Fernando Carmona Barría
Como una historia rebelde. Así califica Pilar Marambio la conformación de la empresa Maraseed, firma dedicada a la elaboración y exportación de semillas de hortalizas en Curacaví y en el valle de Azapa.
Esto, porque Rodrigo, el padre de Pilar, quien se desempeñaba como presidente de producción de una multinacional dedicada al mismo rubro, decidió en 1992 independizarse. Tenía la idea fija de plasmar el trabajo como él pensaba que se debía hacer. Además, la metodología de las empresas absolutamente lucrativas siempre le provocó rechazo.
Pilar cuenta que el maximizar utilidades a costa de los trabajadores nunca fue ni será parte de los lineamientos de Maraseed. Y es por eso que califica a su emprendimiento como rebelde. Una aventura que nació hace 19 años cuando Jean Paul Bouchet estaba recién egresado de ingeniero agrónomo de la Universidad Católica y Rodrigo Marambio lo impulsó a iniciar la empresa con él.
“La idea fue siempre que los trabajadores tuvieran un contexto familiar, una calidad digna de trabajo en la cual la relación entre personas fuera una base muy importante”, comenta Pilar sobre la idea de la firma a la cual se incorporó en 1998 en la parte de logística.
Comienzo sin capital
En un principio tuvieron complejidades económicas. Rodrigo Marambio prácticamente partió sin capital. Tuvo que pedir prestado algo de dinero a un amigo y de manera muy paulatina fue armando la base financiera. “Nunca hubo la posibilidad de planificar las inversiones de los próximos dos años por ejemplo”, dice Pilar.
A lo anterior se suman los tiempos productivos que tuvieron en los inicios. Trabajaron de manera estacional, por lo tanto, invertían mucha plata durante un ciclo extenso y el retorno llegaba meses después. El financiamiento fue con créditos a corto plazo, lo que en meses de “vacas flacas” pesaba mucho.
Finalmente Rodrigo –dice Pilar – comprendió que se puede tener conciencia social con los trabajadores y, a su vez, ganar dinero.
La nueva visión se dio, en parte, con la entrada de Endeavor –organización internacional, dedicada a promover emprendimientos de alto impacto- a la empresa hacia el año 2007.
Por esa época Pilar estaba dedicada a las labores de finanzas de la empresa. Ahora, mirando hacia atrás, recordando y analizando los frutos que han obtenido con el irrestricto apoyo a las condiciones de los trabajadores, rescata la creatividad y compromiso de ellos con Maraseed, tanto en la parcela de Arica como en la de Curacaví.
Capacidad sin cartón
El estar cerca de quienes conforman la compañía le ha servido a la empresaria para entender su idiosincrasia. Comenta que la actitud proactiva se da, sobre todo, en la gente de la región de Arica y Parinacota. “Se atreven más a decir las cosas; son más independientes –analiza Pilar –y eso ha provocado más apertura al trabajo, más facilidades para cumplir ciertas metas”.
Lo anterior tiene directa relación con el deseo de Maraseed de dar oportunidades de trabajo dignas a todos por igual, sin importar la condición social y, aunque parezca arriesgado, tampoco anteponiendo la preparación laboral.
“Las personas que supervisan las parcelas de Curacaví y la de Arica sólo tienen cuarto medio, sin embargo, ejercen cargos que corresponden a un ingeniero agrónomo y lo hacen muy bien”, dice Pilar.
Toda la modalidad de trabajo que implica cercanía con los trabajadores no conlleva, en ningún modo, carencias de jerarquías.
En Maraseed siempre han estado bien establecidos los cargos, pero, eso sí, Pilar reconoce que a veces han pecado de poca formalidad. Sin embargo, la empresaria agrega que lo sustantivo siempre estuvo claro y que los niveles jerárquicos son necesarios.
Pilar indicó, además, que la empresa ha complementado la dualidad “cercanía y jerarquía”. ¿El resultado? “Seguridad: a las personas les da mucho respaldo saber quién es el jefe. Creatividad: sentirse escuchado y respetado da espacio para las propuestas”, resume la empresaria.