del Hogar de Cristo. Es un modelo virtuoso, en que todos ganan. En ChileDay me acerqué a Fernando Araya, de Tenpo, para explorar alguna colaboración. Nos reuniremos la próxima semana. Sería un golazo concretar algo.
- A ChileDay van inversionistas y empresarios. ¿Son interlocutores naturales, fáciles para ti?
- En el Hogar de Cristo tenemos relación habitual con los empresarios en Chile. Tenemos vínculos de distinta naturaleza como con 1200 empresas. La gracia del ChileDay es que están todos juntos y además andan con las defensas bajas. Aquí en Chile cuando los llamo para conversar, lo primero que piensan es que voy a pedirles plata, lo cual es cierto. Entonces las conversaciones se demoran. Pero yo tengo mucha paciencia, y además persevero.
"En el Hogar de Cristo tenemos relación habitual con los empresarios en Chile. Tenemos vínculos de distinta naturaleza como con 1200 empresas. La gracia del ChileDay es que están todos juntos y además andan con las defensas bajas".
- ¿Conoces la mente de un empresario? Digo, ya que te criaste con uno…
- Sí, aunque cada persona es distinta. Además soy ingeniero, lo que de alguna manera te forma la cabeza. Entonces sí, entiendo como razonan y piensan. En general hay mucho amor por Chile y un deseo grande de que le vaya bien.
Patadas en las canillas
- ¿Qué ves cuando hoy miras a Chile?
- Veo un país que ha crecido mucho y, al mismo tiempo, con fracturas bien profundas, abismos de distinta naturaleza. Veo un país que se ha transformado también por la migración, lo que por un lado habla muy bien de que hay personas que quieren venir para acá, pero por otro da cuenta de una institucionalidad desbordada. Chile, rescatando el espíritu de ChileDay, es un país con un montón de posibilidades, de recursos naturales; tenemos todo para superar la pobreza y nos lo hemos farreado. Y ahí es responsabilidad de muchas instituciones, pero sobre todo del Estado.
- ¿A qué te refieres con que tenemos todo para superar la pobreza?
- Tenemos a las personas que somos en Chile. Tenemos la experiencia de 30 años, la experiencia de los vilipendiados acuerdos, que ahora vuelven a tener buena prensa. Creo que ha habido aprendizaje de nuestros errores. No me quiero meter en política contingente, pero si le preguntas a Boric del día uno y al de hoy, él mismo lo ha dicho: hay cosas en que fueron un poco soberbios. Se lo escuché también al ministro Grau en ChileDay: una especie de mea culpa de algunas cosas que no habían hecho tan bien. Si uno mira los gráficos, es impresionante el descenso de la pobreza en Chile. Entonces creo que eso es posible replicarlo y como tenemos más posibilidades, debiéramos ser más exigentes.
- ¿Estamos en una crisis de seguridad, como muchos sostienen?
- Creo que el miedo es más grande que la realidad. Eso no quita que hay ciertas cuestiones que antes no se veían y que hoy ocurren con más violencia. Eso es cierto, pero a mí me pasa que cuando digo que vivo en Estación Central, me abren los ojos y me miran como si estuviera en la Franja de Gaza. ¿Cómo te viniste tú hasta acá? (su oficina está también en esa comuna)
- En metro, luego en Uber.
- Bueno, yo camino. Lo que pasa es que el miedo lo tenemos metido en el tuétano y parte importante es responsabilidad de los medios de comunicación. Andar con miedo es miedo a los otros también y esa cuestión a la larga es súper dañina, hace que magnifiquemos ciertas cosas. El miedo nos tiene medio fregados y nos transforma la percepción.
"A mí me pasa que cuando digo que vivo en Estación Central, me abren los ojos y me miran como si estuviera en la Franja de Gaza".
- Este año es de elecciones presidenciales. ¿Cómo ves esa batalla?
