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A horas del desenlace: los nudos que se resolverán el domingo

En una campaña que parece larguísima, en breve se resolverá si tuvo éxito la estrategia del gobierno con su lectura de que lo que había triunfado en primera vuelta fue la agenda de cambios.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 15 de diciembre de 2017 a las 04:00 hrs.
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La balanza se inclina a veces hacia un lado y a veces hacia el otro. Las encuestas que circulan a última hora y se comentan en voz baja en uno y otro sector hablan de pequeñas diferencias. A veces a favor de Sebastián Piñera, en otras a favor de Alejandro Guillier. Salvo excepciones –porque en ninguna parte faltan los entusiastas–, se habla en general de que quien gane, lo hará por márgenes estrechos. Por las cuerdas, en el límite. Pero una serie de factores incontrolables de los minutos finales –que tienen que ver sobre todo con la decisión del votante de levantarse y acudir a votar– hace que a dos días de las elecciones nadie se atreva a entregar pronósticos, ni siquiera a susurros. Con las encuestas dañadas en su capacidad predictiva, como se mostró en primera vuelta, apenas se habla de sensaciones, impresiones, corazonadas.

El ambiente está crispado y odioso. Basta asomarse a las redes sociales para advertir una polarización que recuerda una época en que los chilenos se veían como enemigos. En la clase política –cercana a una y otra candidatura– se utiliza un cierto discurso enervado. En el debate del lunes, Piñera habló de “vender humo” en referencia a Guillier y Guillier, a su vez, señaló que Piñera “juega un poquito al límite” en los negocios. Parte de este tono se había utilizado entre unos y otros en la campaña de primera vuelta, pero –una vez desaparecido el conjunto grande de candidatos– las críticas cruzadas parecen todavía más nítidas y menos elegantes. Porque de ahí –necesariamente, guste o no– saldrá el próximo Presidente 2018-2022.

En la calle, por fortuna, no se advierte esa polarización. La ciudadanía parece tranquila, como si el domingo no se jugara necesariamente su destino ni el de sus familias. Si esa fuera efectivamente la actitud ciudadana –de tranquilidad– probablemente tendrían razón: ninguno de los dos candidatos representa otra cosa que una versión moderada de sus respectivas coaliciones. Pese a los discursos incendiarios de los partidarios de ambos candidatos

–con las amenazas de Chilezuela y el triunfo del derechismo extremo– la población no parece pensar que en esta segunda vuelta esté en juego el modelo del país.

Uno de los nudos que se resolverá el domingo tiene relación, justamente, con la participación ciudadana. En la primera vuelta apenas llegaron a las urnas 6,7 millones de electores, lo que representa el 46% de participación. Aunque la cifra es equivalente a los electores de la primera vuelta de 2013 –donde también votaron 6,7 millones de personas, no necesariamente los mismos–, el padrón ha crecido y por lo tanto, en términos porcentuales, la de noviembre fue la presidencial con menor cantidad de votantes de las últimas décadas. De acuerdo al PNUD, la abstención no es homogénea y en noviembre se acrecentó la brecha de desigualdad. Votan en mayor medida los estratos de altos ingresos, la gente que vive en ciudades pequeñas de menos de 70.000 habitantes y los del centro y sur del país, donde el voto de derecha es mayor que en el norte.

Vitacura y La Pintana

¿Quién será capaz –Guillier o Piñera– de movilizar en mayor medida a su electorado? La derecha cuenta a su favor con un ejercicio previo, el de las primarias de julio, donde llegó a mover a 1,4 millón de personas. Hace un mes, en la primera vuelta, 2,4 millones se levantaron a votar por el expresidente, que alcanzó el 36%. Pero, ¿tiene un techo la derecha, como repiten en el oficialismo? Guillier –como se sabe– debe movilizar no solo al 22% que representó su 1,4 millón de electores. Pero lo que parecería imposible –más que duplicar su apoyo en apenas cuatro semanas– no se descarta en lo absoluto. El comportamiento de los electores es una incógnita.

