“Yo llego a un país y digo: ‘Muéstrenme sus datos’. Así puedo modelar correctamente. No vengo a decir cómo deben diseñar su sistema (de financiamiento de la educación superior), sino a mostrar las implicancias probables bajo distintos escenarios”. Así resume su trabajo la académica de economía y estadísticas sociales del Institute of Education de la University College London (UCL), Lorraine Dearden, quien ha desarrollado una extensa trayectoria en investigación sobre préstamos estudiantiles, retornos de la educación y políticas públicas comparadas, aportando con evidencia empírica rigurosa y modelos de simulación aplicados al diseño de reformas a los debates en esta materia en el Reino Unido y Australia, entre otros países.
“Comencé investigando el financiamiento de la educación superior en el Reino Unido cuando se introdujo por primera vez un crédito contingente al ingreso. Me interesaba particularmente –algo que nadie había hecho antes– estudiar las implicancias distributivas del diseño del crédito. El Gobierno había evaluado lo que ocurría en promedio, pero yo consideraba fundamental entender esas implicancias para estudiantes y egresados de todo el espectro de ingresos”, comenta en conversación con DF, detallando que el trabajo que comenzó a desarrollar en 2022 en su propio país fue aplicándolo en otras naciones a partir de 2015.
“En nuestro escenario base, estimamos que el Estado recupera 93% o 94% de lo desembolsado. En Australia, recuperan 85%; en Inglaterra, 80%”.
- ¿Cuáles son los elementos esenciales de un buen sistema de financiamiento?
- Siempre es un balance entre equidad y eficiencia. Se necesita algo justo, asequible y sostenible. Casi todos los sistemas incluyen un subsidio estatal, pero también una redistribución: quienes tienen éxito laboral subsidian a quienes no lo logran.
Un buen sistema tiene seguro incorporado: si ocurre una crisis como el Covid, hay respaldo inmediato; si pierdes tu empleo, no pagas. También permite que las mujeres puedan dejar el trabajo para tener hijos, sin que esa decisión se vea afectada por tener una deuda pendiente. El sistema británico, australiano y neozelandés –todos con contribución contingente al ingreso– lo demuestran.
Aunque el CAE permite postergar pagos si se pierde el empleo, el proceso es muy engorroso. En el Reino Unido es automático: si no se gana sobre cierto umbral, no se descuenta nada vía retención por planilla. Es barato de administrar, simple y protege ante la mala suerte.
Una contribución contingente bien diseñada, además de proteger, puede ser más sostenible. Es difícil evitar el pago porque el cobro es vía impuestos, lo que hace que los flujos hacia el Estado sean más predecibles y sostenibles a largo plazo.
La lupa sobre el FES
Con las credenciales que la posicionan como una de las principales referentes internacionales en el análisis de esquemas de pago de la educación superior, Dearden encabezó el equipo que elaboró el informe Reforma a los créditos estudiantiles en Chile: simulando las implicancias del Nuevo Instrumento Público de Financiamiento a la Educación Superior (FES), publicado en junio de este año y realizado en colaboración con la Subsecretaría de Educación Superior y la Dirección de Presupuestos.
Sobre la base de ese trabajo, se ha formado una opinión muy positiva sobre una de las reformas más emblemáticas del Gobierno del Presidente Gabriel Boric, la cual consiguió su aprobación en la Cámara de Diputados y hoy se encuentra en la comisión de Educación del Senado.
Dearden -que durante su visita a Chile, por invitación de la Universidad Central, se ha reunido con el Ministerio de Educación y el Cruch, y este martes participará en un evento en el CEP- destaca que, según su modelo, la contribución contingente al ingreso en la que se basa el FES es favorable para los estudiantes y el Fisco. Asimismo, lo considera adecuado para el financiamiento de las instituciones de educación superior, planteando observaciones al debate que se ha instalado en esta materia. De todas maneras, considera necesario incorporar algunos cambios al proyecto.
“Chile tiene los segundos aranceles más altos del mundo. Las universidades necesitan más recursos, pero eso no justifica cargarlo todo al estudiante”.
– En su informe señala que la mayoría de las personas pagaría el 100% del costo de su carrera o menos, pero un porcentaje no despreciable podría pagar más de 1,5 veces el costo de sus estudios. ¿Hay que establecer un tope?