- Esperaría que quienes aspiran a gobernar Chile tuvieran una mirada de largo plazo. Lo dijo Pablo Ortúzar y lo replicó Warnken en una columna: hay que salir de la pelea chica y las patadas en las canillas, y preguntarnos cuáles son los cuatro o cinco grandes desafíos que tenemos que enfrentar como país, como comunidad, como un gran pacto social. Me encantaría que eso estuviera presente y no lo veo tanto. Ni en la cuenta pública, el Presidente habló de pobreza. Ahora en el debate presidencial, ni pobreza ni educación fueron temas. Nos vamos a los combos, a la cuña fácil, tratando de pillar al otro. Deberíamos levantar la cabeza y pensar: ¿Cuáles son realmente los dolores y necesidades que nadie más que nosotros mismos podemos enfrentar? Nosotros les entregamos a los candidatos un documento con propuestas para un Chile sin pobreza, nos interesa que estas cosas entren en los programas, sea quien sea el que gobierne.
- ¿Vas a votar en la presidencial?
- Por supuesto.
- Como el voto es secreto, sólo te preguntaré si tu voto es uno muy convencido o aún con dudas…
- No, no es con mucha convicción.
Romper la burbuja
- Por tu trabajo has generado una comunidad grande de personas alrededor tuyo. Pero la primera, la original, es tu familia. ¿Cómo es la relación con ella?
- Muy cercana, de mucho cariño, de comunicación fluida. Nos vemos con frecuencia. Y como somos un montón -ya voy para el sobrino número 17-, cada 15 días hay un cumpleaños. A mí no siempre me resulta estar en todo.
- Tienen además este proyecto familiar de la Fundación Fibra, que es otro territorio donde se encuentran. Participan tus padres, tus hermanos, tú estás en el directorio.
- Sí. Con Fibra me pasó que es la primera vez que yo veo algo nacer de cero. El propósito es la reconstrucción del tejido social en barrios críticos, partimos en Cerro Navia. A mí me llena de satisfacción. Mi papá, mi mamá, mis hermanos, cada uno tiene profesiones distintas que aquí se complementan. Es un espacio súper fecundo de colaboración y de poner al servicio de una necesidad concreta nuestros talentos y el cariño que nos tenemos. Y tratamos de manejarlo lo más profesionalmente posible, hay una directora ejecutiva, hay un equipo; no porque sea familiar se debe pensar que es sinónimo de juntarse para tomar té.
- ¿Es cierto que eres el único de los hermanos que aún tiene una pieza en el departamento de tus papás?
- ¿Cómo supiste eso? Sí, tengo una pieza, pero ya es utilizada por quien vaya. Es donde duermen siesta las guaguas, las mudan. Es mi pieza, pero la usan todos.
- Dicen que con la edad uno se va pareciendo a su padre. ¿Qué tienes tú del tuyo?
- Varias cosas, y he aprendido mucho de mi papá también, conversamos harto. Algo que me ha impresionado siempre de él es la amabilidad en el trato cotidiano con las personas. Eso de decir buenos días y buenas tardes con quien uno se encuentre, de pije a paje, de chincol a jote. Eso yo también lo tengo. Hay además otras cosas más obvias, digamos: desde la fe que tengo, hasta que en el fútbol me gusta la U.
- Cuando explotó el Caso Chispas, con tu padre de protagonista, tú tenías 20 años, estabas en el proceso de definir tu vocación, metido en el mundo jesuita de Infocap. ¿Qué sentiste?, ¿cómo lo ves ahora con el paso de los años?
- Han pasado 28 años… A ver, yo tengo 48 años, de los cuales 24 he sido jesuita; así que puedo mirar en perspectiva más larga ciertas cuestiones de la vida. Entonces yo diría que ese momento particular de mi vida, que pasó a mis 20 años, con el mundo por delante, sí me marcó de alguna manera en ciertas cosas que yo no quería hacer.
- ¿Qué cosas?