Aumentan las opciones del oficialismo si logra movilizar al norte y a las zonas de menores recursos, que supuestamente representa. Si hace un mes en La Pintana votaron tres de cada 10 ciudadanos, en Vitacura lo hicieron siete de cada 10. Una mayor participación global harían acrecentar las posibilidades de Guillier. Pero –como muchas cosas por estos días– no es claro si los 6,7 millones de personas del 19 de noviembre llegarán o no este domingo a las urnas. En la única experiencia de segunda vuelta con voto voluntario –la de 2013 entre Michelle Bachelet y Evelyn Matthei–, hubo alrededor de un millón menos de personas que sufragaron en el balotaje (5,7 millones). En aquella ocasión, sin embargo, era una disputa poco competitiva, a diferencia de la carrera actual.

De acuerdo a la participación, se sabrá también el domingo si habrán penetrado o no, en parte, los discursos incendiarios de los adversarios que impulsen a la gente a pronunciarse. ¿El miedo al “comunismo”? ¿el miedo al “fascismo”?

En apenas dos días, a su vez, se resolverá finalmente si tuvo éxito la estrategia del gobierno de Michelle Bachelet, con su lectura de que lo que había triunfado en primera vuelta fue la agenda de cambios (al sumar el voto de Sánchez y de otros candidatos de izquierda al de Guillier). Incluso antes de los resultados, parece evidente que la interpretación de La Moneda y el papel activo de la Presidenta en esta segunda fase logró cambiar el estado de ánimo del oficialismo, que del pesimismo pasó al entusiasmo (en forma inversamente proporcional a la derecha, donde del triunfalismo se pasó al nervio). Si gana Guillier –como dice Ernesto Ottone– habrán triunfado también quienes defienden el camino que tomó La Moneda en estos últimos cuatro años, “de avanzar a marcha forzada y de mirar el pasado como una especie de momento pusilánime”.

Pero si Guillier pierde –incluso por escaso margen– ¿habrá perdido también el gobierno y su apuesta? Relativamente, porque Bachelet habrá logrado –sea cual sea el resultado– que su candidato se hiciera competitivo con apenas un 22%. Lo que se le criticó –su falta de interés por garantizar una sucesión–, aunque muy a última hora la Presidenta intentó resolverlo.

El músculo territorial de la derecha

La derecha mostró su fuerza en la municipal 2016 y en la última parlamentaria, donde obtuvo su mayor victoria desde 1990, al lograr 73 de los 155 escaños. También en la elección de cores, aunque es menos vistosa. La oposición tiene músculo territorial y en esta segunda vuelta parece haberse desplegado, provocando incluso los llamados a la Nueva Mayoría de parte de los dirigentes del Frente Amplio para salir a las calles –como la derecha– a realizar trabajo territorial y conquistar a sus adherentes.

¿Qué paradoja digna de estudio se daría si –con municipios y parlamentarios electos a su favor– Piñera no lograra concretar el giro a la derecha desde la presidencia? Se rompería una línea que ha sido coherente en los últimos años: la municipal como un buen elemento de predicción para la presidencial que viene. De perder Piñera, probablemente en Chile Vamos se daría la oportuna discusión de cuánto habrán pesado las cualidades y defectos propios del candidato, más allá de la fuerza del sector. Y sobre los nuevos líderes que protagonizarán las nuevas batallas.

El domingo también se comenzará a desatar el misterioso nudo de la identidad del Frente Amplio, que pese a su definición conjunta y oficial –de no llamar explícitamente a votar por Guillier– a cuentagotas terminó poniendo a sus principales figuras a disposición de un triunfo de Guillier, en contra de Piñera. Pero ¿cómo se comportará su electorado? ¿es un electorado disciplinado que en buena medida obedece las “sugerencias” de sus líderes y apoyará el oficialismo, pese a que ni por estrategia ni convicciones se hallan cerca de la Nueva Mayoría, o lo que queda de ella? ¿cuánto de ese frenteamplismo tiene la misma bronca con la Concertación y sus descendientes que con la derecha? ¿aumentará la abstención del 54% o el 1,56% de nulos y blancos?

Lo que haga o deje de hacer el Frente Amplio es una de las principales novedades de una elección que tiene muchos elementos novedosos, aunque no todos coincidan en que se trate efectivamente de la contienda más dramática. Faltan pocas horas para conocer el desenlace de una campaña muy larga que probablemente dará inicio a una adelantada carrera 2022.

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