– Sí, creo que es importante.Debería haber un tope claro (para el FES), como 1,5 o 1,75 veces. Es importante para que quienes ganan bien sigan en el sistema, ya que subsidian a otros. Si sienten que pagarán demasiado, podrían evitar el crédito o buscar mecanismos para no pagarlo. El 3,5 actual es muy alto, uno más bajo protege el sistema y es una medida sensata desde el punto de vista económico.
- ¿Un cambio así alteraría la sostenibilidad fiscal del sistema que modeló en su trabajo?
- Sí, pero hay otras medidas posibles. Por ejemplo, ahora se propone un período de gracia de un año. Si se amplía a dos, aunque el ingreso del Estado se retrase un poco, puede aumentar la recaudación total, porque los ingresos iniciales son bajos, pero crecen hacia los 45 años.
Otra medida es revisar el tope de 20 años de pago, sobre todo para carreras largas como medicina. Extender ese plazo según el tiempo real de estudios podría incentivar la titulación oportuna y generar ahorros para el Estado.
En nuestro escenario base, estimamos que el Estado recupera 93% o 94% de lo desembolsado. En Australia, recuperan 85%; en Inglaterra, 80%. Incluso con un tope, Chile estaría en niveles competitivos. Bajo el CAE, el Estado recupera menos del 50%.
- ¿Cuán vulnerable es el modelo si los ingresos crecen menos de lo esperado?
- Yo usé el índice de crecimiento real de ingresos publicado para Chile. Desde 2016 hasta 2024, en todos los años salvo dos (2020 y 2022) hubo un crecimiento real superior al 2%. Entonces, me parece razonable usar un 2% como escenario central. Pero hemos hecho 288 simulaciones, con tasas desde 0% hasta 3%. En el peor escenario, la tasa de recuperación (del Estado) cae a 78%; en el mejor, sube a 113%. Entonces, si bien no será siempre 2% real, creo que es razonable.
– ¿Mantiene la opinión de que el FES podría convertirse en un referente internacional?
– Absolutamente. Me ha sorprendido gratamente. He trabajado en muchos países, siempre con una mente abierta. En Chile me han entregado datos excelentes, muy detallados, que permiten modelar bien el comportamiento de los egresados.
Al principio creí que el diseño podría tener problemas, pero ahora pienso que, con algunos ajustes, podría ser un modelo muy atractivo. Podría ser una referencia para países como Brasil o Argentina.
Las aprensiones de las universidades
– Parte del debate ha sido la sostenibilidad financiera de las universidades, específicamente por el efecto del arancel regulado. ¿Qué piensa al respecto?
– No creo que ese sea el verdadero problema. El arancel regulado cubre el costo de educar a los estudiantes. El problema es que la investigación y otras funciones universitarias no están bien financiadas, y las universidades usan los aranceles para subsidiar esas otras áreas.
Chile tiene los segundos aranceles más altos del mundo, solo superado por Inglaterra. Las universidades necesitan más recursos, pero eso no justifica cargarlo todo al estudiante. Se requiere un financiamiento adecuado y separado para la investigación.
Por otro lado, el sistema de préstamos respaldado por el Estado necesita regulación, de lo contrario las universidades tienden a subir aranceles sin límite, como ocurrió con el CAE, donde los aranceles subieron cerca de 40% en términos reales.
- Hay quienes califican el modelo de financiamiento del FES como un impuesto a los egresados. ¿Cómo lo ve usted?
- Es una contribución contingente a los ingresos, limitada por el número de semestres que se toman prestados, con un máximo de 20 años, y donde nadie puede pagar más del 8%. Es simplemente una forma de que los graduados contribuyan a la siguiente generación, dependiendo de su desempeño en el mercado laboral.
En Chile, el otro sistema (el CAE) implica endeudarse. En cambio, el FES es un plan de contribución para graduados que, con algunas mejoras, será un modelo muy interesante, que sospecho que muchos otros países podrían querer seguir.
– ¿Ha seguido las modificaciones que ha experimentado el proyecto en el Congreso?
– Algunas sí. Por ejemplo, permitir que los estudiantes tomen menos del 100% del monto del préstamo (25%, 50%, 75%). Me parece razonable.
Pero sigo preocupada por el tope de 3,5 veces. Puede desalentar a quienes más ganan, que son los que subsidian al resto. También podría alejar a estudiantes que, por temor, no tomen el crédito, aunque lo necesiten.