- O sea, lo razonable era irme por un tubo, titularme de ingeniero, eventualmente no sé si trabajar con mi viejo o dedicarme a algo parecido. Las cosas nunca son por una sola causa, pero ese momento particular me mostró lo que a mí me gustaba dedicar la vida, digamos esta vocación de ser cura. Creo que ahí hubo un cierto punto de inflexión. Ver mi ruta, que es lo que tenemos que hacer todas las personas para crecer y distanciarnos del árbol, del tronco familiar. Pero la fruta nunca cae lejos del árbol…
- ¿A qué te refieres?
- A que igual terminas pareciéndote a tu papá, a tu mamá.
"Las cosas nunca son por una sola causa, pero ese momento particular (el Caso Chispas) me mostró lo que a mí me gustaba dedicar la vida, digamos esta vocación de ser cura. Creo que ahí hubo un cierto punto de inflexión".
- Creciste en Las Condes, pero después tu ruta ha sido variada: San Joaquín, La Florida, Roma, Estación Central… “Uno va pinchando burbujas”, has dicho. ¿Cómo ha sido eso?
- Ninguno de nosotros elige donde nacer, pero a medida que vamos creciendo podemos dar nuestros pasos y movernos para acá o para allá. Entonces se habla de la burbuja, la inicial, donde uno está en un lugar seguro, más conocido. Y yo he tenido el regalo, el privilegio, de ir moviéndome en distintos lugares. Viví dos años en Osorno también. Y fíjate que quizás el tiempo de Roma fue el tiempo para mí de más confirmación.
- ¿Cómo así?
- En Chile tendemos a preguntar ¿quién eres? ¿quién era tu abuelita? ¿dónde estudiaste? Eso importa mucho aquí. Pero estando en Roma me pasó que yo vivía en una casa en que éramos 70 curas de 50 países y a nadie le importaba un cuesco todo eso ni entendía tampoco esas coordenadas. Y me gustó, porque pude ser yo mismo sin esa cuestión de la presión social. Eso me permitió mirar el acá con cariño y con distancia.
- Romper la burbuja no tiene por qué ser con rabia o dolor.
- Claro. Es hacer crecer la mirada, algo que todas las personas tenemos que hacer. Porque así nos vamos moviendo y nos vamos encontrando con otros puntos de vista. Incluso en las historias personales, de heridas familiares. Mi abuelo Ricardo (Krebs, Premio Nacional de Historia 1982) y mi abuela Cecilia arrancaron de la UP el año ‘70, mientras que a mi tía Doris Krebs, que era la directora de la Escuela de Enfermería de la Chile, el golpe la pilló en un seminario en Colombia y dijo que mientras no hubiera democracia, ella no regresaría. Yo la conocí el año ‘90. Eso pasó en muchas familias. Conversar con mi tía Doris fue ponerme en el lugar del otro e ir pinchando la burbujita de la propia historia.
- ¿Te quedan burbujas a romper?
- Muchas. Lo hago todos los días, en cada encuentro con cada persona.
"En Chile tendemos a preguntar ¿quién eres? ¿quién era tu abuelita? ¿dónde estudiaste? Eso importa mucho aquí. Pero estando en Roma me pasó que yo vivía en una casa en que éramos 70 curas de 50 países y a nadie le importaba un cuesco todo eso ni entendía tampoco esas coordenadas. Y me gustó".
Sacar la voz
- Estás en tu octavo año como capellán del Hogar de Cristo, ¿qué cosas te dejan contento?
- Han sido años súper difíciles por distintas razones, el estallido social, la pandemia; hemos estado en emergencia permanente. Pero a mí me tiene contento que en el Hogar de Cristo tenemos un esquema de gobernanza súper robusto, en el que yo cumplo el rol de capellán e integro el directorio. Eso nos permite reflexionar y anticiparnos a ciertos desafíos, y todo con la mística, la espiritualidad, el cuidado con que el Padre Hurtado hacía las cosas.
- ¿Y tus pendientes?
