El más reciente ciclo de la economía chilena ha estado marcado por una persistente debilidad de la actividad y una alta pero aún moderada inflación, ambos fenómenos que se han mantenido por un tiempo mayor a lo anticipado por analistas y autoridades. Contrario al comportamiento estándar de esperar que luego de un ciclo de debilidad la economía se normalice a un ritmo más elevado, esta vez nadie parece estar en la vereda de una recuperación rápida. La cautela (o persistente pesimismo) parece haberse apropiado de la escena. Sin embargo, en materia de precios, las estimaciones continúan apuntando a una convergencia gradual al centro del rango meta, las que si bien han fallado ante repetidos shocks cambiarios, no pierden el peso del anclaje de las expectativas. Un Banco Central con metas de inflación debiera estar satisfecho con este logro. No obstante, a nuestro juicio, este IPoM mantiene un claro tono de preocupación.
Revisando las últimas proyecciones, el banco -en un ajuste bastante notable- se acerca a las magras expectativas de crecimiento que han venido mostrando las distintas encuestas de analistas locales y externos. Lo que llama más la atención es el rango de 2% a 3% de crecimiento para 2017, en sintonía con el rango de 2% a 3,1% del consenso de mercado, que por primera vez publica el Banco Central en su informe. Esta proyección se ubica en un rango conservador y por debajo de las estimaciones de crecimiento potencial más recientes. La cautela parece evidente. Esto último puede explicar buena parte del ajuste hacia una postura más dovish de la autoridad y que se alinea con las expectativas del mercado, que estima altamente probable sólo un alza de tasas este año y otra en 2017.
Por el lado de la inflación, el cambio es más moderado. Pese a la mayor debilidad esperada de la actividad, el ajuste en inflación es menor y el supuesto de una depreciación adicional del tipo de cambio real (o al menos una mantención en niveles elevados) parece continuar jugando un rol importante. Con todo, la autoridad monetaria estima que tendría un espacio mayor para retrasar la normalización de la política monetaria. El argumento de debilidad de la actividad y mantención de holguras de capacidad, que se alimentarán de un débil mercado laboral, prima por sobre el escenario inflacionario y los riesgos cambiarios.
Todo lo anterior se da en un contexto de bajo crecimiento externo, debilidad de precios de materias primas y niveles elevados de primas por riesgo. Sin embargo, buena parte de los supuestos no se modifican de manera importante en este IPoM y parece ser que el rol de la economía interna toma relevancia para el escenario base. En nuestra opinión, las incipientes señales de menor aversión al riesgo podrían afianzarse en el mediano plazo y ayudar a una recuperación más temprana de la economía local. De hecho, la reciente recuperación de la confianza empresarial podría estar fundada en la menor incertidumbre externa. Así, si bien años de un ciclo bajo de la economía han llevado a una mayor cautela, la validación de señales externas algo más optimistas podrían revertir los continuos ajustes a la baja en expectativas y devolver al BC a su tono de normalización más decidido mostrado en su anterior informe.