Cuba devaluó el peso el jueves, en un intento por estabilizar una economía trastornada por las sanciones estadounidenses, la represión de sus aliados regionales y el colapso de fuentes clave de ingresos.
El Banco Central de Cuba introdujo un tercer tipo de cambio oficial mucho más cercano al valor del dólar estadounidense en el mercado negro, en un reconocimiento implícito de que las políticas económicas de la nación comunista no están logrando satisfacer la demanda de divisas y resolver la grave escasez.
El gobierno fijó el nuevo tipo de cambio a 410 pesos cubanos por dólar estadounidense, mucho más débil que los dos tipos de cambio existentes en la isla, de 24 y 120 pesos por dólar. La nueva tasa, que según el banco central fluctuará y se ajustará “periódicamente”, se compara con los 440 pesos por dólar que pagan los cubanos en el mercado informal.
Los tipos más fuertes están estrictamente controlados por el gobierno y se destinan a las necesidades “esenciales y estratégicas” del país, así como a las empresas estatales que pueden aportar divisas fuertes.
La isla caribeña se está recuperando de una profunda contracción económica que se ha prolongado desde la pandemia, en un momento en que EEUU aumenta la presión sobre su mayor aliado, Venezuela, que le ha proporcionado suministros clave de combustible durante años. Los apagones continuos y la enorme caída del turismo también están afectando a la industria y agotando las fuentes de ingresos del gobierno.
Ian Pedro Carbonell, director de política macroeconómica del banco central, declaró al periódico estatal Cubadebate que el nuevo tipo de cambio será una bendición para los exportadores y permitirá a los cubanos de a pie acceder “a una tasa de cambio atractiva que permitirá obtener moneda nacional sin incurrir en los riesgos de operar en mercados no oficiales”.
Sin embargo, los regímenes cambiarios de varios niveles tienden a generar corrupción y a ser insostenibles, ya que algunos actores, normalmente cercanos al gobierno, acceden a los mejores tipos de cambio y luego venden los productos al tipo de cambio más bajo, lo que añade presión inflacionista a la economía. En lugares como Venezuela y Argentina, estos regímenes no logran acabar con la insaciable demanda de dólares en el mercado negro y la brecha entre los tipos oficiales tiende a ampliarse con el tiempo.
La semana pasada, EEUU confiscó un petrolero que se esperaba que entregara al menos parte de su carga a Cuba. El gobierno comunista depende de esos suministros tanto para la generación de energía como para las divisas que puede obtener vendiendo en el mercado libre.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, calificó esa acción como “un acto criminal de piratería”.
Aunque Cuba afirma que finalmente planea unificar los tres tipos de cambio, ha pasado por una enorme cantidad de regímenes cambiarios en las últimas décadas, especialmente después del colapso de la Unión Soviética, que le proporcionaba apoyo económico.
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