- Estoy siempre al debe en las visitas a terreno. Me gustaría estar la mitad del tiempo fuera de Santiago, pero eso no significa que lo logre. Tenemos más de 200 puntos de atención de Arica a Punta Arenas. Y otra cosa en la que me siento al debe, y algunas personas me lo han reprochado, es sacar un poco más la voz en algunos temas.
- ¿Cuáles?
- Sobre todo los temas de pobreza. A pesar de que hemos progresado mucho en Chile, queda la sensación de que no hay pobres y eso no es cierto. Tengo la impresión que, sobre todo por el tema de la Iglesia y los abusos, escondimos un poco la cabeza. “Calladito más bonito”, como se dice. Entonces creo que tenemos que sacar más la voz. Silva Henríquez hablaba del alma de Chile: hay cosas que si no las cuidamos, ponemos en riesgo la convivencia, el ser comunidad. Eso me preocupa.
- Han sido años complicados para la Iglesia, y los jesuitas en particular, por los abusos. Afectó a nombres importantes, como el histórico capellán del HC, Renato Poblete. Y a otros que tú has reconocido cercanos, como Eugenio Valenzuela y Felipe Berríos. ¿Qué has sentido frente a esto, cuando la bomba explota tan cerca?
- En esto he hecho y hemos hecho varios aprendizajes. Uno, que no hay que endiosar a nadie. Los sacerdotes somos personas de carne y hueso, con nuestras luces y sombras, aciertos y debilidades. Dos, que necesitamos, por lo mismo, instituciones que sean robustas, que haya mecanismos de control de distinta naturaleza, desde que las puertas tengan vidrio (indica la de su oficina). Y tercero, que hay que salir de la lógica de las manzanas podridas y andar apuntando con el dedo a este u otro, teniendo claro que las responsabilidades de lo que cada cual hizo son individuales. Y sí, a mí se me cayeron algunas personas… pero también apelo a la misericordia, no ando tirando piedras. Ahora sí creo que las personas que han cometido errores y han sido denunciadas debieran con humildad reconocer y pedir perdón.
"He hecho y hemos hecho varios aprendizajes. Uno, que no hay que endiosar a nadie. Los sacerdotes somos personas de carne y hueso, con nuestras luces y sombras, aciertos y debilidades".
- Volvamos al Hogar de Cristo. El anterior capellán fue Pablo Walker, que tiene un perfil distinto, más artista. ¿Cuál es tu sello?
- Me considero sereno, lo que ha sido de ayuda en momentos críticos. También me considero disciplinado, en el sentido de plegarme a una estrategia que no la invento yo, sino que hay una deliberación colectiva. Creo que tengo también capacidad de escucha, no ando imponiendo mis temas, sino viendo cómo servir a los dolores que vamos percibiendo.
- Tú no decides hasta cuándo serás capellán ni lo que sigue después, eso lo ve el provincial de los jesuitas. Independiente de eso, ¿en qué te proyectas tú?
- No he pensado mucho en eso… Voy a decirlo así: ir ahí donde más se necesite. Nosotros tenemos colegios, parroquias, instituciones como Techo o Infocap… Además pasa que los jesuitas vamos siendo menos, entonces se mueve uno y empieza el juego de las sillas musicales. Cuando yo entré hace 25 años, éramos el doble que ahora. Y las responsabilidades siguen siendo más o menos las mismas.
- ¿Te gustaría ser el provincial jesuita en Chile, el número uno aquí?
- Hay dos dimensiones. No me gustaría, en el sentido de que es una pega súper difícil y ardua. Sí me gustaría, en el sentido de que comprendo el ejercicio del poder y la autoridad como un servicio, y que si se juzga que puedo ser útil, bienvenido sea. Te voy a decir algo. Cuando toca ir a algún lado, a mí me gusta manejar, ir al volante. Ahí lo dejo.
- ¿Cuál es tu relación con el ego?
- Buena pregunta… Me encantan los flashes, los aplausos, los escenarios, pero en humildad nadie me gana también.

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