Tres memorias vienen a la cabeza de Pascual Cortés-Monroy (31). La primera, en el sur con su abuelo, el fotógrafo Roberto Edwards Eastman, explicándole cómo funciona la luz en la fotografía con un ejemplo de una manguera con agua, hablándole del diámetro y de la presión de la manguera.
La segunda, estar en una conferencia de tecnología en San Francisco a los 16 años “sin tener ninguna razón para estar ahí”. La tercera, en la Aduana de Lituania intentando explicar que lo que traía en la mano era una maqueta de un satélite para la empresa Lemu, y que no se trataba de un explosivo.
Un cuarto episodio podría ser este lunes, exponiendo por primera vez en el Chile Day, en Londres, como vicepresidente de inversiones de Northzone, la firma VC global fundada en Oslo, Noruega, que administra activos por US$ 4 mil millones, que en su track record cuenta con 18 unicornios, entre ellos Spotify y Klarna (que hizo su IPO la semana pasada por US$ 18 mil millones).
Lo del lunes, dice ahora por Zoom, “fue una oportunidad para acercarme más al mundo profesional en Chile y en particular a gente interesada, ya sea como inversionistas, o potenciales emprendimientos, o personas que de alguna manera quieren invertir en fondos de venture capital, porque yo desde los 18 que vivo fuera de Chile”.
Pascual Cortés-Monroy creció en un mundo más bien artístico. Su padre Marcial Cortés-Monroy, arquitecto de profesión, y su madre, la fotógrafa Alexandra Edwards, solían invitar a comidas en su casa a escritores, editores, artistas y políticos. La pasión por la tecnología, dice, la heredó de su abuelo, Roberto Edwards. “Me impresionaba todos los gadgets que tenía, las cosas que en su casa no podíamos tocar, que eran siempre computadores y máquinas con miles de botones y colores y que siempre quise desarmar”, recuerda. “Él nos incentivaba esa pasión”, cuenta.
Estando en el colegio empezó a vender iPhones cuando aún no llegaban a Chile: los compraba afuera, los desbloqueaba y vendía. “Ese fue mi primer negocio y con eso me pude pagar después un viaje que me abrió los ojos al mundo”, relata. Era una exposición de tecnología en San Francisco.
Él con 16 años, necesitaba un pase de prensa para poder entrar. Entonces le escribió a varios medios ofreciéndoles cubrir el evento -porque hablaba bien inglés- si a cambio le conseguían un pase. “Leo (Prieto), a quien por siempre le tendré mucho cariño, me apañó y me lo consiguió”, cuenta. En California se dio cuenta de que esto de la tecnología sería un viaje sin retorno.
Apenas cumplió 18 años, egresó de The Grange School y se fue a estudiar a Estados Unidos a Amherst College, en Massachusetts, una universidad de artes liberales. “Para mí fue el privilegio extremo poder estudiar desde literatura rusa hasta computación, a economía y finalmente Ciencias Políticas, que fue la carrera que terminé haciendo”, cuenta. Entremedio hizo un intercambio en Londres en LSE. “Ahí fue cuando en realidad me enamoré de Londres y también de Alice, mi polola y gran parte de por qué volví a Londres años después”.
De regreso en EEUU, al terminar sus estudios entró a trabajar a la consultora Bain & Company en 2017. Como parte del equipo de private equity le tocó hacer investigación de compañías que los fondos pensaban comprar, desde empresas de medicina hasta firmas de tecnología. El estándar de trabajo era altísimo, dice, con cambios de proyecto cada tres semanas. “Fue una escuela que me abrió muchas puertas y que siempre recomiendo cuando hablo con gente que está en esa etapa de su carrera”. Esa etapa duró tres años.
Cuando tuvo que hacer una práctica, contactó otra vez a Leo Prieto y se fue a trabajar con él como jefe de producto en Lemu, la startup de inteligencia para la naturaleza. Estuvo seis meses viviendo en Chile, los otros seis trabajando remoto. Ahí fue cuando tuvo que viajar a Lituania a comprar el satélite.
De ahí se matriculó en el programa Schwarzman Scholars de la universidad de Tsinghua, en Beijing, fundado por Steve Schwartzman, CEO de Blackstone, con el objetivo de mejorar las relaciones entre China y el mundo. Era el año del covid, por lo que gran parte del master en Asuntos Internacionales lo hizo de manera online, menos al final que se trasladó a la capital china. Con su título listo tenía la opción de volver a Bain o hacer algo nuevo.
Pensó que tenía que ser algo con tecnología, pero también que combinara la forma de trabajar en distintas industrias, con harta investigación de la consultoría. Y concluyó que ambos mundos se daban en el venture capital. Lo entrevistaron en EEUU para Northzone. “Yo había decidido que me quería ir de Estados Unidos, que quería irme a Londres”. Y ahí aterrizó en 2021 como asociado en el equipo de inversiones.
“Chile tiene un potencial enorme y no solamente económico”
Parte de un equipo de 20 personas repartidas entre Nueva York, Londres, Estocolmo, Berlín y Amsterdam, la responsabilidad de Pascual es encontrar e identificar empresas interesantes, analizar si podrían ser inversiones y hacer el caso internamente de por qué deberían o no invertir.
