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La disputa presidencial Insulza-Lagos: Mortalmente parecidos

Si alguno de los dos llega a la papeleta de noviembre de 2017, probablemente será desangrado por una pelea interna entre dos candidatos con perfiles políticos similares.

Por: Rocío Montes | Publicado: Viernes 25 de noviembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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Ninguno de los dos dio finalmente el paso en 2009 para convertirse en el candidato de la Concertación. Los dos probablemente habrían podido conseguir el 1,6% de diferencia que necesitaba la centroizquierda en segunda vuelta para ganarle a Sebastián Piñera, algo que no logró Eduardo Frei. Ricardo Lagos y José Miguel Insulza, el ex presidente y su ministro del Interior, parecen tener el convencimiento que no tuvieron hace siete años, aunque en esta ocasión la carrera es todavía menos una sandía calada. A no ser que alguno de los dos desista pronto –lo que no parece probable–, los ciudadanos serán espectadores durante meses de una disputa presidencial apasionante entre dos de los socialdemócratas chilenos de mayor reconocimiento internacional. Apasionante para los electores, inconveniente para un bloque oficialista en problemas y definitivamente desgastante para sus protagonistas, mortalmente parecidos.

Ambas son figuras de la Concertación, que algunos sectores del propio bloque desconoce y pretende enterrar. Los dos tienen membresía en el mismo club denostado por el fuego amigo.

Pertenecen a una misma generación –Lagos nació en 1938 mientras que Insulza en 1943–, hicieron política en la primera línea durante los ’90 y los 2000, casi siempre llevando el balón para el mismo lado. A fines de 1999, cuando el candidato de la derecha Joaquín Lavín puso en reales problemas al abanderado Lagos, Insulza desde la Secretaría General de la Presidencia de Frei lideró una arremetida política contra la Alianza desde el Parlamento y otros frentes para desnudar a la oposición frente al electorado. En la derecha todavía piensan que fue el factor que explica en buena medida su derrota. Sea como fuere, durante el gobierno de Lagos ambos trabajaron y lograron hacer una buena dupla. Se tejieron mil historias de antagonismo pero, aunque nunca llegaron a ser amigos, lograron una colaboración eficaz. En 2005, cuando Insulza decidió partir a la OEA, en un momento en que el Ejecutivo se hallaba en un estupendo momento, Chile se la jugó por apoyarlo en su camino a la Secretaría General.

Apuntan al mismo público, tienen un marcado perfil político, probablemente despiertan los mismos recelos y ninguno hasta ahora marca en las encuestas (en la última Adimark, Insulza obtuvo un 1% y Lagos un 5%, frente al 15% de Guillier). Quizá la única diferencia entre ambos es que el ex ministro aparece como un rostro nuevo en las carreras presidenciales (no se le ha visto en campañas propias, salvo las de la FECH de los ‘60), lo que no resulta un argumento suficientemente robusto para pensar que puedan encarnar proyectos demasiado diferentes. Nadie se explica con certeza las razones que provocaron este insólito escenario, pero es tarde: en este momento están en el cuadrilátero que, seguramente, los dejará desangrados a ambos.

Carrera contra el tiempo por conquistar el PS

Antes de la salida de Insulza al ring, Lagos ya estaba en problemas. A diferencia de lo que contemplaba su diseño original, cuando lanzó su candidatura a comienzos de septiembre, ni el PPD ni el PS lo proclamaron en cosa de semanas. En estos meses de campaña ha sido un abanderado huérfano, sin las espaldas de ningún partido, lo que lo deja en una situación insostenible de llegar a la disputa de largo plazo de noviembre de 2017, la verdadera contienda. El camino institucional no le funcionó y a medida que pasa el tiempo, solo se descapitaliza. Sin conseguir el apoyo formal de ninguna colectividad, parece destinado a entregar explicaciones sobre el pasado, que solamente lo hacen vincularse a los aspectos menos valorados de la política. Nadie asume que en este contexto existan razones fundadas para pensar que en la próxima encuesta CEP vaya a subir sustancialmente respecto del 5% que le otorgó el último estudio de julio-agosto.

En lenguaje hípico, Lagos está encajonado. A no ser que busque un momento propicio para bajarse –una posibilidad que no tiene relación ni con su personalidad ni con su ánimo actual–, su apuesta pasa por conseguir rápidamente el apoyo de los partidos. El PPD sigue dilatando su definición, aunque el verdadero problema se halla en el PS, sobre todo luego del despliegue de Insulza. El ex secretario general de la OEA busca capitalizar la votación interna que tenía Isabel Allende –lo que hasta ahora no es evidente que consiga, por el ambiente que se respira en el partido de calle París–, y lograr una primaria interna para medirse y ganarle al académico Fernando Atria. Con al menos esa medalla en el pecho, Insulza llegaría a una primaria legal de la Nueva Mayoría, programada para el 2 de julio próximo, donde podría medirse con Lagos y con Guillier.

