El nuevo año de Rousseff como presidenta

Su manejo será puesto a prueba en 2012, contra un panorama de menor crecimiento económico y relaciones más tensas con sus aliados.

Por: | Publicado: Viernes 6 de enero de 2012 a las 05:00 hrs.
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El primer año de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil, que se completó a fines de 2011, fue desafiante, debido a una serie de escándalos de corrupción que sacudieron a su gabinete y al Congreso. Sin embargo, ella triunfó en mantener su control sobre los asuntos domésticos y poniendo su propia marca en el gobierno. Rousseff mantuvo unida a la coalición gobernante y aseguró la aprobación de una serie de leyes, incluso si las reformas estructurales más discutibles fueron aplazadas. Pero sus habilidades de manejo serán puestas a prueba de nuevo en 2012, contra un panorama de menor crecimiento económico y relaciones más tensas con sus aliados.

Las acusaciones de mala conducta llevaron a la destitución de seis ministros del gabinete en 2011. En vez de alinearse con los ministros afectados, Rousseff aprovechó la iniciativa tomando una fuerte postura sobre la corrupción y moviéndose a “limpiar” algunos de sus ministerios. Esto mostró ser popular con los votantes, como se refleja en su alto nivel de popularidad, que se mantuvo en 72% en diciembre, de acuerdo a Ibope. Sin embargo, tuvo que actuar cuidadosamente para no desestabilizar su amplia e volátil coalición.

Del mismo modo, para mejorar la transparencia y responsabilidad con los ciudadanos, Rousseff promovió y firmó una ley para establecer una comisión de verdad para investigar las violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar de 1964-1988, y una ley de derecho a la información para proveer acceso más fácil para el público a información de gobierno no sensible. Estos cambios debiesen reforzar la confianza de los ciudadanos en el sistema político y mejorar la transparencia y responsabilidad.

Sin embargo, Rousseff no fue totalmente exitosa en evitar la fricción con sus socios de coalición, y su gobierno fue obstaculizado en cierto grado por los casos de corrupción. Un pequeño partido renunció a la alianza, mientras otros partidos se molestaron por el despido de ministros afiliados con ellos. Un próximo cambio de gabinete, tal vez tan pronto como a mediados de enero, podría agravar la fragmentación política y debilitar la influencia de la presidenta sobre la coalición, resultando en una disminuida efectividad política.

Además, las acusaciones de corrupción no muestran signos de terminar. El ministro de Ciudades, Mario Negromonte del Partido Progresista (PP), ha enfrentado nuevas acusaciones. Y un miembro del Partido de Trabajadores (PT) y miembro clave del equipo económico de Rousseff ha estado bajo el fuego de los medios. Fernando Pimentel, el ministro de Desarrollo, Industria y Comercio, ha sido acusado de enriquecimiento ilícito durante su asesoría, en un caso que tiene muchas semejanzas con el que llevó a la caída del primer jefe de gabinete de Rousseff, Antonio Palocci, en junio de 2011.



Próximo cambio de gabinete


Una de las primeras órdenes de su administración durante 2012 será un cambio de gabinete, ya que algunos de los ministros destituidos fueron reemplazados por otros secretarios de estado temporales. Varios ministros, incluido el ministro de Educación, Fernando Haddad (que será el candidato del PT para Sao Paulo), necesitarán dejar el gobierno para prepararse para las elecciones municipales que se celebrarán en octubre. Aunque es poco probable que cambie más de un tercio del equipo ministerial de Rousseff, y probablemente las modificaciones sólo afecte a ministros de segundo nivel (a excepción de educación), podría alterar el delicado balance político en la coalición gobernante.

Se espera que el PT mantenga el ministerio de Educación y obtenga ahora también los de Trabajo y Ciudades. Si Rousseff decide hacer más eficiente su gabinete de 38 ministerios, ella podría fusionar algunos, como el de Agricultura con el de Pesca, así como el del Trabajo con el de Seguridad social. El cambio no debiese extenderse a puestos clave como el ministro de Finanzas, actualmente Guido Mantega, o el presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES, el banco de desarrollo estatal), Luciano Coutinho. Una pregunta abierta es si el Partido Social Democrático (PSD), formado por antiguos políticos de oposición, mayormente de los Demócratas de derecha (DEM), entrará al gobierno de Rousseff.



Impulsando el crecimiento, conteniendo la inflación


Sobre la política económica, el gobierno se esforzará por contrarrestar la reciente desaceleración en el crecimiento -el PIB se contrajo levemente en el tercer trimestre de 2011 por primera vez desde el primer trimestre de 2009- y proteger la economía de la crisis de la eurozona. El gobierno ya relajó la política monetaria en la segunda mitad de 2011, y en diciembre revirtió algunas de las restricciones al crédito y otras medidas impuestas a principios del año, con el propósito de aumentar la provisión de crédito e impulsar el consumo.

Además, se prepara para proveer crédito extra a las compañías brasileñas este año si la crisis de deuda de la eurozona resulta en una disminución del financiamiento internacional.

Aún así, aunque el ciclo de relajamiento de la política monetaria y las medidas de estímulo pondrán un piso para la desaceleración, la Economist Intelligence Unit ha rebajado aún más su pronóstico para el crecimiento del PIB en 2012, a 3,3% (desde el 3,5% anticipado previamente). Esto está por debajo de la expectativa de Rousseff de 5% de expansión este año, y muy por debajo del 7,5% alcanzado en 2010. El crecimiento del año pasado se estima que fue inferior al 3%.

Incluso con un crecimiento poco entusiasta, las autoridades continuarán enfocándose en el control de la inflación. Debido a la alta indexación, la persistente inflación de precios de servicios, el reciente cambio desde una política monetaria más restrictiva y una política fiscal aún expansiva, la inflación seguirá por sobre el objetivo central (de 4,5%) en los próximos años.

Dadas las condiciones económicas menos que espectaculares, los riesgos asociados con una potencial ruptura de la eurozona y las posibles disputas internas dentro de su propia coalición, la presidenta Dilma Rousseff podría tener dificultades para mantener su positiva administración y la elevada popularidad durante su segundo año.

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