Desde 2023 es vicepresidente de inversiones de la compañía, lo que explica, es una evolución de su rol, que ahora implica “tener más responsabilidad, y más credibilidad, pero al final del día el trabajo no cambia. Si llevas un año o 10 la descripción del trabajo es la misma: encontrar los próximos Spotify”, dice. Y añade: “Fuimos los primeros inversionistas institucionales en Spotify, que hoy tiene un valor de la bolsa de más de US$ 140 mil millones”.
En 30 años, la firma ha levantado 14 fondos e invertido en 180 empresas, desde etapa presemilla hasta preIPO. “Hacemos entre 10 y 12 inversiones al año”, asegura. Para llegar a ellas, analizan anualmente cerca de 6 mil compañías. “Cada inversión que hacemos, tenemos que esperar que tenga el potencial de devolver el fondo entero. Entonces la expectativa es de que si hacemos 40 inversiones en el ciclo de un fondo -que lo invertimos a través de tres años-, va a haber una o dos de esas empresas que devuelven el fondo y pagan todo el resto y más; cinco o seis que logran recuperar la inversión; y después un número no menor que falla”.
- Me imagino que les tocan la puerta todos los días distintas startups que quieren ser financiadas...
- Es lo que yo me imaginaba, pero la realidad es que en el mundo de venture capital la gran mayoría de las empresas no tienen, o nosotros creemos que no tienen, el potencial de devolver el fondo, que tiende a ser la vara que tenemos internamente para hacer una inversión, más allá de que obviamente el emprendedor o emprendedora sean excepcionales, de que haya una idea interesante, de que haya una excelencia de ejecución. Y eso quiere decir que esas empresas que están en ese top 1% tienen muchas veces ocho ofertas sobre la mesa en menos de dos semanas. Y es totalmente al revés. Hoy día, por ejemplo, estoy tratando de cerrar una inversión en que llevamos seis meses desarrollando una relación con este emprendedor, en que hemos desarrollado una tesis de inversión, de cómo nosotros podemos ayudarlos a ellos y por qué deberían asociarse con nosotros. Porque es un mundo en que al final hay más capital de lo que hay de excelentes oportunidades. Por eso hace mucha diferencia estar en un buen fondo, porque si no, es muy difícil entrar en esas conversaciones.
En el panel del Chile Day, Cortes-Monroy dijo que la inversión en venture capital vive un momento de auge. “En gran parte por el potencial que se ha visto en inteligencia artificial. Uber se demoró seis años en llegar a 100 millones de usuarios y ChatGPT se demoró tres meses. Y eso habla de una penetración de la infraestructura tecnológica que significa que los productos pueden crecer y viralizarse muchísimo más rápido”, relata. Otra cifra, dice, es que hay alrededor de US$ 1,8 mil millones que se están gastando en datacenters al día en el mundo “en infraestructura que perdura en el tiempo, que permite que haya modelos de IA más grandes, más accesibles, más baratos y que por lo tanto eso catalizan también la adopción de esas tecnologías”.
Y añade: “Mirando a Estados Unidos y Europa, estos últimos dos trimestres han sido los más fuertes en inversión que hemos tenido en la historia, por cierto en IA, pero en total también han sido los de los trimestres más altos de la historia en términos de inversión neta en empresas a través de venture capital”.
- Dices que el VC está en un auge, pero en Chile no ha sido así últimamente, ¿cómo ves el mercado desde allá?
- Para serte sincero, no me he acercado mucho porque principalmente invertimos en Europa (60%) y en Estados Unidos (40%). Y quizás alguna de las razones para eso es que creemos que nuestra ventaja es tener personas basadas localmente, que es muy importante para realmente crear ese acceso del que te hablaba y al no estar allá no es que falten oportunidades acá.
- Y fuera del capital de riesgo y las startups, ¿cómo ves que está el ambiente de negocios en Chile?
- Es algo en lo que me encantaría meterme más. Gran parte de mi interés en participar del Chile Day es conocer más del mundo empresarial. Yo siempre he tenido y sigo teniendo interés personal fuertísimo de mantenerme ligado a Chile. Y si algún día lo puedo complementar con participar de alguna forma profesional, para tener más razones para ir a Chile, lo voy a hacer y lo voy a hacer feliz, porque creo que Chile tiene un potencial enorme y no solamente económico, pero también de naturaleza. De hecho, por ejemplo, yo soy uno de los inversionistas en el restaurant chileno que abrió acá en Londres. Ha sido un orgullo poder ver un restaurant chileno acá y que ha estado súper concurrido. Y de hecho, la próxima semana llevo a mi oficina para allá.
El recuerdo del abuelo
En sus visitas a Chile cada año, Pascual solía quedarse en la casa de su abuelo Roberto, “porque ahí tenía una pieza más grande que en mi casa”, dice. “Y así podía estar más con él”. Además junto a su familia viajaban en los veranos al Lago Todos los Santos, donde pasaba largas jornadas con él aprendiendo fotografía. “Tuvimos una relación muy cercana y me tocó conocerlo en una etapa de su vida en que tenía más tiempo también. Hicimos un millón de proyectos juntos, desde containers con computadores a todo tipo de locuras”, dice.
Edwards, cuenta, soñaba con generar aptitudes tecnológicas en sectores vulnerables. Para eso hizo convenios con distintos municipios para traer, armar y crear salas de computación en containers que pudieran trasladarse a distintos lugares. “Él siempre me llamaba para preguntarme qué es lo nuevo que ha salido. Ese era como su típica llamada de la semana. Yo pienso que si pudiera ver lo que está ocurriendo hoy día en la tecnología estaría totalmente alucinado”.