Pero aunque todos estos tiempos resultan demasiado extensos para Lagos, parece estar dispuesto a medirse con Insulza y Atria en unas primarias socialistas, lo que representaría un problema para el diseño del ex ministro. Hasta ahora, sin embargo, estas primaria no existen y son solo una ficción. Recién este sábado 26 el comité central del PS podría llegar a determinar el mecanismo de elección del candidato, aunque algunos sectores pretenden seguir aplazando cualquier tipo de definición: en la eventualidad de que tanto Lagos como Insulza se bajaran, los pragmáticos del PS no quieren distanciarse de Alejandro Guillier, el candidato del Partido Radical que hasta ahora lidera las encuestas en la Nueva Mayoría. De concretarse la primaria del partido con Lagos dentro, en cualquier caso, sería una mala noticia para Insulza, porque todo indica que el ex presidente concitaría mayor apoyo interno y lo dejaría rápidamente fuera de la escena.

Las eventuales primarias socialistas serían el 26 de marzo, pero ni siquiera se tiene claro si serían limitadas a los militantes del PS o abiertas a la ciudadanía. Este será un punto importante para los postulantes, porque a Lagos le convendría una elección cerrada, donde aseguraría mayores apoyos. Tanto Insulza como Atria, en cambio, preferirían una elección abierta, como lo han manifestado ambos esta semana: hasta ahora, al menos, el ex ministro no ha exhibido apoyos importantes dentro de su colectividad.

La decisión de Insulza

En la Nueva Mayoría no todos entienden la arremetida de Insulza. En el laguismo hace meses no se comprendía que mantuviera en suspenso su opción presidencial, considerando el daño que le hacía a la postulación del ex presidente, pero la decisión que dio a conocer esta semana definitivamente causó una sorpresa mayor. No porque no se supiera –todo el mundo político conoce extraoficialmente hace un buen tiempo que Insulza dejaría de su papel de agente de Chile ante La Haya–, sino porque en su jugada se observa mucho de táctica y poco de estrategia. Algunos piensan que en su decisión influyó el hecho de que el 20 de agosto se haya mostrado disponible para una candidatura y que, sin consultarle ni ser considerado, unas semanas después Lagos haya hecho lo propio.

Insulza no habría estado incómodo en la Cancillería, al contrario, pero la situación se había vuelto especialmente compleja desde que anunció su disponibilidad para ser candidato. El Gobierno, desde ese mismo momento, comenzó a diseñar el escenario de su partida y a definir a su reemplazante: rápidamente se concluyó que sería Claudio Grossman, el coagente. El ministerio de Relaciones Exteriores sabía que el cambio se podría producir en cualquier momento porque, ciertamente, fue Insulza el que manejó los tiempos de su salida. Esta situación incomodó durante tres meses a La Moneda y la propia presidenta Michelle Bachelet: sabiendo que resultaba imposible sacarlo del cargo, habría estado tentada de responder los requerimientos de las comisiones de Relaciones Exteriores del Parlamento cuando preguntaron sobre la situación del agente Insulza. Finalmente, la Jefa de Estado se desistió.

El momento elegido por Insulza para lanzarse no fue casual. El viernes pasado supo que no sería convocado para asumir un ministerio político en La Moneda, para lo que se había mostrado disponible. Aunque finalmente la presidenta apenas se decidió por un ajuste de gabinete, sin tocar a sus ministros políticos, resultaba poco probable que, de haberlo hecho, se hubiese decantado por Insulza: en Palacio habría existido una fuerte molestia con el ex secretario general de la OEA, cuyo círculo pensaba que podría haber sido un ministro del Interior con plenos poderes en la fase final de un gobierno debilitado. Sea como fuere, con este escenario despejado, el socialista el lunes pensaba presentar formalmente la renuncia al ministro Heraldo Muñoz, aunque finalmente decidieron posponerlo algunos días.

Con un Lagos que no despega, apostando a capitalizar el apoyo interno del PS que tenía Isabel Allende y a pelear la DC, Insulza pretende resolver de mejor forma los conflictos que ha tenido que enfrentar la candidatura del ex presidente. Pero como el título de la película ochentera protagonizada por Jeremy Irons, Insulza y Lagos son mortalmente parecidos. Resulta difícil imaginar que esta lucha llegue a buen término frente a una derecha que, aunque no conoce la profundidad del peligro que enfrenta Sebastián Piñera por el caso Bancard, todavía se halla en una situación expectante. La centroizquierda suele olvidar que la verdadera batalla no será ahora sino en noviembre, una fecha a la que llegará bastante agotada.

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