Brexit: mala noticia para los británicos, Europa y la estabilidad financiera global
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Aumenta la posibilidad de que el Reino Unido decida en referéndum abandonar la Unión Europea. Es una mala noticia para los británicos, para Europa y para la estabilidad financiera global. Una señal más de lo difícil que está resultando asimilar los efectos de la globalización y un ejemplo de las tentaciones aislacionistas que asolan el mundo.
Una lectura exclusivamente británica subrayaría la irresponsabilidad y aventurerismo de sus dirigentes políticos y el desprestigio de sus élites económicas, aparentemente incapaces de convencer a una opinión pública refugiada en una cierta nostalgia imperial. Pero también la pendiente populista por la que, en tiempos de Internet y redes sociales, se están deslizando los medios de comunicación. Porque es muy difícil hacer un caso convincente para argumentar que el Reino Unido estaría mejor renunciando al mercado único europeo y poniendo en riesgo su estatus privilegiado como plaza financiera de Europa.
Pero la decisión británica tiene importantes implicaciones globales. Primero y principalmente para Europa, pero también para la estabilidad global. Es fácil prever cuáles serían sus consecuencias económicas inmediatas. De hecho, los mercados financieros ya están descontándolas hace semanas. Depreciación de la libra esterlina, y en menor medida del euro, caída de las bolsas europeas y en general pérdida de rentabilidad de todos los activos de riesgo y aumento de los diferenciales intra europeos. Nos espera una semana de nervios y volatilidad, pues los mercados financieros se moverán con las encuestas.
La cuestión de fondo es que la posible salida del Reino Unido significa un aumento del riesgo político y una amenaza adicional para consolidar una recuperación económica que ya se veía tenue e insuficiente. Para la Unión Europa es un serio golpe a su credibilidad, porque introduce una posibilidad, hasta ahora inexistente, que un país decida abandonar la unión. Se pondría así fin a la irreversibilidad del proceso de convergencia e integración europeo. Cierto que Gran Bretaña siempre ha sido un socio reticente, que no forma parte de la unión monetaria ni del espacio Schengen que permite los viajes intracomunitarios sin pasaporte. Pero la cuestión central es que si alguien sale de la Unión Europea, ¿por qué otros no decidirán lo mismo más adelante? O más aún, y con mayores efectos económicos inmediatos, ¿por qué no habrá un país que decida abandonar el euro?
Los británicos han hecho reaparecer el riesgo de ruptura del euro, la prima de tipo de cambio. Es posible que aumente la fragmentación financiera de la eurozona y que volvamos a ver dificultades de financiación en algunas economías especialmente expuestas al sentimiento del mercado. Cierto que la eurozona cuenta hoy con mecanismos de defensa incomparablemente más sofisticados. Un Banco Central Europeo que permanece vigilante y puede acelerar su programa de compra de deuda pública soberana y hasta privada si hiciera falta; un supervisor bancario común y hasta un mecanismo único de resolución que puede evitar el ciclo vicios de riesgo soberano y bancario. Hasta incluso un Mecanismo de Estabilización Macroeconómica que supone una línea de crédito contingente para enfrentar posibles desequilibrios. Pero el fantasma de la duda permanecerá sobrevalorando los mercados y sólo una decidida acción política de las instituciones y de los líderes europeos podrá disiparla. Completar la unión bancaria, agilizar la unión del mercado de capitales, concretar la unión fiscal, son los pasos necesarios para recuperar la confianza de los inversores. No son decisiones técnicas, requieren sobre todo compromiso político y mucha capacidad pedagógica para convencer a poblaciones reticentes y tentadas por el populismo, el nacionalismo y el aislacionismo.